(0-3)
Decíamos en la anterior entrada que con la expulsión de Bojan en las semifinales se esfumaban muchas de las opciones de España de alzarse por fin con un Mundial sub'17, y hoy conviene rectificar en parte tal afirmación. Porque si el fútbol nos apasiona tanto es en buena medida por su interminable capacidad para romper teorías, estadísticas e hipótesis varias, lo que hace poco recomendable afirmar categóricamente algo como que con Bojan el resultado hubiera sido distinto. Y hay que rectificar también porque no hacerlo sería desmerecer el esfuerzo de un equipo que hizo todo lo necesario para ganar sin él, y que si no logró alzar ese título maldito que no quiere lucir en las vitrinas de la Federación no fue por la ausencia de su principal artillero, sino por un cúmulo de detalles que tendemos a englobar en eso que llamamos fortuna y que aquel 9 de septiembre no quiso sonreir a la imberbe tropa de Santisteban. Pero a pesar de todo es inevitable pensar que con el barcelonista sobre el césped de Seúl al menos el partido hubiera sido diferente. Sin duda. De entrada su ausencia trastocó el habitual dibujo del técnico sevillano, que apostó por un 4-2-3-1 en el que Fran Mérida retrasaba su posición para acompañar a Camacho en el doble pivote, en detrimento del habitual Ximo, con la clara intención de dominar el juego desde atrás para superar al potente centro del campo africano y surtir de balones a una línea formada por Iago Falqué, Isma López y Lucas Porcar en constante intercambio de posiciones, y dejando a Dani Aquino como única referencia en punta. Ya que no se podía contar con la genialidad de Bojan, capaz de cambiar el rumbo de un partido en una acción aislada, el objetivo era tener más el balón y aprovechar las llegadas desde segunda línea, quitarse complejos y tratar de tú a tú a una selección nigeriana que se presentaba como favorita y que tenía una de sus mejores armas en la conexión entre el cerebro Ibrahim Rabiu y el delantero Macauley Chrisantus, máximo goleador del torneo con 7 tantos. El planteamiento surtió efecto y en ningún momento España dio sensación de sentirse vencida de antemano, como preveían muchos analistas que sin duda no contaban con la extraordinaria labor de mentalización de Santisteban. El partido era tenso y ambos equipos buscaban la portería contraria, respondiendo a cada llegada del rival con otra tanto o más peligrosa, primero con disparos lejanos y después con sendos remates desde dentro del área que bien pudieron haber inaugurado el marcador, pero el extremo Rafeal mandó fuera la mejor oportunidad nigeriana y luego el balón de Sergio Rodríguez se topó con un defensor cuando ya casi rozaba la invisible frontera del gol.
La segunda parte arrancó con una ocasión española en la que Aquino estuvo a punto de cazar un envenenado servicio de Isma López, y quizá esa acción sirvió par definir los papeles de este segundo periodo ya que España se hizo con los mandos del partido y Nigeria se limitó a contener los ataques hispanos y buscar alguna acción aislada que le pusiera en ventaja. España tocaba bien pero se echaba en falta algo más de chispa en ataque, una pizca de decisión a la hora de buscar la puerta rival, lo que se traducía en pocas llegadas al área de un rival acomodado que daba la sensación de estar dominando la final aunque el balón estuviera en los pies de los españoles. Bajo ese estéril dominio hispano, ambos equipos establecieron el mismo diálogo del primer tiempo y respondían a los acercamientos del contrario con otro de similar peligro, en este caso bien solventados por los dos guardametas, aunque en honor a la verdad apenas hubo intercambio de golpes hasta casi el descuento. Llegados a ese punto el choque enloqueció y en apenas tres minutos vimos más ocasiones que en los cuarenta y cinco anteriores. Primero Aquino lanzó una volea que Ajiboye detuvo con apuros, luego De Gea se lució a disparo de Sheriff Isa, y finalmente Ajiboye estuvo a punto de tragarse un lejanísimo centro de Fran Mérida, aunque el colegiado nipón le echó una mano y anuló la acción por una supuesta falta de un delantero español cuando empezábamos a discutir sobre si el portero nigeriano había acabado con el balón dentro de su meta.
Se llegaba así a una prórroga en la que España acusó el esfuerzo acumulado en los partidos de cuartos y semifinales, disputados también sobre 120 minutos, pero en la que Nigeria no demostró estar mucho más fresca y se mostró algo escasa de ambición ante un rival sin ideas y físicamente fundido. Pero no fue precisamente ambición lo que le faltó al capitán africano, Kingsley Udoh, cuando justo antes del final de la primera parte del tiempo extra lanzó un impresionante disparo desde su propio campo que se estrelló en el larguero de un desconcertado De Gea. Pero el partido se había desarrollado a base de jugadas casi simétricas y al borde del pitido final fue Iago Falqué quien se topó con el travesaño en un bonito disparo que buscaba la escuadra. Era la hora de los penaltis, y aquí concluyó esa fórmula de réplica y contrarréplica que había marcado el encuentro, porque Nigeria alcanzó la gloria por la vía rápida, en sólo tres turnos de lanzamiento. Mientras que De Gea no pudo atajar ninguno de los tres tiros africanos, Illarra lanzó fuera el primer penalti español y luego Fran Mérida y Falqué se encontraron con las manos de un Ajiboye que luego confesaría ser novato en estas lides pero que se comportó como un auténtico experto, adivinando las intenciones de los lanzadores hispanos y convirtiéndose en el héroe de una selección que lograba así su tercer entorchado de la categoría, igualando a Brasil en el número de títulos y dejando a España con la triste estadística de tres finales disputadas y ninguna victoria. Pero si el fútbol nos apasiona tanto es en buena medida por su interminable capacidad para romper teorías, hipótesis y estadísticas varias, y tarde o temprano este esquivo título acabará llegando. En 1999 se logró en Nigeria el Mundial sub'20. Diez años después, se celebra allí el Mundial sub'17. Sería una bonita manera de cerrar el círculo.
Ficha del partido:
Final del Campeonato del Mundo sub'17 de 2007, disputada en el World Cup Stadium (Seúl). 36125 espectadores
ESPAÑA 0 (0): De Gea (GK); Nacho (-67, Alex), Sergio Rodríguez, Rochela, Morgado (-106, Illarra); Camacho (C), Fran Mérida, Iago Falqué, Lucas Porcar (-80, David González), Isma López; Dani Aquino
NIGERIA 0 (3): Ajiboye (GK); Mustapha Ibrahim, Udoh (C), Joshua, Edile; Osanga (-72, Akinsola), Alfa (-95, Abdulkarim), Rabiu Ibrahim, Rafeal (-46, Isa); Osen, Chrisantus
Goles:
Tanda de Penaltis: 0-1 Edile (NIG, gol), 0-1 Illarra (ESP, falla); 0-2 Joshua (NIG, gol), 0-2 Fran Mérida (ESP, para Ajiboye); 0-3 Oseni (NIG, gol), 0-3 Iago Falqué (ESP, para Ajiboye)
Árbitro: Yuichi Nishimura (JPN)
Tarjetas: Rafeal (NIG, min. 43), Lucas Porcar (ESP, min. 61), Abdulkarim (NIG, min. 118), Fran Mérida (ESP, min. 120)
TODO sobre el partido en FIFA.com
Tarde o temprano este título acabará llegando, aunque no sea de la mano del hombre que más ha luchado para conseguirlo, Juan Santisteban. El sevillano perdió las tres finales disputadas (1991, 2003 y 2007) y su etapa en las categorías inferiores de la selección acabó en 2008, por lo que no será él quién dirija al equipo que logre acabar con la maldición. En Corea fue fiel a su estilo de toque y presentó un equipo compacto y con mucha técnica que fue un más que digno finalista. De Gea confirmó en la cita mundialista lo apuntado en el Europeo y brilló en todas sus intervenciones, dando seguridad a una defensa en la que Rochela destacó por encima del resto. El deportivista fue el líder de una zaga en la que hubo muchas variaciones por diferentes motivos y de la que podríamos destacar también al lateral alavesista Morgado por su trabajo defensivo. En el centro del campo Camacho demostró mucho oficio y estar preparado ya para dar el salto al fútbol profesional. Ximo Forner estuvo algo desdibujado y acabó perdiendo su puesto en el once, pero dejó muestras de su potencial, como Lucas Porcar, que tampoco llegó en su mejor momento. De entre los hombres de banda destacó sobre todo Isma López, muy incisivo en sus acciones y más regular que Iago Falqué, aunque la clase del barcelonista era innegable y cuando aparecía siempre daba sensación de peligro, al igual que Fran Mérida, que demostró saber desenvolverse igual de bien en la mediapunta que en el mediocentro, aunque ahí se notara un poco más su escasa disciplina defensiva. Jordi Pablo funcionó bien como revulsivo hasta su lesión en cuartos de final, mientras que Dani Aquino cumplió siempre, peleando cada balón y apareciendo en momentos importantes con sus goles. Pero por encima de todos brilló Bojan Krkic, que demostró estar un peldaño por encima del resto y justificó la decisión de su club de incorporarle a la primera plantilla. Rápido, hábil y siempre más listo que los rivales, Bojan fue la estrella del torneo, capaz de aparecer de la nada para resolver un partido, y si sólo se llevó el Balón de Bronce fue sin duda por su ausencia en la final. Y de haber estado quizás la historia hubiera sido distinta... O no. Por eso nos gusta el fútbol, ¿no?.