martes, 7 de julio de 2009

2003, Mundial sub'20 (y IV): El quinto elemento

0-1

¿Qué se necesita para jugar al fútbol? Pues así a bote pronto todos diríamos que un terreno de juego, un balón, dos porterías y dos equipos dispuestos a pelear por marcar más goles que el contrario. Con esos cuatro ingredientes ya tendríamos todo dispuesto, aunque habrá incluso quien diga que las porterías hasta pueden ser imaginarias, o quien, a falta de un esférico en condiciones, haya tenido que jugar con cualquier objeto extraño al que se pudiera dar patadas, pero al final creo que todos convendríamos en que esos son los 4 elementos básicos para montar una buena pachanga en cualquier calle. Y sin embargo, en el otro fútbol, el organizado, el que deja de ser un juego para convertirse en deporte, en negocio y espectáculo, existe un quinto elemento altamente inestable, tan necesario para su correcto desarrollo si se mantiene en su sitio como fatal si se descontrola. Estamos hablando, por si alguien se ha perdido, del árbitro. Y en esta final del Mundial sub'20 de Emiratos Árabes 2003 ese quinto elemento se descontroló desde el minuto uno. El italiano Roberto Rosetti se convirtió en el triste protagonista de un partido en el que los titulares debían haber sido para los grandísimos jugadores que se reunieron en el Zayed Sports City Stadium de Abu Dhabi, pero los nombres de Iniesta, Dani Alves, Juanfran, Dudú Cearense, Sergio García o Adriano Correia quedaron empequeñecidos ante la desafortunada actuación del joven colegiado transalpino. Resulta casi innecesario hablar del planteamiento inicial de Armando Ufarte para este partido puesto que todo saltó por los aires en el minuto 3. Tras un tímido ataque español, un pelotazo desde la defensa brasileña sobrevoló el centro del campo y descubrió al escurridizo Nilmar luchando con Melli al borde del círculo central. Y mientras el balón caía y parecía dirigirse sin remedio a la posición de Asier Riesgo, un ligero agarrón del central bético, que se encontraba cerrando la adelantadísima zaga española, dio con los huesos del atacante brasileño en el suelo a casi cuarenta metros de la portería. Pese a que Nilmar no tenía ni mucho menos la posesión del balón (ni casi opciones de llegar a él), y a que Carlos García y Peña estaban ya a la altura de Melli, el italiano no lo dudó y mostró al bético la tarjeta roja directa sin un ápice de condescendencia.

Y desde ese momento se acabó la historia, o, para ser más exactos, el cuento cambió por completo, porque después de cuatro minutos de juego España tuvo que replantearse sobre la marcha un encuentro que llevaba preparando cuatro días para poder luchar con un jugador menos ante la mayor potencia futbolística del mundo. Superado el primer momento crítico, puesto que la falta se botó sin consecuencias (no encajar gol en la jugada subsiguiente a una expulsión es algo que siempre ayuda), los españoles se prepararon para capear lo mejor posible el temporal que se les avecinaba. Ufarte optó por no introducir cambios, pues sobre el césped tenía mimbres suficientes para recomponer la defensa, así que aprovechando la fortaleza de los laterales Peña y Bouzón formó una línea de 3 centrales con Carlos García en el eje, colocó a Juanfran y Pina como carrileros y encomendó a Gabi y Vitolo la agotadora tarea de redoblar su esfuerzo defensivo persiguiendo a todo aquel jugador de camiseta amarilla que osara colocarse entre líneas. Iniesta y Sergio García quedaron eximidos de tareas defensivas (aunque como de costumbre Sergio se partió el pecho presionando a los centrales rivales) para volcar toda su energía en intentar cazar algún balón que saliera rebotado del muro situado a sus espaldas. Como era de esperar, los minutos siguientes a la expulsión fueron de acoso brasileño y ya en el minuto 7 Dani Alves estuvo a punto de marcar tras una espectacular chilena que Riesgo acertó a desviar al larguero. En la jugada posterior Sergio García puso a prueba al meta brasileño, intentando demostrar a la canarinha que el equipo español seguía vivo, pero la superioridad numérica de Brasil se hacía notar y durante la siguiente media hora se sucedieron las ocasiones sudamericanas: un disparo fuera de Nilmar, un malentendido entre Carlos García y Riesgo, un par de brillantes acciones de Daniel Carvalho, un cabezazo a bocajarro de Kleber y sobre todo un testarazo de Adaílton de nuevo al travesaño nos hicieron temblar a todos, aunque afortunadamente ninguna de estas acciones encontró el premio del gol. Entre todas ellas, tan sólo un tímido acercamiento de Iniesta recordó a Brasil que no debía confiarse en defensa. Pese a las ocasiones brasileñas, que llegaban más por empuje que por calidad, hay que decir que con el paso de los minutos el equipo español se fue asentando y durante algunos momentos fue el dueño del balón, gracias a las arrancadas por banda de Juanfran y a la pausa que Gabi le ponía al juego cada vez que el mediocentro del Atlético tenía oportunidad de coger el balón. Los brasileños no parecían preocupados por esas fases de control hispano, confiados en la superioridad numérica y en que tarde o temprano llegaría su gol, pero lo cierto es que a medida que discurría el encuentro España también iba ganando en confianza y todos empezamos a pensar que era posible hacer la machada.

Así que viendo la evolución de ambos conjuntos, la forma en la que comenzó la segunda parte no nos sorprendió del todo. Mostrando un gran orgullo, propio de quien se ha visto claramente perjudicado y quiere dejar constancia de que es capaz de sobreponerse, o al menos evitar que la injusticia cometida se pierda en el olvido, España acorraló a Brasil durante varios minutos, gozando de un par de buenas oportunidades que desbarató el meta Jefferson. Tras esta salida en tromba, España volvió a replegarse y dejó el balón a una canarinha completamente aturdida, incapaz de superar la ordenada defensa española salvo en ocasiones muy puntuales y cada vez más espaciadas en el tiempo, y que además eran resueltas sin llegar a crear excesivo peligro. Por increíble que pareciera, era España quien parecía más entera, pues sabía cuál era su plan y lo desarrollaba a las mil maravillas, buscando rápidas salidas al contragolpe con la esperanza de que en alguna de ellas el balón le llegara a Iniesta y el albaceteño supiera definir como había hecho en semifinales. Tanto él como su compañero Sergio García estuvieron cerca del gol, pero la velocidad de los zagueros brasileños solventó ambas situaciones de peligro. Y cuando por fin lograron encontrar el camino a la red, nuevamente apareció Rosetti para anular un tanto al ariete barcelonista, señalando falta en algo que fue un simple forcejeo en el área. A esas alturas, después de la rigurosísima expulsión y las continuas faltas brasileñas realizadas tras cada pérdida, fruto de la impotencia, y que no merecieron más sanción, estaba claro que el italiano no nos iba a poner las cosas fáciles, pero ese tanto mal anulado fue la puntilla. Rotos por el esfuerzo, los españoles empezaban a buscar la prórroga como agua de mayo y, sólo por inercia, Brasil volvió a aproximarse al área de Riesgo. En el minuto 87, un córner cedido por la exhausta defensa hispana fue botado con precisión por Dani Alves y Fernandinho, que había entrado un cuarto de hora antes, se anticipó a su marcador para conectar un perfecto cabezazo que batió al guardameta español. No había sido una muestra de jogo bonito ni una genialidad de sus hombres de ataque lo que había puesto por delante a Brasil, sino una jugada a balón parado, faceta en la que el seleccionador Paquetá había puesto especial empeño y que ya le había dado a la canarinha importantes réditos en partidos precedentes. El golpe fue un mazazo para los nuestros, que sin embargo reaccionaron bien y, a la desesperada, buscaron con ahínco el milagro del empate. Tanto el recién ingresado Manu Del Moral como Gavilán, que había entrado en el 70, tuvieron en sus botas la oportunidad de empatar al borde del final, en esa última ocasión que, como acertadamente escribió Juanma Trueba en su crónica en el As, siempre llega pero casi nunca entra, y luego Rosetti quiso equilibrar su hoja de servicios, que no la balanza, expulsando a Fernandinho tras un conato de tangana en el centro del campo. Pero la suerte estaba echada y, como sucediera en la final del Mundial sub'20 de 1985 y en la del sub'17 de ese mismo 2003, Brasil se alzó con el título tras derrotar a España por uno a cero.

Ficha del partido
Final del Mundial sub'20 de Emiratos Árabes Unidos de 2003, disputada en el Zayed Sports City Stadium (Abu Dhabi). 55.000 espectadores
ESPAÑA 0: Riesgo (GK); Bouzón, Peña, Melli, Carlos García; Vitolo, Gabi (-88, Manu Del Moral), Pina (-70, Gavilán), Juanfran, Iniesta; Sergio García
BRASIL 1: Jefferson (GK); Dani Alves, Kleber, Alcides, Adaílton; Dudú Cearense, Daniel Carvalho (-94, Andrezinho), Adriano, Jardel; Juninho (-70, Fernandinho), Nilmar (-64, Dagoberto)
Goles: 0-1 Fernandinho (BRA, min. 87)
Árbitro: Roberto Rosetti (ITA)
Tarjetas Amarillas: Adriano (BRA, min. 22), Riesgo (ESP, min. 36), Gabi (ESP, min. 44), Vitolo (ESP, min. 77), Iniesta (ESP, min. 85), Dani Alves (BRA, min. 90+3)
Expulsiones: Melli (ESP, min. 4), Fernandinho (BRA, min. 90)

Ficha Oficial del partido (disponible en FIFA.com)
Crónica de FIFA.com
Crónica del diario El Mundo (por Jesús Alcaide)
Crónica de El Mundo Deportivo (por Sergi Solé)
Crónica del diario As (por Juanma Trueba)


El enfado y la decepción de los jugadores y técnicos de España tras el partido era enorme, y así lo hicieron notar en sus declaraciones, lamentándose de la injusta decisión de Rosetti en los primeros minutos y culpándole de haber echado por tierra los sueños de todos ellos. A los aficionados nos quedó el amargo consuelo de imaginarnos que once contra once quizá la historia hubiera sido distinta, y por encima de todo el orgullo de saber que nuestros juveniles habían dado todo por esa camiseta, seguramente de una manera menos brillante que otras veces pero ofreciéndonos un grandioso ejemplo de orgullo y pundonor. Y con eso nos quedamos en aquellos días previos a la Navidad de 2003. Pero a veces el destino nos depara sorpresas inimaginables que nos devuelven a la actualidad momentos que ya creíamos pasados y enterrados, y cuando en noviembre de 2006 saltó a la luz la noticia de que Carlos Alberto, el mediocentro defensivo habitual en esa selección brasileña y que no pudo disputar la final por acumulación de amonestaciones, había falsificado su edad para poder competir, las imágenes de la decepción de nuestros chavales volvieron a nuestra mente. ¿Sería posible obtener en los despachos un campeonato que previamente nos habían negado en el campo? Pues como desgraciadamente sospechábamos, no. La FIFA no quiso sancionar la alineación indebida del jugador brasileño a lo largo de todo el torneo y dio por buena la versión de la CBF, que aseguraba que también había sido engañada por el jugador y que desconocía su verdadera edad (25 años) en el momento de seleccionarlo. El caso se cerró, de una manera inusitadamente rápida, con una sanción de un año al futbolista y sin ningún tipo de castigo ni para su club ni para la federación brasileña, a los que la justicia deportiva declaró víctimas y no cómplices del engaño del jugador. De esta estrámbotica manera, y casi tres años después de haberse celebrado la final, se cerró un accidentado campeonato que hizo honor al sabio refranero español: lo que mal empieza, mal acaba.

2 comentarios:

  1. Pues ya vemos que el germen de la actual sólida Brasil ha sido este sub 20, quizá la cosa está cambiando desde abajo

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  2. No sé, la verdad es que en este campeonato a Brasil sólo la vi en la final y la expulsión tan temprana condicionó mucho el juego, apretaron un poco en los minutos siguientes pero luego se dejaron ir confiando en que tarde o temprano marcarían, y al final cuando vieron que se iba a la prórroga volvieron a pegar otro arreón, suficiente para hacer el gol. Sí es verdad que igual que en el sub'17 lo importante era el grupo por encima de las individualidades, mucha fuerza en el centro del campo y en este caso buenas subidas por banda de Alves y Adriano, pero siempre jugando en conjunto, y sólo se veía a Daniel Carvalho como el único capaz de inventarse algo "brasileño" en ataque.

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