Minuto 80 de la final del Europeo sub’21. España gana por 1-0 a Suiza. Los nuestros han dominado amplia y claramente el partido, pero la selección helvética está empezando a empujar en busca del empate y ya ha tenido un par de acercamientos peligrosos. Sobra decir que estamos en un momento muy delicado del partido. Iker Muniain agarra la bola en el campo suizo, apenas unos metros más allá de la divisoria, y es derribado por un rival. Falta clara. El partido se detiene mientras el árbitro Paolo Tagliavento decide si las asistencias deben entrar o no, y todo el mundo se toma un respiro. Los jugadores se refrescan, hablan entre ellos para darse ánimos y transmitirse instrucciones de sus banquillos. Milla aprovecha para introducir un cambio.
Adrián, máximo goleador del campeonato, se dirige a la banda con paso lento.
El resto de futbolistas esperan pacientemente a que el asturiano se retire. Quienes hemos estado dentro de un campo (al nivel que sea), conocemos esa extraña atracción que produce la parsimoniosa retirada de un jugador a esas alturas de partido. Sin saber por qué, acabas mirando al rival que se va, como si quisieras empujarlo con la vista para que salga del campo de una maldita vez. Sólo cuando por fin choca la mano con su compañero y este entra corriendo al terreno de juego, devuelves tu atención al juego que está a punto de reanudarse. Eso hicieron los jóvenes suizos. Y ese despiste momentáneo acabó con sus esperanzas de ganar el Europeo.
Rara vez un jugador lanza una falta directamente a puerta desde tan lejos, y no es sólo por la dificultad que entraña la distancia. Por esos automatismos que se adquieren en el juego, estoy seguro de que, si no se hubiera producido ese parón, alguien se habría quedado cerca de la pelota para obstaculizar un posible saque rápido. A partir de ahí, Suiza se habría situado defensivamente y, aunque el árbitro hubiese ordenado dejar distancia para que se pudiera efectuar el saque, es muy probable que para entonces el buen guardameta Sommer ya estuviera atento y bien colocado para abortar un hipotético disparo directo. Pero además es que España no necesitaba colgar un balón al área rival, no apuesta por el juego directo y saca la inmensa mayoría de faltas en esa zona con la única intención de mantener la posesión del esférico. Un pase horizontal o incluso retrasado era la opción más probable, con o sin cambio de por medio. Sin ese parón, en definitiva, era una falta más en una zona sin peligro.
Pero el cambio de España hizo que Suiza se desenchufara del juego durante un instante que resultó definitivo. Un balón parado, un equipo entero mirando a otra parte y un tipo con la inteligencia y la confianza necesarias como para ver la oportunidad e intentar aprovecharla. Así se cerró la final del Europeo sub’21. Adrián llega por fin a la banda, Jeffren entra en el campo y al instante el colegiado italiano pita para que se reanude el juego. Casi a la vez, Thiago golpea y sorprende a todos. Golazo. Repasando el vídeo se observa que sólo un jugador suizo, el más cercano al centrocampista del Barça, está mirando al balón cuando Tagliavento toca su silbato. Es el futbolista que debería haber permanecido junto a la pelota hasta que el árbitro (siempre a instancias de quien saca la falta) le ordenara retrasarse. Es el futbolista que debería haber servido de despertador para sus compañeros, el que los alertara de las aviesas intenciones de Thiago, quien ya oteaba la portería con ojos golosos. No lo hizo. Tampoco le culpemos: los demás también podían haber dado la voz de alarma, pero ni siquiera estaban mirando.
Inexperiencia, cansancio, despiste, exceso de confianza… Tiene mil excusas, casi todas comprensibles, aunque ninguna eximente. Tampoco me he molestado en averiguar quién es. Él no es el responsable único de un gol al alcance de muy pocos, y en el que el golpeo (perfecto) casi es lo de menos. Pero estoy seguro que desde el sábado, él y todos los sub’21 suizos (y espero que algunos más) ya saben que está prohibido perder la concentración durante los 90 minutos, pase lo que pase. Porque no suele pasar nada, pero a veces ocurre que enfrente tienes a un genio como Thiago.
PD.- Más adelante (quizás otro año), toque recordar este gran campeonato sub'21 que hemos vivido. Está muy reciente y ya sabéis que a mí me gusta más escribir pasado el tiempo. Hoy sólo quería analizar un gol que la mayoría de medios tan solo han destacado por el preciso y precioso golpeo de Thiago, obviando las circunstancias que propiciaron esa genialidad.
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miércoles, 29 de junio de 2011
martes, 27 de octubre de 2009
Partido 1: España - Estados Unidos
2-1
Arrancó el Mundial sub'17 para España y lo hizo con una trabajada victoria en un partido marcado por la inferioridad numérica hispana durante los 90 minutos y los apagones que se sucedieron durante la segunda parte y que hicieron que el duelo se prolongara más de lo normal. En el encuentro a priori más complicado del grupo, Meléndez salió con Badía en la puerta, Aurtenetxe y Dalmau en los laterales, Muniesa y Sergi Gómez en el centro de la zaga, y Koke de pivote defensivo. Y paro aquí porque ya no nos dio tiempo a comprobar las posiciones del resto de españoles (Sarabia, Edu Ramos, Muniaín, Borja e Isco), ya que desde luego que peor no pudo comenzar el partido. Cumplido el primer minuto, sin apenas tiempo para asentarse sobre el césped, un balón largo sorprendió a la zaga hispana y Sergi Gómez derribó clamorosamente al delantero estadounidense McInerney antes de que éste pudiera entrar en el área. Expulsión justa y un duro golpe que no vendría solo: la falta se botó sin consecuencias pero, apenas un minuto después, un saque de banda originó un centro al corazón del área que el propio McInerney, tras un aparente choque con Edgar Badía, introdujo en la meta hispana ante el asombro general, ya que por un instante la falta al portero pareció clara. Pero la repetición nos demostró que no hubo tal contacto y el gol subió al marcador con todas las de la ley. Meléndez no tardó en recomponer al equipo, dando entrada al defensa Jordi Amat por el punta Isco, y España se dispuso a remar contra la corriente. Tras unos primeros instantes de confusión, pronto nuestros chavales se hicieron con el control del balón y, pese a estar con un jugador menos, empezaron a llegar con peligro al área rival aprovechando su mayor velocidad. Borja avisó en el minuto en el minuto 15 tras una gran jugada de Sarabia por la izquierda y ya no perdonó en el 21, rematando a placer una gran combinación entre Muniaín y el propio Sarabia. Al filo de la media hora, un balón en largo de Badía dio origen al segundo gol español: Borja se deshizo de su par aprovechando bien su cuerpo, controló perfectamente y envió un medido pase al segundo palo por donde apareció Sarabia, que se fue de su defensor con el control y, casi sin ángulo, batió a Edwards con un gran disparo cruzado. La alegría estalló en el banquillo español ante la perfecta demostración de calidad y pundonor que estaban realizando sus compañeros sobre el rectángulo de juego. Aturdida por la furibunda reacción hispana y totalmente sobrepasada por las circunstancias, la selección estadounidense pasó a dominar el balón (que España le regaló gustosa tras el esfuerzo de la remontada) y volvió a acercarse a la meta de Badía con jugadas a balón parado bien solventadas por la defensa española, antes de que el portero del Espanyol se luciera en un mano a mano ante el incisivo McInerney en una jugada que se repitió un minuto después en el área americana, también con victoria del guardameta sobre el delantero. Borja corría detrás de cada sombra y su presión solitaria se bastaba para poner en dificultades a la bisoña zaga estadounidense. Se llegó al descanso con esa ventaja para España y una sensación de superioridad, pese a estar con un jugador menos, que nos llenaba de alegría y orgullo, justo lo que pedíamos en la previa a estos jóvenes proyectos de estrellas.
El técnico colombiano Wilmer Cabrera introdujo dos cambios para tratar de revertir la situación, pero Estados Unidos acusó el principal defecto que suelen tener casi todas sus selecciones: la falta de ese futbolista distinto, que tenga esa capacidad para salirse del guión establecido que diferencia a los buenos jugadores de los excepcionales. En Estados Unidos todos cumplen pero nadie destaca, y ni siquiera encuentran en el bloque la solución a los partidos que se les complican. Ante esa circunstancia, la comparación que surgía cada vez que Edu Ramos, Sarabia, Muniaín o Borja agarraban la pelota era casi insultante. España seguía sin pasar apuros, y ni siquiera el tiempo muerto que provocó el apagón de una de las torretas de iluminación (algó que nos recordó a otro partido complicado de hace diez años) sirvió para que los norteamericanos despejasen sus ideas. Sus acciones de ataque morían siempre en los pies de algún defensor español, más rápido en la lectura de la jugada que los delanteros rivales en la ejecución. España se replegó, como había hecho al final de la primera parte, dejando arriba al recién incorporado Kevin Lacruz (sustituto de un exhausto Borja) con la idea de lanzar a las flechas Sarabia y Muniaín cuando el ariete lograra hacerse con una bola. Apenas un par de minutos después de la entrada del chaval del Zaragoza, Estados Unidos por fin mostró algo de calidad. Luis Gil se desembarazó de la presión de tres defensores españoles con un buen gesto técnico y sirvió un balón en profundidad para la llegada del recién incorporado Chavez, que se plantó solo ante Edgar Badía pero no pudo superar al meta espanyolista, que volvió a demostrar una gran frialdad. Tras esa clara ocasión, nuevos fallos eléctricos dilataron el choque, dando a España un respiro siempre bienvenido cuando se está en inferioridad y se comienza a pasar apuros. Con el juego otra vez en marcha Estados Unidos seguía controlando la posesión pero se veía incapaz de poner a prueba al portero español, y de hecho la ocasión más clara en este tramo del partido fue un remate al poste de Kevin Lacruz a cinco minutos para el 90, que no para el final, puesto que el alargue se fue nada menos que hasta los 14 minutos. Aunque los norteamericanos se volcaron, lo cierto es que apenas generaron ocasiones. Su ya comentada incapacidad para inventar y los nervios propios de quien ve cómo se le escapa un partido que tuvieron en la mano desde el primer minuto bastaron para que España, con una defensa impecable, frenara sin excesivos apuros las acometidas estadounidenses. Así se llegó al final, con el rival derrumbado sobre el césped y los nuestros celebrando por todo lo alto una victoria que sirve para encarrilar la clasificación a octavos y para dar un golpe de autoridad ante los ojos de todo el mundo. Ahora, casi sin tiempo para saborear el triunfo, toca pensar ya en el partido de pasado mañana ante Emiratos Árabes (19:00, Eurosport). Los emiratíes vencieron a Malaui en el otro partido del grupo, por lo que una nueva victoria española prácticamente nos aseguraría la primera plaza del grupo. Si con once jugadores los de Meléndez son capaces de jugar al mismo nivel que con diez, estos chicos pueden hacer algo grande.
TODO sobre el partido en FIFA.com
El técnico colombiano Wilmer Cabrera introdujo dos cambios para tratar de revertir la situación, pero Estados Unidos acusó el principal defecto que suelen tener casi todas sus selecciones: la falta de ese futbolista distinto, que tenga esa capacidad para salirse del guión establecido que diferencia a los buenos jugadores de los excepcionales. En Estados Unidos todos cumplen pero nadie destaca, y ni siquiera encuentran en el bloque la solución a los partidos que se les complican. Ante esa circunstancia, la comparación que surgía cada vez que Edu Ramos, Sarabia, Muniaín o Borja agarraban la pelota era casi insultante. España seguía sin pasar apuros, y ni siquiera el tiempo muerto que provocó el apagón de una de las torretas de iluminación (algó que nos recordó a otro partido complicado de hace diez años) sirvió para que los norteamericanos despejasen sus ideas. Sus acciones de ataque morían siempre en los pies de algún defensor español, más rápido en la lectura de la jugada que los delanteros rivales en la ejecución. España se replegó, como había hecho al final de la primera parte, dejando arriba al recién incorporado Kevin Lacruz (sustituto de un exhausto Borja) con la idea de lanzar a las flechas Sarabia y Muniaín cuando el ariete lograra hacerse con una bola. Apenas un par de minutos después de la entrada del chaval del Zaragoza, Estados Unidos por fin mostró algo de calidad. Luis Gil se desembarazó de la presión de tres defensores españoles con un buen gesto técnico y sirvió un balón en profundidad para la llegada del recién incorporado Chavez, que se plantó solo ante Edgar Badía pero no pudo superar al meta espanyolista, que volvió a demostrar una gran frialdad. Tras esa clara ocasión, nuevos fallos eléctricos dilataron el choque, dando a España un respiro siempre bienvenido cuando se está en inferioridad y se comienza a pasar apuros. Con el juego otra vez en marcha Estados Unidos seguía controlando la posesión pero se veía incapaz de poner a prueba al portero español, y de hecho la ocasión más clara en este tramo del partido fue un remate al poste de Kevin Lacruz a cinco minutos para el 90, que no para el final, puesto que el alargue se fue nada menos que hasta los 14 minutos. Aunque los norteamericanos se volcaron, lo cierto es que apenas generaron ocasiones. Su ya comentada incapacidad para inventar y los nervios propios de quien ve cómo se le escapa un partido que tuvieron en la mano desde el primer minuto bastaron para que España, con una defensa impecable, frenara sin excesivos apuros las acometidas estadounidenses. Así se llegó al final, con el rival derrumbado sobre el césped y los nuestros celebrando por todo lo alto una victoria que sirve para encarrilar la clasificación a octavos y para dar un golpe de autoridad ante los ojos de todo el mundo. Ahora, casi sin tiempo para saborear el triunfo, toca pensar ya en el partido de pasado mañana ante Emiratos Árabes (19:00, Eurosport). Los emiratíes vencieron a Malaui en el otro partido del grupo, por lo que una nueva victoria española prácticamente nos aseguraría la primera plaza del grupo. Si con once jugadores los de Meléndez son capaces de jugar al mismo nivel que con diez, estos chicos pueden hacer algo grande.
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