jueves, 24 de abril de 2014

15 años de un Mundial: Mis recuerdos de Nigeria (por Borja García)

Yo en otra vida fui periodista. Hasta que me cansé de recibir órdenes incongruentes y de trabajar horas y horas por cuatro duros. Cuando era periodista un día andaba yo enfrascado frente al ordenador y cometí la temeridad de prestarme voluntario para viajar a cubrir el Mundial juvenil de Nigeria 1999. Aún no tengo muy claro por qué lo hice, la verdad. Una decisión que mis jefes acogieron con alivio, no por la calidad del periodista, seamos sinceros, sino porque ningún otro incauto se atrevió. La bronca que me propinó mi madre cuando se enteró del asunto fue de las que hacen época. ¡Cómo se me ocurría irme hasta Nigeria, insensato! Cosas de madres, que siempre se preocupan, ya se sabe. Aquel Mundial de Nigeria, del que ahora se cumplen quince años, supuso un reto personal y profesional, pero guardo de la experiencia un gran recuerdo.

Yo tuve suerte con mi trabajo porque me permitió viajar con cierta frecuencia, pero nunca fuera de Europa. El de Nigeria era para mí el primer gran reto como enviado especial porque nunca había informado de un gran torneo de naciones. Por si fuera poco, las condiciones no fueron las mejores. Disponer de una conexión a internet fue un lujo y poder hablar por teléfono o enviar un fax a Madrid se cobraba a precio de oro. Claro que peor lo pasó Felipe Sevillano, mi compañero fotógrafo, porque las fotos no se pueden dictar.

Estos días, leyendo noticias, blogs y tuits en internet me he parado a recordar lo que fueron aquellas cuatro semanas en Nigeria en las que vimos a una generación de futbolistas despertar. Un grupo que luego se convirtió el germen de los actuales bicampeones de Europa y campeones del mundo. E Iñaki Sáez sin dimitir… Lo curioso es que sólo soy capaz de recordar con claridad tres acciones del juego. El gol de Barkero en la final, el penalti parado por Iker Casillas a Ghana y un gol de Gabri en el primer partido ante Brasil. El resto de recuerdos son de las experiencias vividas fuera del campo. Porque aquel Mundial fue algo más que un torneo de fútbol. 

Para los nigerianos pretendía ser una prueba de que eran capaces de organizar un Mundial absoluto. No la pasaron, la verdad sea dicha, pero por buena voluntad y amabilidad no fue. Para quienes viajamos desde Europa el torneo se convirtió en una lección continua. A pesar de estar aislados en hoteles de semi-lujo elegidos por la FIFA a modo de jaula dorada, muchos intentamos salir todo lo posible para ver con nuestros propios ojos una realidad que sólo conocíamos a través de la televisión. Hubo momentos en que fue duro. Tan duro como educativo. Sobre todo cuando niños de siete u ocho años te rodean en el mercado y te piden que los lleves a tu país. Yo no supe qué hacer ni qué decir. 

Cuando cometí la temeridad de prestarme voluntario pensé que España, a pesar de su buen palmarés en categorías inferiores, no duraría mucho en el torneo. Es lo que tiene haber nacido en los 70. Pero lo que iban a ser un par de semanas, o eso le prometí a mi madre para que se tranquilizara, acabó siendo más de un mes en Nigeria con un grupo de futbolistas españoles y algún que otro periodista despistado como yo. Los jugadores, que despuntaron en el campo, se portaron de cine fuera de él. Iñaki Sáez y los demás responsables de la expedición de la RFEF nos adoptaron como si fuésemos uno más de ellos, lo que convirtió aquel viaje en algo aún más especial. Nunca estaré lo suficientemente agradecido a Iñaki Sáez, Raúl el fisioterapeuta del equipo (sí, el mismo que trató a Iniesta antes de la final de Johannesburgo) o al doctor Guillén por toda su amabilidad y su ayuda. No todos los días le dejan a uno viajar a todas partes en el autobús de la selección. Con ellos fuimos al primer partido contra Brasil. Y a aquel hotel inmundo de Kaduna. Y al Estadio Nacional de Lagos para jugar la final. ¡Y con ellos volvimos tras derrotar a Japón, con el trofeo en el asiento de al lado! 

Creo que ninguno nos dimos cuenta de lo que estaba pasando durante aquellas cuatro semanas de locura. Quizás sólo ahora, con el paso del tiempo, puede uno darse cuenta de lo que supuso aquel Mundial. El que empezó a construir la base de lo que vino una década más tarde. Y el que nos permitió a un grupo de afortunados vivir una de las experiencias más enriquecedoras de nuestra vida. Yo, desde luego, no me arrepiento ni lo más mínimo de aquel arrebato de locura que me dio cuando los jefes pidieron voluntarios para viajar a Nigeria.


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Borja García fue el enviado especial del diario AS a Nigeria 1999

1 comentario:

  1. grande, que raro que no te acordaras, jeje, por cierto hace bien poco me hice una foto con couñago que ha regresado a galicia. saludos. josiño.

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