sábado, 24 de abril de 2010

Un año inolvidable

No quería, pero al final ha sido imposible. Me ocurre a menudo. Empiezo a escribir con una idea clara en la mente y acabo enrollándome de tal manera que, cuando me quiero dar cuenta, ya llevo cuatro párrafos para contar algo que sólo debía ocupar tres líneas. Esta entrada iba a servir para retomar el relato de los triunfos pasados de nuestras selecciones inferiores. Iba a aprovechar la circunstancia para felicitar a las actuales sub'17 y sub'19, que en estas últimas semanas han logrado su pase a la fase final de sus respectivos Europeos, y de paso iba a hacer un breve aparte para celebrar el aniversario del blog. Quería que fuera algo corto, porque con el ritmo de publicación que llevo últimamente y la temática de las entradas más recientes tampoco me parecía adecuado hacer otra sólo para hablar de mí, pero ya os digo que la síntesis con el teclado no es lo mío. Incluso esto que leéis en primer lugar, y que curiosamente es lo último que he escrito, se me ha ido de las manos cuando sólo quería indicar que esta es una entrada que no pensaba hacer. En fin. Asumo mis limitaciones. Aquí empieza mi particular discurso de aniversario. Gracias a todos por venir, y ponéos cómodos porque esto va para largo.

Estos días se cumple un año desde que me decidí a invertir parte de mi por entonces abundante tiempo libre en la creación de un blog, este blog, sin saber muy bien dónde me metía. Hacía relativamente poco que me había lanzado a la exploración de la blogosfera, pero pronto me picó el gusanillo y viendo algunas maravillas que hay por la red (y también algún engendro) pensé: "¿por qué yo no?". Así que comencé a darle vueltas a la cabeza, buscando hacer algo que me gustara y que, al mismo tiempo, fuera distinto a lo poco que ya conocía. Debía ser un blog de fútbol, evidentemente. De fútbol de selecciones, tal vez, menos proclive a generar polémicas absurdas y, al menos para mí, tremendamente atractivo. Pero el tema del Mundial me parecía demasiado ambicioso y además ya estaba cogido (te echamos de menos, Go to Sudáfrica). Entonces miré el calendario y encontré la oportunidad. Abril de 2009. Justo una década después de que un grupo de chavales desconocidos para el gran público lograra inscribir el nombre de España en la corta lista de países Campeones del Mundo sub'20. Chavales que luego corrieron distinta fortuna, pero a los que siempre creí que no se les brindó el reconocimiento que merecían por aquella gesta, y de los que casi nadie se acordó cuando tres de sus compañeros comandaron a la selección absoluta en la inolvidable Eurocopa de 2008. Y a unos pocos días de una efeméride tan señalada (¡10 años de nuestro único Mundial!), mucho me temía que su recuerdo hubiera quedado diluido en el tiempo.

El boceto se dibujó casi de inmediato en mi cabeza. Haría un repaso a aquel torneo, por si hubiera alguien que también sintiera la nostalgia de aquellas tardes frente al televisor animando a unos juveniles que se dejaban la piel en los campos nigerianos, requemados por el calor y el exceso de partidos. Lo haría por si alguien que por edad no hubiera tenido la oportunidad de vivirlo con esa intensidad quisiera conocer más detalles del campeonato. O, por lo menos, lo haría para no poder quejarme de que nadie se hubiera ocupado de hacerlo. Con un par de tardes de investigación por internet, cuatro ratos de inspiración literaria y una pizca de memoria escribí una serie de artículos sobre el Mundial sub'20 de 1999: una tímida presentación, una insulsa previa, crónicas de los siete partidos de España, vistazos generales al desarrollo del resto del torneo ronda a ronda y unos cuantos artículos del socorrido y efectivo tipo "¿Qué fue de...?'" con los que creí que mi misión de homenaje quedaba más que saldada.  

Pero, igual que Forrest Gump se daba la vuelta y seguía corriendo cuando llegaba a la costa, yo seguí escribiendo, aunque mis seguidores no fueran tan numerosos. Porque la historia acababa en el Ernst Happel de Viena, con Casillas, Xavi y Marchena levantando la Eurocopa, acompañados por otros muchos campeones de diferentes generaciones. Había que contarlo todo, empezando por la plata que se colgaron varios de esos juveniles de oro en los Juegos Olímpicos de Sidney. Expliqué cómo se clasificó el equipo, di mi punto de vista sobre el conflicto entre la FIFA y el COI a cuenta del torneo olímpico de fútbol y retomé las crónicas, aunque en versión reducida. Estaba acabando mayo y para entonces ya sabía que no, que no podría dejarlo tan fácilmente como había supuesto en un principio. A un ritmo que ahora veo casi demencial, colgué artículos sobre cada torneo, mundial o europeo, en el que hubiera destacado alguna selección española durante esos diez años, y fui convenciéndome, por si tenía alguna duda, de que nada fue casual en la victoria de 2008. No puede serlo cuando 20 de esos 23 elegidos habían crecido ganándolo todo con la camiseta de España. Torres, Iniesta, Silva, Cesc, Piqué, Mata... año por año revivimos la fulgurante aparición de todos los que hoy son algo en nuestro fútbol, de los que todavía esperan y pueden serlo y también de aquellos que perdieron el tren de la élite pero que pueden presumir de haber compartido triunfos con alguna de las más rutilantes estrellas del balompié mundial.

En algo menos de cinco meses había recorrido un camino de diez años, con nada menos que cincuenta y dos estaciones, aproximadamente una cada tres días. Y había llegado al final, al último título antes de la Eurocopa, a la despedida de Juan Santisteban como seleccionador y a la incógnita de un futuro por escribir. O, visto de otra manera, había llegado a un nuevo punto de partida. Tocaba cambiar de registro, hablar sobre el presente, jugar a analista del Mundial sub'20, intentar escribir crónicas casi a tiempo real, contar una derrota inesperada y matar el tiempo de espera hasta el Mundial sub'17 con otro viaje en el tiempo, a un pasado algo más lejano pero igual de brillante que el que ya había visitado. Entonces llegó la hora de regresar a Nigeria, de ver cómo unos críos imberbes volvían a levantar el alicaído ánimo de la afición al fútbol base con un prometedor tercer puesto, y de dar un salto de mil visitas gracias a la entrevista a Paco Grande, uno de los muchos viajeros que se subieron alguna vez al tren de los Recuerdos de Nigeria. Pero ese tiempo libre que me había incitado a convertirme en su maquinista ya había empezado a desaparecer, y eso me impedía seguir alimentando la caldera de esta locomotora. Tres retazos de glorias pretéritas y algún toque de actualidad han servido para evitar que entre en vía muerta, y por enésima vez prometo que no tardará en reemprender la marcha. Hoy iba a ser el día, pero ya os he dicho que no he sido capaz. Gracias a todos por hacer de este año de recuerdos un año inolvidable, y aquí seguiremos.