jueves, 4 de marzo de 2010

Libre indirecto: La crisis llega a la sub'21

La actualidad me obliga a sacar tiempo de donde quizás no debería para abrir una nueva sección de opinión en el blog, que no sé si tendrá continuidad (la sección, digo, porque el blog sigue vivo, sólo está hibernando y para muestra la preciosa cabecera que lleva algunas semanas dándonos la bienvenida, obra de Toni_8, al que aprovecho para reiterar mis agradecimientos por su desinteresada labor como diseñador y sobre todo como administrador del Foro de las Ligas Fantásticas, por el que todavía me dejo caer de vez en cuando y que recomiendo a todo aquel que quiera unirse a un grupo de chalados por los juegos de tipo “fantasy league” capaces de apuntarse igual de convencidos a la Liga Fantástica Marca que a una serie amistosos de cricket, pasando por la Premier, la Champions, el circuito de la ATP o el Mundial de F1, por citar sólo algunas competiciones). Nueva sección de opinión, decía, que inauguro intentando exponer de una manera más o menos ordenada el maremágnum de ideas encontradas que puebla mi mente tras el último partido de la selección sub’21.

Hace tan solo un par de entradas, aunque ya va para dos meses, comentaba la difícil situación por la que atraviesa esta categoría desde hace varios años, en los que hemos fallado una y otra vez a la hora de clasificarnos para las principales citas (Europeos y Juegos Olímpicos) y durante los cuales, además, el público general ha ido perdiendo paulatinamente el interés que un día mostró hacia una selección que reunía a los mayores talentos jóvenes de nuestro fútbol. Comentaba entonces, justo tras la derrota de la actual sub’21 en Holanda, que era difícil decir si este bajón en el rendimiento debía ser motivo de preocupación. Hoy, curiosamente después de una victoria (muy gris y ante Liechtenstein, eso es verdad), parece existir unanimidad en torno a esa cuestión. La cosa preocupa, y mucho. Los medios, muchos de los cuales hace tiempo que habían abandonado el seguimiento a esta selección, centran sus críticas en el seleccionador, Juan Ramón López Caro, y de paso en el Director Deportivo de la RFEF, Fernando Hierro, como responsable último de su contratación y de la de otros técnicos cuyo mayor mérito (y pecado) parece ser el haber pertenecido en algún momento de sus carreras a la disciplina del Real Madrid.

Se pone en duda la capacidad de todos ellos, especialmente la de López Caro (asunto sobre el que no puedo opinar más que por lo que todos vemos en los partidos), y se condena ese endogámico sistema de contratación, obviando que es el mismo que impera en la Federación desde bastante antes del aterrizaje de Hierro: Santisteban llegó recomendado por Luis Suárez, entonces seleccionador absoluto, Goikoetxea y Sáez vinieron de la mano de Javier Clemente, y Ginés Meléndez fue contratado en 2002 a petición de Iñaki Sáez, flamante seleccionador absoluto y con quien había coincidido años atrás en el Albacete. La diferencia radica en la experiencia que todos ellos acumulaban ya en el trato con chavales y de la que carecen Luis Milla, Aitor Karanka y, en menor medida, el propio López Caro, quizá más preparados técnica y tácticamente pero sin ese plus que da el haber trabajado tantos años entre jóvenes promesas como los Santisteban o Sáez. En ese punto entiendo y hasta comparto las críticas que se hagan al nuevo equipo de trabajo que, por lo demás, tampoco ha tenido demasiado tiempo para demostrar su valía. Pero el caso es que se ha puesto de moda atizar al muñeco por cualquier causa, y López Caro ha optado por el peor camino posible, el de la “Clementización”.

Ya sea por su carácter, su personalidad o por el modo de entender su profesión, el seleccionador sub’21 parece haber reconocido implícitamente que la batalla mediática está perdida y se dedica a hacer lo que considera oportuno sin ofrecer más que explicaciones a medias y respuestas evasivas ante las preguntas que generan sus decisiones, provocando más incomprensión y reforzando las teorías de sus críticos. Como ocurría con el rubio de Barakaldo, la prensa es el enemigo y el seleccionador se siente a gusto en su trinchera. Bojan no va porque no tiene minutos en el Barça hexacampeón, pero Joselu sí acude a las convocatorias a pesar de que tampoco disfruta de mucho más tiempo de juego en un Celta que purga sus penas en Segunda. Ni Domínguez ni Canales, jugadores que acumulan muchas horas de vuelo en Primera División con sus clubes, parecen tener hueco en un equipo que otrora se nutría precisamente de los jóvenes que despuntaban en la máxima categoría, pues se entendía que la sub'21, más que la última etapa del fútbol base, era la primera del fútbol profesional de selecciones, por llamarlo de alguna manera. El criterio del seleccionador es inescrutable y el resto de mortales no estamos capacitados para entenderlo, por lo que López Caro deduce que no hace falta dar más explicaciones. Pero como la imagen que la selección está mostrando bajo su mando no es precisamente buena, la bola se hace más y más grande y se ve impulsada por la importancia mediática de los “proscritos” del entrenador sevillano, que, tristemente, al final es lo que provoca que la selección sub’21 haya recobrado parte del protagonismo perdido en los últimos años. Algo injusto, pues a uno también le molesta este repentino interés de los medios en criticar a un equipo al que últimamente no se le habían dedicado más que unas pocas líneas, pero que al fin y al cabo es parte de este mundillo del fútbol contemporáneo, en el que el puro deporte ha pasado a un segundo plano. 

Y aquí entiendo que hay que ir un poco más allá en la crítica. Quizá por ese desapego hacia el teórico filial de la absoluta, tal vez por esos años de escaso seguimiento y menor conocimiento de su realidad, mucha gente olvida lo que comentaba al principio, que la crisis de resultados no es algo que haya comenzado ni con Hierro ni con López Caro. Más bien al contrario, pues precisamente la primera participación española en un Europeo sub’21 desde el lejano año 2000 tuvo lugar el verano pasado, en la primera temporada completa de ambos en la RFEF (cierto es que Sáez dejó bien encarrilada una clasificación que a punto estuvo de irse al garete ante Suiza en la eliminatoria previa a la fase final, y que una vez allí ni el juego ni los resultados estuvieron a la altura de las expectativas). Se dice también que al menos antes había un criterio conocido, un estilo de juego similar en todas las categorías, que los jugadores parecían disfrutar más en el campo gracias a la labor de los técnicos… pero también podría ser que, sencillamente, aquellos futbolistas fueran algo superiores a los actuales. Uno mira las plantillas de aquellas selecciones y ve (y lo hemos ido comprobando en este blog) que en casi todas ellas había al menos un par de jugadores que han crecido hasta convertirse en miembros de la mejor selección española de todos los tiempos, la actual. Jugadores que hoy son de los mejores del mundo en sus respectivos puestos, y cuyo altísimo nivel es algo que ya se podía adivinar en sus apariciones con las inferiores. Hoy en día, sin embargo, en estas categorías me cuesta ver a un Cesc, un Iniesta, un Xavi o un Torres en potencia, y eso no es sólo responsabilidad de los seleccionadores, aunque a veces se equivoquen al prescindir de aquellos que más se les acercan. Porque tampoco a nivel de clubes vemos a demasiados jugadores jóvenes que derriben la puerta, como decía Camacho, y que nos hagan decir "éste chico va a marcar una época". Durante años nos acostumbramos a ver a esos auténticos proyectos de cracks, y quizá ahora que sus sucesores no llegan a ese nivel no somos capaces de reconocer la realidad. Que, hoy por hoy, no hay mucho más, y que tal vez López Caro sea, al mismo tiempo, víctima y verdugo. Pero, como dije al principio, es sólo una opinión fruto del tremendo lío que tengo en la cabeza. ¿Cuál es la vuestra?