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domingo, 18 de marzo de 2012

1996, Europeo sub'21: Lágrimas en Montjuic

Pocos torneos se mantienen aún tan frescos en la retina de los aficionados como aquel Europeo sub’21 de 1996. Como apuntamos al repasar el Mundial sub’20 de Qatar 1995, la irrupción de dos chavales llamados a comerse el mundo, uno en cada uno de los dos grandes de nuestro fútbol, y rodeados además por todo un grupo de grandes jugadores que en la era pre-Bosman disfrutaban de muchos minutos en Primera, hacía que el público siguiese con más interés del habitual las andanzas de esta generación. Y obviamente el amargo final de este sueño, en casa y con el fallo precisamente de las dos grandes estrellas del equipo, hace que no podamos olvidarlo. Pero como siempre, empecemos por el principio.

Y en este caso el principio está casi dos años antes. Como durante tantos años fue costumbre de la UEFA, la fase clasificatoria del X Campeonato de Europa sub’21 discurría paralela a la que llevaría a la Selección Absoluta a la Eurocopa de Inglaterra: mismos rivales y mismo orden de partidos para optimizar los desplazamientos de las selecciones. Así, en septiembre de 1994 arrancaba en Chipre un viaje que acabaría en los Juegos Olímpicos de Atlanta, con escala (por entonces desconocida) en Barcelona. Los de Andoni Goikoetxea goleaban 0-6 en Larnaca con triplete del valencianista Pepe Gálvez, y luego sendos goles de Óscar García Junyent servían para derrotar por la mínima a Macedonia y Dinamarca. Además de los goleadores citados, los Karanka, Santi Denia, Mendieta, Sandro, Marcos Vales, José Ignacio, Dani, Morales, Roberto Fresnedoso, Jordi Lardín o Javi De Pedro hacían de las suyas en cada partido y evidenciaban por qué casi todos ellos eran ya, pese a su juventud, habituales en Primera. Sin embargo, la cosa se complicó en el siguiente encuentro en Bélgica: los locales llegaban también con pleno de victorias, Dani García Lara estaba en el ojo del huracán por su positivo por efedrina y, para colmo de males, Gaizka Mendieta debía ser operado de urgencia en Bruselas de una apendicitis. Pese a todo, España solventó el choque con un 3-3, doblete de Dani incluido, y acabó el año 94 empatada a puntos con los belgas en el liderato del grupo. Una igualdad que se mantuvo en el siguiente duelo, ya en marzo de 1995, y que volvió a enfrentar a ambas selecciones en La Rosaleda. Empate a uno y la clasificación más reñida que nunca, pero con un pequeño gran detalle para la historia: aquel 28 de marzo se produjo el debut de Raúl González Blanco con la sub’21. Raúl, que por entonces contaba con apenas 17 años, marcó de cabeza el único gol hispano.

El Mundial sub’20 de Qatar impidió a la emergente estrella blanca acudir al siguiente encuentro clasificatorio, resuelto con un cómodo 0-3 en Armenia, pero desde entonces se encargó de liderar al equipo mientras pedía a gritos una oportunidad en la absoluta. Los caucásicos no ofrecieron demasiada resistencia en Granada y volvieron a caer derrotados por 4-0, lo que sumado a la sorprendente derrota belga en tierras macedonias dejaba a los nuestros en franca posición para seguir peleando por su billete a Atlanta. La temporada 95/96 arrancó con la incorporación al grupo del mago Iván De la Peña y con otra victoria sobre Chipre, 3-1. Para entonces Bélgica se había desinflado y ni siquiera la contundente derrota en Dinamarca (5-1) hizo peligrar el pase español a cuartos de final, rubricado con otra goleada por 4-0 a Macedonia gracias a un hat-trick de Raúl.

Santi, De la Peña y Raúl, líderes del equipo
Con ocho equipos clasificados para cuartos de final, uno de ellos perteneciente a Reino Unido (Escocia) y que por tanto no acudiría a Atlanta (cosas de los británicos), quedaban 7 selecciones para jugarse las 5 plazas olímpicas europeas. Eso era lo importante y así lo demostraba el hecho de que ni siquiera a estas alturas del campeonato se supiera todavía dónde iba a disputarse la fase final del Europeo: sólo se sabía que se jugaría en uno de los países que lograran acceder a semifinales. El sorteo de cuartos pareció benévolo con España al evitarnos a potencias como Portugal, Italia, Francia o Alemania. O eso creíamos entonces, claro, porque la República Checa nos era totalmente desconocida; sin embargo, en unos pocos meses cambiaría nuestra impresión. En la ida disputada el 13 de marzo del 1996 en Granada, España se colocó con un 2-0 antes del descanso (goles de Dani y Roberto Fresnedoso), pero en la segunda parte los checos recortaron distancias por medio de Vladimir Smicer. El mal estado del campo, muy pesado y encharcado en muchas zonas, y la gran presión de un fuerte conjunto checo en el que figuraban hombres como Tomas Repka, Tomas Galasek o Vratislav Lokvenc no permitieron a España desarrollar su fútbol y el partido acabó con ese peligroso 2-1 que convertía la vuelta en Praga en una durísima prueba de madurez para una generación llamada a hacer grandes cosas.

Catorce días después Goikoetxea creyó haber dado con la tecla: para derrotar a Chequia hacía falta músculo y por eso sacó a tres centrales (Santi, Javi Navarro y Corino) y optó por incluir a Iñigo Idiákez en el once, dejando fuera a Lardín y De la Peña. Pero la cosa no funcionó demasiado bien y en el minuto 54 los checos, que estaban con 10 por expulsión de Repka, lograron el gol que les clasificaba virtualmente para los JJ.OO. Ese fue el punto de inflexión del partido: a partir de ahí España se sacudió los nervios y con la entrada de “lo pelat“ el campo se inclinó hacia el área local. En el minuto 70 el zaragocista Fernando Morientes, que acababa de entrar, asistió a Raúl para hacer el empate; los checos bajaron entonces los brazos y el encuentro bien pudo acabar en goleada, aunque hubo que esperar a que Raúl, ya al borde del 90, aprovechara un pase de De la Peña para colocar el 1-2 definitivo, desatando así la fiesta española. La selección podría defender la medalla de Oro lograda en Barcelona 4 años antes, pero primero todavía quedaba un importante objetivo: proclamarse campeones de Europa de la categoría.

Italia (que en el global derrotó 3-0 a Portugal), Francia (4-1 a Alemania) y Escocia (4-3 a Hungría) completaban el cuadro de semifinales y, ante la gran expectación que levantaba en todo el país esta generación de futbolistas, España pujó por conseguir la organización de la fase final. Sin demasiada lucha Barcelona fue la sede elegida y el Estadio Olímpico de Montjuic sería el escenario en el que se dilucidaría el campeón del X Europeo Sub’21. Pero los dos meses escasos que faltaban hasta la fase final no fueron precisamente tranquilos. Por si no hubiera tenido bastante con desoír la continua y creciente demanda popular de ver ya a Raúl y De la Peña en la absoluta, Javier Clemente tomó el mando de la sub’21, relegando a Andoni Goikoetxea (decisión que acabaría provocando la salida de este último de la RFEF tras el torneo), y fue el rubio de Barakaldo quien decidió la convocatoria final y dirigió al equipo desde el banquillo.

Los 18 convocados por Clemente fueron Juan Luis Mora (Oviedo), Jorge Aizkorreta y Aitor Karanka (Athletic Club), Sergio Corino (Mérida) Agustín Aranzábal, Iñigo Idiákez y Javier De Pedro (Real Sociedad), Santi Denia y Roberto Fresnedoso (Atlético de Madrid), Óscar García Junyent e Iván De la Peña (F.C. Barcelona), Gaizka Mendieta, José Ignacio, Sietes y Javi Navarro (Valencia), Jordi Lardín (Espanyol), Fernando Morientes (Real Zaragoza) y Raúl (Real Madrid). Respecto a la base del equipo que había logrado la clasificación destacaba la ausencia de Dani García Lara, que arrastraba una sanción de la UEFA tras haber sido expulsado en los últimos minutos del partido de Praga.

España celebra el gol de De la Peña a Escocia
España volvió a verse favorecida en el sorteo y se enfrentó en semifinales a la Escocia de Christian Dailly, Allan Johnston, Charlie Miller y Simon Donelly, evitando a los cocos italianos y franceses. Sin embargo, nada iba a ser fácil y al cabezazo de Óscar que puso por delante a los nuestros en el minuto 25 replicó Escocia con un tanto de Scott Marshall apenas cinco minutos después. Otros cinco más tarde, De la Peña clavaba una falta en la red escocesa y volvía a adelantar a España, que esta vez ya no se dejaría sorprender por el limitado conjunto británico. Sin ritmo y sin brillantez, pese a los nombres que había sobre el campo, España se limitaba a cumplir el trámite y se plantaba en una final en la que esperaba Italia, defensora del título y que había derrotado con un solitario gol de Francesco Totti a la potente Francia de Raymond Domenech, que contaba con Pires, Bonnissel, Candela, Vieira, Makelele, Dacourt y Wiltord, entre otros.

Italia posa antes de la final
Era esta una Italia verdaderamente fuerte, como todas las de los 90 (no en vano los transalpinos cerrarían la década con 4 de los 5 títulos de la categoría), pero la condición de local de España y la sensación comúnmente aceptada de que el juego que podía desarrollar el equipo hispano era netamente superior al que ofrecían los discípulos de Cesare Maldini hacía que prácticamente todos consideráramos favorita a la selección de Clemente. El equipo español formó con Mora en portería, Santi, Corino, Mendieta y Aranzábal en defensa, José Ignacio, Roberto, De la Peña, Idiákez y Lardín en el centro del campo y arriba Raúl como único punta; mientras que Italia presentó a Angelo Pagotto, Salvatore Fresi, Fabio Cannavaro, Fabio Galante, Alessandro Nesta, Christian Panucci, Raffaele Ametrano, Damiano Tommasi, Massimo Brambilla, Francesco Totti y Nicola Amoruso, dejando en el banquillo a un jovencísimo Gianluigi Buffon y a los conocidos Alessio Tacchinardi, Luigi Sartor, Domenico Morfeo o Marco Delvecchio. Y a pesar de las expectativas, desde el principio se vio que Italia parecía que pisaba Montjuic para algo mucho más importante que un simple partido de fútbol. En los primeros minutos la fuerza, velocidad y mejor disposición sobre el campo de los azzurri acorralaron a los locales, confusos por el dibujo táctico planteado por Clemente, y fruto de ese dominio llegó el gol de Idiákez en propia puerta, al despejar mal una falta sin aparente peligro. Era el minuto 12 y para entonces ya reinaba la sensación de estar viendo un partido de hombres contra niños.

Los niños eran los nuestros, claro, pero eran unos niños francamente buenos. Poco a poco, entre falta italiana y falta italiana, fueron cogiéndole el aire al partido y todo pareció despejarse cuando el austriaco Günter Benko expulsó a Nicola Amoruso por una falta que en realidad fue de Nesta. Era el minuto 35 y siete después llegaría el gol del empate, una auténtica obra de arte de Raúl, quien de forma inesperada (por lo poco que se prodigaba en esas lides) clavó en la escuadra una falta en la frontal del área. La segunda parte se preveía como una operación de acoso y derribo a la muralla italiana y la misión sólo se cumplió a medias: hubo acoso pero nadie fue capaz de derribar a Angelo Pagotto. Espoleados por la superioridad numérica y los metros concedidos por su rival, España se lanzó al ataque con Raúl, De la Peña, Lardín y los recién ingresados Óscar y De Pedro, pero una y otra vez las ocasiones eran desbaratadas por el meta Pagotto o alguno de sus numerosos y aplicados zagueros. La frustración iba en aumento y era imposible no retrotraerse dos años en el tiempo hasta aquella maldita tarde de julio en el Foxboro Stadium de Boston, ante el mismo rival y con casi idéntico desarrollo. Sólo que esta vez no había ningún Baggio sobre el campo, sino un Totti completamente desasistido y abandonado a su suerte.

Acabaron los 90 minutos y empezó la prórroga pero nada más cambió: ni las intenciones de unos y otros ni, por desgracia, el marcador. Hubo ocasiones de sobra, hasta Morientes entró al campo, pero ni por esas, y ni siquiera la expulsión de Raffaele Ametrano por doble amarilla ayudó a que España desequilibrara la balanza. Con nueve hombres Italia aguantó de pie, fiel a su estilo, y alcanzó la meta que se propuso desde que encajara el gol de Raúl. Y entonces llegó el momento que todos recordamos, una tanda de penaltis en la que el dios del fútbol volvió a burlarse de las estrellas que osaron probar fortuna desde los once metros. Tras el fallo inicial de Panucci, De la Peña pifió un disparo que Pagotto atajó sin apuros, y luego Fresi, De Pedro, Pistone, Aranzábal y Nesta convirtieron sus lanzamientos. Con 3-2 para Italia llegaba el turno de la otra gran estrella española, Raúl. Y Raúl falló. Pagotto adivinó sus intenciones y Domenico Morfeo puso la puntilla. Desolados mientras Cannavaro celebraba su premio como mejor jugador de la fase final, los estandartes de la nueva generación hispana, los nuevos ídolos de Madrid y Barça, le daban involuntariamente la razón a un Clemente que los consideraba aún demasiado inmaduros para una Eurocopa absoluta.

Pero el caprichoso destino siempre está dispuesto a dar otra vuelta de tuerca: semanas más tarde, en Wembley serían Nadal y Hierro (cualquier cosa menos jóvenes inexpertos y/o inmaduros) los que desearan que se los tragara la tierra. Los derrotados de Barcelona acudirían luego a Atlanta, donde a las órdenes de Clemente volverían a rendir por debajo de sus posibilidades, siendo barridos en cuartos de final por Argentina. El árbitro de aquel día, que no tuvo influencia en el 4-0 final, fue un tal Gamal Al-Ghandour. El fútbol es un pañuelo, y su dios un duendecillo burlón.


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Fuentes consultadas: 
http://www.rsssf.com
Hemerotecas de El País, ABC y Mundo Deportivo
Imágenes: http://hallofameperico.wordpress.com, http://www.giallorossi.it, http://www.marca.com

martes, 24 de noviembre de 2009

1995, Mundial sub'20: La gloria esquiva

Puede que haya sido la selección juvenil de más calidad en la historia de España. No lo sé. No me siento capacitado para realizar una afirmación tan contundente, pero si hemos de fijarnos en la importancia de los nombres que se reunían en aquel equipo, en lo que ya eran entonces en el fútbol español y en lo que han sido después, lo cierto es que deberían estar como mínimo en el podio de esa hipotética clasificación del talento. Y quizá un título hubiera servido para decantar la balanza a su favor, pero en su camino se cruzó la mala suerte y una selección argentina que de la mano de Pekerman empezaba a escribir una página dorada en la historia del fútbol juvenil. Estamos hablando de la España de Raúl y De la Peña (y de Morientes y Etxeberría y otros muchos), de aquel equipo que nos ilusionó y nos hizo pensar que se acercaba una época de brillo y éxitos en la absoluta que desgraciadamente se nos perdió por el camino en algún lugar entre Bélgica y Corea, a sólo once metros de la gloria.

Y es que la expectación que levantó aquel Mundial sub'20 de Qatar 1995 entre los aficionados españoles pocas veces se había visto con una selección inferior, y casi me atrevería a decir que jamás se ha vuelto a ver. Pese a las quejas de muchos clubes, Andoni Goikoetxea pudo disponer de absolutamente todos los jugadores menores de 20 años que despuntaban en España y que por entonces, en la era pre-Bosman, eran muchos y muy buenos. No se trataba de un combinado al uso, basado en una quinta concreta y con algún refuerzo más joven, sino de una auténtica selección de futbolistas en edad sub'20. La calidad, y no la edad, era el factor determinante para estar en ella. El objetivo estaba claro: había que ganar el Mundial. Esa meta ambiciosa y para nada disimulada y la presencia de los dos jugadores que se postulaban como los futuros referentes de Real Madrid y Barcelona hicieron que el país entero se volcara con un equipo repleto de jugadores de Primera División (o claros aspirantes a serlo en pocos meses):

Núm. - Nombre - Nacimiento - Posición - Club
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1.- Javier LÓPEZ VALLEJO - 22/09/1975 - AR - Atlético Osasuna
2.- ALBERTO SÁNCHEZ González - 09/05/1976 - DF - Real Madrid C.F.
3.- DAVID CORDÓN Mesa - 12/11/1975 - DF - Atlético de Madrid
4.- LUIS MARTÍNEZ Arasa - 10/11/1975 - MC - Real Madrid C.F.
5.- CÉSAR Martín Villar - 03/04/1977 - DF - Real Oviedo
6.- Luis Carlos CUARTERO Laforga - 17/08/1975 - DF - Real Zaragoza
7.- RAÚL González Blanco - 27/06/1977 - DL - Real Madrid C.F.
8.- MÍCHEL SALGADO Fernández - 22/10/1975 - MC - R.C. Celta
9.- Iván DE LA PEÑA López - 06/05/1976 - MC - F.C. Barcelona
10.- ROGER García Junyent - 15/12/1976 - MC - F.C. Barcelona
11.- Joseba ETXEBERRÍA Lizardi - 05/09/1977 - DL - Real Sociedad
12.- "MÍCHEL" Sánchez Muñoz - 30/10/1975 - MC - Rayo Vallecano
13.- MANU Martínez García - 06/01/1976 - AR - F.C. Barcelona
14.- Fernando MORIENTES Sánchez - 05/04/1976 - DL - Albacete B.
15.- RAÚL OCHOA Sáinz de Aja - 14/08/1975 - DL - Athletic Club
16.- Toni VELAMAZÁN Tejedor - 22/01/1977 - MC - F.C. Barcelona
17.- Carles DoMINGO Pladevall - 10/06/1977 - DF - F.C. Barcelona
18.- GORKA López Ochando - 07/01/1976 - AR - C.D. Tenerife



A bote pronto, apenas cuatro nombres pueden resultar desconocidos a día de hoy al aficionado medio, y la historia de todos ellos ya quedó reflejada en este artículo publicado el 18 de noviembre de 2001 en el Magazine del diario El Mundo. Actualizando algunos datos, cabe señalar que el meta Gorka llegó a formar parte de la directiva del C.D. Tenerife y a ejercer de director deportivo en varios equipos de la isla, además de continuar con sus labores empresariales, que su colega Manu jugó posteriormente en el Linares y el Eivissa, que David Cordón desfiló después por Eibar, Cacereño, Zamora, Real Unión, Móstoles o Cobeña (club con el que acabó en los tribunales), que Raúl Ochoa pasó por el Amurrio antes de retirarse en 2005 y que Luis Martínez continúa con su carrera de actor de teatro. Por su parte, el resto de convocados tuvieron un paso más o menos largo por Primera y algunos llegaron incluso a alcanzar el estrellato mundial. Pero en este torneo también estarían otras muchas futuras estrellas, como el brasileño Denilson, el portugues Nuno Gomes (que entonces todavía usaba su apellido real, Ribeiro), el japonés Hidetoshi Nakata, el holandés Wilfred Bouma, el costarricense Paulo Wanchope, el ruso Sergei Semak, el australiano Mark Viduka, los cameruneses Pierre Wome y Geremi o los argentinos Ariel Ibagaza y Juan Pablo Sorín, amén de otros muchos futbolistas que por entonces tenían una considerable proyección, como Denny Landzaat o Nordin Wooter en Holanda, Leo Biagini y Christian Díaz en Argentina, Agostinho y Dani (Sporting Lisboa, Ajax, Atlético) en Portugal o Caio en Brasil, a la postre Balón de Oro del torneo y que tuvo un beve paso por Italia en las filas de Inter y  Nápoles. Una larga lista que convirtió a la qatarí en una de las mejores ediciones disputadas hasta la fecha. Y eso a pesar de que durante varias semanas la disputa del Campeonato Mundial sub'20 de 1995, último con 16 selecciones, estuvo en el aire. En realidad la sede designada para su celebración había sido Nigeria, pero las epidemias de cólera y meningitis que asolaban Enugu y Kaduna, dos de las ciudades que debían acoger partidos del Mundial, y los sempiternos problemas de infraestructuras que presentaba el país africano a sólo un mes del inicio del campeonato obligaron a la FIFA a tomar la decisión de trasladar el torneo. Sonaron varias alternativas, pero el emirato de Qatar apostó fuerte y convenció a los dirigentes de la FIFA, que se decidieron por el minúsculo Estado árabe ante las promesas de seguridad, buenas infraestructuras y máxima celeridad para la organización del Mundial. Las autoridades qataríes cumplieron (aunque no pudieron evitar los intentos de soborno denunciados por varias selecciones durante el campeonato) y el 13 de abril, apenas un mes después de la fecha inicialmente prevista para el comienzo del torneo en Nigeria, el balón comenzó a rodar en Doha.

España había quedado encuadrada en el grupo B, junto a Burundi, Japón y Chile. El once tipo de Goikoetxea durante el torneo estuvo formado por López Vallejo en portería, David Cordón y Míchel Salgado en los laterales, César y Cuartero en el centro de la zaga, Luis Martínez e Iván De la Peña en el mediocentro, Roger y Toni Velamazán en las bandas (aunque era frecuente que Velamazán apoyara más al centro del campo y dejara el carril libre para las incursiones de Salgado, que acababa actuando casi como volante) y arriba la pareja formada por Raúl y un Joseba Etxeberría, entonces todavía en la Real Sociedad, que se mostró mucho más acertado de cara a gol que Fernando Morientes, quien comenzó de titular pero perdió su sitio en favor del benjamín de la convocatoria. Ya desde el primer encuentro ante Burundi, España demostró que no había viajado hasta el Golfo Pérsico para hacer turismo y a base de goles y buen juego presentó oficialmente su candidatura al título. Guiados por De la Peña, nuestros jugadores desarbolaron a una animosa selección africana que no pudo oponer resistencia y acabó cayendo por 5-1, con goles de Morientes (aunque la FIFA se lo adjudique a Luis Martínez por un error en la anotación de los dorsales), Raúl, Roger y dos de Etxeberría, que salió en el descanso y obtuvo un merecido premio a sus buenos minutos. El único lunar fue la expulsión del astro cántabro, que sirvió para que en el partido contra Japón Mingo tuviera su oportunidad en el once inicial, desplazando a Roger al eje de la medular. Aunque fue precisamente el pequeño de los García Junyent quien inauguró el marcador con un gol de cabeza, obviamente el equipo se resintió por la ausencia de "lo pelat" y Japón no pasó demasiados apuros en la primera parte. Tras el descanso los nipones se lanzaron al ataque y lograron empatar por medio de Hidetoshi Nakata, que marcó un gol olímpico. El encuentro se complicaba pero apareció Raúl para adelantar de nuevo a España y sentenciar el pase a cuartos a falta de menos de diez minutos. El último partido ante Chile sirvió como de costumbre para dar minutos a los menos habituales (de hecho los guardametas Manu y Gorka se repartieron el encuentro), pero con jugadores como Raúl, Etxeberría, De la Peña o el rayista Míchel sobre el campo no era descabellado pensar en una cómoda victoria ante un cuadro chileno que apuraba sus opciones de clasificación tras fallar inexplicablemente ante Japón y Burundi. Dos goles de Etxeberría en el primer cuarto de hora y otro de Raúl Ochoa antes del descanso sentenciaron una victoria que se transformó en goleada con el cuarto, obra de Míchel, y que acabó en una auténtica borrachera de goles en una segunda parte completamente rota. Dos nuevos tantos de Raúl Ochoa e Iván De la Peña y tres más por parte chilena sellaron un escandaloso 6-3 con el que se remató esta primera fase. Nadie aguantaba la comparación con España, sus trece goles marcados la convertían con diferencia en el mejor ataque y sólo la aparente fragilidad de la línea defensiva (sin un mediocentro defensivo puro y con dos laterales que destacaban más en ataque que en defensa) generaba cierta dudas.


Pero la ilusión seguía por todo lo alto, y más tras la exhibición de cuartos de final ante Rusia. Casi sin tiempo para sentarnos ante el televisor Raúl hizo el primero, diez minutos después Etxeberría marcó el segundo y antes del ecuador de la primera parte España había sentenciado su pase a semifinales con otro gol del jovencísimo delantero de la Real Sociedad. El resultado al descanso pudo haber sido de escándalo a poco que Raúl, Toni Velamazán y compañía hubieran afinado un pelo su puntería, pero hubo que esperar al minuto 60 para ver sl siguiente gol, nuevamente obra de un Etxeberría en estado de gracia que firmaba su séptimo tanto en el campeonato y se postulaba ya como favorito indiscutible para llevarse la Bota de Oro. Rusia acortó distancias de penalti y por momentos reaparecieron las lagunas defensivas, aunque se achacaron a un resultado cómodo y al orgullo rival. Pero lo cierto es que los fallos existían y en semifinales Argentina iba a aprovechar perfectamente esos desajustes. Pekerman ya había dado una lección táctica en cuartos ante Camerún y volvió a sacar el librillo para impartir una nueva clase magistral de estudio del rival y aprovechamiento de sus debilidades. Con férreos marcajes sobre Raúl y Etxeberría, dos líneas muy juntas para dificultar la actividad de De la Peña y recurriendo sin rubor a las faltas tácticas cuando fue necesario, Argentina se encomendó a su portero Irigoytia y a las contras que pudiera lanzar Ariel Ibagaza, logrando mantenerse a flote tras las primeras acometidas de una España que hasta entonces siempre había roto sus partidos con una salida fulgurante. Sin embargo, esta vez las ocasiones no se materializaron y por contra, en el primer acercamiento albiceleste, Leo Biagini aprovechó un error en el despeje de la zaga española para adelantar a los suyos. El gol fue un jarro de agua fría para una España sin ideas y que sólo creaba peligro con los lanzamientos de falta de Roger y De la Peña, a los que Irigoytia respondía como un coloso. En el descanso Goikoetxea se la jugó retirando a Salgado para dar entrada al atacante Raúl Ochoa, y se dice que cuando Pekerman vio que España iba a quedarse con una línea de tres atrás comentó a sus ayudantes que nuestra selección se acababa de suicidar. Lo cierto es que en los primeros instantes de la segunda parte España encerraba a Argentina en su área pero los contragolpes sudamericanos eran mortales, llegando muchas veces en superioridad a la meta de López Vallejo, y no tardaron ni diez minutos en hacer el segundo gol. Luego Velamazán se autoexpulsó en una jugada absurda y Argentina se dedicó a bailar al juguete roto en el que se había convertido nuestra selección. El partido acabó 0-3 pero pudo haber sido aún peor, y la decepción que supuso una elminación tan inesperada como justa seguramente contribuyó a la derrota también en el partido por el tercer puesto. Portugal, vigente campeona de Europa (había vencido en el Europeo sub'18 de 1994, celebrado en Extremadura, en el que España había acabado tercera) también llegaba tocada a ese partido tras haber caído en el minuto 93 y jugando con nueve ante Brasil, y el duelo estuvo marcado por la apatía general, de la que en la primera parte sólo se salvaron un Salgado que quería reivindicarse tras haber sido sustituido en semifinales cuando estaba siendo el mejor del equipo y un De la Peña que intentaba por todos los medios ganar votos para llevarse algún premio. Ambos hicieron los goles que al descanso colocaban un cómodo 2-0 para España, pero mediada la segunda parte reaparecieron los errores defensivos, Portugal reaccionó y sus figuras Dani y Nuno Gomes, éste en dos ocasiones, marcaron para darle la vuelta al marcador.

España se volvía a casa con una amarga cuarta posición y la única distinción individual de Joseba Etxeberría como máximo goleador, sin duda un premio importante pero pequeño en comparación con las expectativas que había despertado este equipo, y el triunfo final de una Argentina con menos calidad que la selección española pero mucho mejor dirigida tácticamente no hizo sino aumentar la sensación de oportunidad perdida. Las críticas a Goikoetxea por la falta de rigor defensivo y algunas decisiones poco acertadas fueron numerosas y puede que justas, pero tampoco debemos obviar que muchas de ellas fueron claramente interesadas: varios equipos habían perdido a jugadores importantes en un tramo decisivo de la temporada y eso enturbió el ambiente, y sin duda muchos medios tampoco quisieron dejar pasar la oportunidad de atizarle, aunque fuera de rebote, al seleccionador nacional Javier Clemente. Pero por encima de polémicas debemos quedarnos con unos chavales que desde luego pusieron todo de su parte y demostraron que España tenía potencial para hacer algo grande en categoría absoluta. Aunque finalmente no fueran ellos los encargados de conseguirlo, sin lugar a dudas marcaron el camino a seguir por esos que sí lo lograron.