lunes, 22 de junio de 2009

2003, Mundial sub'17 (y IV): Premios sin Premio

1-0

Tristeza. Rabia. Impotencia. Desolación. Cualquier adjetivo vale para describir la sensación que nos quedó a todos después de la final del Mundial sub'17 de Finlandia 2003. Y todos ellos juntos, y alguno más que nos dejamos, resumen el estado de ánimo de quienes disputaron aquel partido por el bando español. Varios años después, durante el Mundial sub'17 de 2007, Juan Santisteban seguía recordando esa final como el momento más amargo de su larguísima trayectoria al frente de las selecciones inferiores. "Teníamos una gran plantilla y ese día, sencillamente no pudimos meter la pelota en la portería. Recuerdo estar en el banquillo y no creer que ese equipo que reventaba la pelota era brasileño" decía el técnico sevillano en una entrevista concedida entonces a la página web de la FIFA. Y pocas crónicas podrán reflejar con mayor concreción y contundencia lo ocurrido aquella tarde del 30 de agosto de 2003 en la capital finesa. Tras un brillante Campeonato en el que España había sido capaz de marcar al menos 2 goles en los 5 partidos anteriores, nuestro casillero se fue a quedar en blanco el único día en el que no debía hacerlo.


El partido se planteaba como una lucha entre un equipo (Brasil) muy fuerte defensivamente, tremendamente ordenado y mortal en ataque, y otro (España) algo más imaginativo en el juego pero con algunas deficiencias en la parcela defensiva; en otras palabras, los brasileños jugando a la europea y los españoles a la brasileña. El mundo al revés. Los problemas para la zaga española se veían acentuados por las bajas de los dos laterales titulares, para los que no había recambios naturales. En la izquierda, Pallardó sustituyó al lesionado Raúl Llorente, y en la derecha César Arzo y Sergio Sánchez se turnaron para cubrir la ausencia del sancionado Ruz. Como contrapunto, David Silva regresaba al once tras cumplir su sanción y en su conexión con Cesc y Jurado, y en las galopadas de Sisi por la derecha, descansaban muchas de nuestras esperanzas de victoria. El partido tuvo un comienzo vibrante, sin un dominador claro y con los dos equipos bien asentados sobre el campo, hasta que en el minuto 7 una falta lejana botada por Joao sobrevoló la superpoblada área española y superó a Mandaluniz en su precipitada salida. Milagrosamente, el balón rebotó en el poste, pero el central carioca Leonardo remachó sin oposición. Como en cuatro de los cinco partidos anteriores, España se veía por detrás en el marcador, pero todos confiábamos en que también en esta ocasión se acabara remontando. Sin embargo, el tempranero gol fue un duro mazazo y durante muchos minutos el conjunto español deambuló perdido por el campo, a merced de un rival que si hubiera mostrado algo más de interés y acierto en el remate hubiera podido finiquitar el partido en los primeros veinte minutos. Mandaluniz corrigió su error en el gol con varias paradas de mérito y poco a poco España fue recobrando la fé en sus posibilidades, aunque el primer acercamiento con cierto peligro al área brasileña no llegó hasta casi la media hora. Fue necesario que Sisi y Silva intercambiaran sus bandas para empezar a ver algo del juego que había llevado a la selección hasta aquella final, aunque apenas fueron unos chispazos. El orden defensivo de la canarinha no dejaba espacios para las combinaciones entre Cesc y Jurado y sus laterales se anticipaban casi siempre a las acciones de los extremos valencianistas, que apenas recibían ayudas de los improvisados carrileros hispanos.

La segunda parte arrancó con ánimos renovados, pero rápidamente la intensidad defensiva de Brasil se encargó de desactivar el peligro español. Tras unos minutos de tanteo, tanto Brasil como España tuvieron sendas oportunidades para batir el arco rival, pero ambos guardametas respondieron con acierto a los remates de Joao y Xisco. A partir de ese momento, el encuentro sólo tuvo un dueño y una dirección. La última media hora fue un monólogo incontestable de España, que encerró a una selección brasileña insospechadamente cómoda en su papel de achicar balones ante el empuje español. Desaparecidos Ederson y Evandro, y con el pichichi Abuda fallando la única oportunidad brasileña para sentenciar el partido, las ocasiones hispanas iban cayendo casi a cada minuto, pero el balón parecía no querer entrar y ni siquiera Cesc estaba inspirado con sus mortales disparos desde fuera del área. Pese al inesperado cerrojazo de Brasil casi todos los atacantes españoles tuvieron su opción, pero sucesivamente todos fueron errando en el remate. Ni Silva, ni Jurado, ni Xisco, ni David, ni el propio Cesc fueron capaces de superar a un Bruno que se convirtió en el auténtico salvador de un equipo que, como bien diría Santisteban, parecía increíble que fuera brasileño. Ya en el tramo final, el meta carioca sacó un par de milagrosas manos a remates de César Arzo y Cesc que terminaron por confirmarnos que definitivamente aquel no era el día de España. Tras el pitido final, las caras de nuestros chavales eran todo un poema. Se había perdido una oportunidad inmejorable para conquistar un título que todavía hoy se nos sigue resistiendo, y mientras los brasileños se abrazaban sobre el césped los españoles intentaban explicarse cómo se había llegado a aquella amarga situación.

Ficha del Partido:
Final del Campeonato del Mundo Sub'17 de 2003, disputada en el Töölö Stadium (Helsinki). 10.452 espectadores.
BRASIL 1: Bruno (GK); Leo, Joao (C), Leonardo, Junior; Sandro, Ederson (-69, Juliano), Arouca, Jonathan; Evandro (-85, Felipe), Abuda (-90, Hugo)
ESPAÑA 0: Mandaluniz (GK); Pallardó, Arzo, Francis (C), Sergio Sánchez (-89, Cases); Sisi (-79, David), Markel, Cesc, Jurado, Silva (-84, Oskitz); Xisco
Goles: 1-0 Leonardo (BRA, min. 7)
Árbitro: Eric Braamhaar (NED)
Tarjetas: Xisco (ESP, min. 16), Pallardó (ESP, min. 54), Abuda (BRA, min. 58), Francis (ESP, min. 58), Cesc (ESP, min. 87)
Crónica de FIFA.com


No obstante, no todo fue negativo. Cesc Fábregas obtuvo la Bota de Oro como máximo goleador gracias a haber jugado menos minutos que el colombiano Carlos Hidalgo, ya que ambos habían marcado 5 tantos (los mismos que el portugués Manuel Curto) y repartido una asistencia, y David Silva, que ni siquiera había llegado a disputar 180 minutos en todo el Campeonato, fue nombrado Balón de Bronce, algo que por un lado evidenciaba la brillantez con la que se empleó el canario en sus escasas actuaciones y por otro volvía a reafirmar la enorme subjetividad de estos reconocimientos periodísticos. En cuanto al Balón de Oro, galardón que premia al mejor jugador del torneo, recayó también en Cesc Fábregas, que salía del campeonato reconocido por todo el mundo como la mayor promesa futbolística de su generación, algo que Wenger ya intuía desde hacía meses, claro, y que afortunadamente no tardaríamos en corroborar. Pero el catalán siempre ha sido un hombre de equipo y aquellos dorados premios no podían ocultar su dolor por haber sido derrotado: su compungido rostro y sus apagados gestos durante la entrega de trofeos reflejaban a la perfección la mezcla de sentimientos (¿tristeza, rabia, impotencia, desolación?) que invadía a unos adolescentes que seguramente hoy todavía no alcancen a comprender cómo se puede perder una final de un Mundial siendo mejores que Brasil.

4 comentarios:

  1. Gran recuerdo peor veo a esta Brasil y no se como nos ganaron. Se ve con el tiempo que, entonces, no tenía jugadores que hoy sean referencia en Europa.

    Un saludo desde El Enganche

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  2. Es una de las cosas que más me llamaron la atención cuando recogía información, que apenas conocía a Ederson (OL) y del resto no he oído hablar más. Si jugamos un poco casi podemos ver en estas dos selecciones y en este partido el comienzo de lo que estamos viviendo hoy día: una Brasil muy fuerte y muy ordenada, a la que no le importaba ceder la posesión, y una España con 1 mediocentro defensivo con mucho criterio, 2 jugadores por delante encargados de organizar el juego, de asociarse y de llegar al área y unas bandas muy participativas y no sólo de desborde, con posibilidad de jugar a pierna cambiada... casi la España de la Eurocopa

    Y gracias por la visita :)

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  3. Ya es cierto que de esa generación brasileña el único que suena, por lo menos a mi, es Ederson el del Lyon. No vi aquella final tuvo la pinta de ser uno de esos días en que no entra y no entra, que se le va a hacer y coincido en que si es un reflejo de lo que son a día de hoy las absolutas, a ver si hemos estado metiendo palos a Dunga y resulta que ha heredado una forma de trabajar.saludos

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  4. Sí es verdad que desde hace unos años en las selecciones inferiores de Brasil ya se venía apostando por un juego más físico, aunque depende mucho de las generaciones, claro. Desde luego esta no parece la más brillante que han tenido pero les sirvió para ganar, como bien te has imaginado hubo ocasiones de todos los colores pero la pelota no quería entrar y poco a poco los españoles se iban desesperando, por lo que fallaban todavía más ocasiones por los nervios... una pena

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