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miércoles, 25 de diciembre de 2013

1991, Mundial sub'17: Un verano en la Toscana

Después de haber celebrado tres ediciones de categoría sub’16, la FIFA cambió sus normativas de edad y el de 1991 se programó como el primer Mundial de categoría sub’17 de la historia. Ecuador fue la sede designada inicialmente para acoger el campeonato; por desgracia, a comienzos de aquel mismo año se desató una epidemia de cólera en Sudamérica que afectó gravemente a numerosas regiones del país andino y la FIFA se vio obligada a trasladar el torneo a Europa. Aunque en un primer momento se afirmó que España sería la sede de emergencia, finalmente el gran éxito organizativo que había sido el Mundial absoluto de 1990 hizo que Italia fuera el anfitrión elegido. Superada la crisis sanitaria, Ecuador acogería el Mundial sub’17 de 1995 (curiosamente, en 1995 el Mundial sub’20 se tuvo que celebrar en Qatar por otra epidemia de cólera, esta vez en Nigeria, país que como sabemos acabó organizando el de 1999), pero el caso es que en 1991 dieciséis selecciones prejuveniles se plantaron en la Toscana dispuestas a pasar la segunda quincena de agosto en aquel incomparable marco, pues la bella región acogió el campeonato en su totalidad. Montecatini fue la base de operaciones de todos los equipos y los partidos se disputaron en dicha localidad y en Viareggio, Carrara, Massa y Livorno, quedando reservado el Comunale de Florencia como escenario de la gran final.

En la portada del Informe Técnico
se puede observar la línea que
prolongaba la frontal del área
para delimitar la zona de
aplicación del fuera de juego.
Si bien Italia’90 había sido, como ha quedado dicho, un éxito de organización, la baja calidad general del juego y, sobre todo, la escasa ambición ofensiva que habían mostrado la mayoría de selecciones participantes hizo que la FIFA se decidiera a buscar nuevas ideas que aportaran más frescura al deporte rey. Así, durante la década de los noventa los campeonatos juveniles se convirtieron en un inmejorable banco de pruebas para distintas reglas y sugerencias más o menos atrevidas. Algunas no pasaron de meros experimentos fallidos y otras consiguieron hacerse un hueco en el Reglamento, pero todas pusieron en bastantes apuros a unos chavales que apenas tenían tiempo para acostumbrarse a ellas antes de iniciar su lucha por un título mundial. En este Mundial sub’17 de 1991 se pusieron en práctica dos innovaciones reglamentarias: quedaba prohibido que el portero recogiera con las manos un pase voluntario con el pie de algún compañero, y sólo existiría el fuera de juego en los últimos dieciséis metros de campo (es decir, desde la altura del área grande hasta la línea de fondo). La primera regla, la de la cesión, acabó siendo aceptada por la International Board y puede decirse que ha cambiado profundamente la concepción del juego y, sobre todo, la del puesto de guardameta, pero la segunda fue un fracaso estrepitoso al que muchos jugadores y seleccionadores achacaron el mal papel de sus equipos en el Mundial de la Toscana. Como permitía a los delanteros situarse de forma casi fija en el borde del área, la nueva norma obligaba a los defensas a quedarse también allí, lo que o bien alargaba los equipos hasta límites insostenibles para cualquier centrocampista o bien acababa provocando una enorme concentración de jugadores en los últimos metros que embotellaba el juego y dificultaba los ataques, precisamente lo contrario de lo buscado. Las quejas fueron unánimes y la FIFA no necesitó más pruebas para descartar aquella idea, así que las líneas que prolongaban la frontal del área hasta las bandas nunca más volvieron a pintarse sobre un campo de fútbol.

España, selección debutante en un Mundial de esta categoría, llegaba como una de las máximas favoritas gracias al brillante Campeonato de Europa conquistado tres meses antes en Suiza. La inmensa mayoría de los dieciocho jugadores convocados por Juan Santisteban habían formado parte de aquella escuadra ganadora; de hecho, de los dieciséis campeones de Europa sólo el mediocentro mallorquín Gabriel Capó y el portero madridista Carlos Redondo se quedaron sin acudir a Italia. En su lugar viajaron el central Felipe Vaqueriza y el meta coruñés Álex Sánchez, mientras que Joyce Moreno y Pepe Gálvez se beneficiaron de las dos plazas extra. Estos fueron los elegidos por el seleccionador español:


Núm. - Nombre - Nacimiento -Posición - Club
--------------------------------------------------------------------
1.- Javier LÓPEZ VALLEJO – 22/09/1975 – AR – C.A. Osasuna
2.- José GÁLVEZ Estévez – 03/08/1974 – DL – R.C.D. Mallorca
3.- Carlos CASTRO Caputo – 17/12/1974 – DF – Sevilla F.C.
4.- César PALACIOS Chocarro – 19/10/1974 – DF – C.A. Osasuna
5.- Enrique MEDINA Ortega – 14/09/1974 – DF – Valencia C.F.
6.- RAMÓN González Expósito – 25/11/1974 – DF – Real Valladolid C.F.
7.- JUAN CARLOS Gutiérrez Calderón – 09/10/1974 – DF – F.C. Barcelona
8.- GERARDO García León – 07/12/1974 – MC - C.A. Osasuna
9.- Carlos Alejandro Sierra Fumero, “SANDRO” – 14/10/1974 – MC – Real Madrid C.F.
10.- Pedro VELASCO Morón – 08/10/1974 – MC – Real Madrid C.F.
11.- Antonio Segura ROBAINA – 30/11/1974 – DL – U.D. Las Palmas
12.- Juan Carlos MURGUI Pardo – 15/11/1974 – DL – F.C. Barcelona
13.- José Alejandro Sánchez García, “ÁLEX” – 30/12/1974 – AR – R.C. Deportivo
14.- José Miguel López Quevedo, “JOSEMI” – 06/08/1974 – DL – Rayo Vallecano
15.- Felipe VAQUERIZA Rodríguez – 23/01/1975 – DF – Real Madrid C.F.
16.- EMILIO José Carrasco Ortiz – 14/11/1974 – MC – U.D. Pavía
17.- Joyce Renato MORENO Venecia – 29/09/1974 – DF – Real Madrid C.F.
18.- Daniel García Lara, “DANI” – 22/12/1974 – DL – Real Madrid C.F.


Los chavales llegaron a la concentración previa tras unas largas vacaciones y apenas pudieron disputar un par de amistosos antes de viajar a Italia, por lo que a Santisteban le costó mucho devolverles el ritmo de competición. El técnico sevillano optó por usar la misma alineación tipo del Campeonato de Europa, la formada por López Vallejo; Castro, Quique Medina, Palacios, Juan Carlos; Gerardo, Sandro, Velasco, Emilio; Robaina y Murgui. Ramón, que podía jugar tanto de central como de lateral izquierdo, era la principal alternativa que el seleccionador manejaba para la defensa, y Gálvez el delantero que solía aparecer desde el banquillo. El resto de convocados tuvo un papel meramente testimonial: el portero suplente Álex y Joyce Moreno no llegaron a debutar, Josemi disputó 9 minutos repartidos en tres encuentros y Dani García Lara sólo jugó el último cuarto de hora del partido inaugural, mientras que Vaqueriza hizo su debut (aunque jugando como titular, eso sí) el día de la final, debido a la sanción de Quique Medina.

Gerardo dispara en el duelo ante Cuba.
En primer término, Murgui.
Con tres equipos de cada Confederación (salvo de Oceanía, a la que únicamente representaba Australia), los participantes se repartieron en cuatro grupos de cuatro componentes, pasando a cuartos de final los dos primeros de cada grupo. España quedó encuadrada en el Grupo D, junto a Uruguay, Cuba y Ghana. Disputó todos los partidos de esta primera fase en Livorno y arrancó su participación mundialista derrotando por 1-0 en un igualado partido a la selección charrúa, gracias a un gol de Dani en la segunda parte. Superado el primer escollo, el equipo se soltó en el duelo ante Cuba. Los caribeños sólo habían perdido 2-1 contra Ghana en su debut, aunque ese era un marcador demasiado ajustado que no hacía justicia a la enorme superioridad mostrada por los africanos. A diferencia de los ghaneses, España sí estuvo acertada de cara a puerta y el duelo acabó con un sonrojante 7-2 en el luminoso. Dos goles de Robaina y uno de Emilio Carrasco abrieron brecha antes del descanso; luego marcaron Murgui, un defensa cubano en propia puerta (aunque en un principio se le atribuyó el quinto gol a Robaina y en la web de FIFA se lo adjudican a Velasco), César Palacios y Ramón, redondeando el resultado sendos tantos de Marten Pellicier y Casamayor para Cuba. Con ambos equipos ya clasificados gracias a sus dos victorias, el duelo ante Ghana de la tercera jornada se convertía en decisivo para determinar la primera plaza del grupo y, de esa manera, evitar a Brasil en cuartos de final. A España le valía el empate y un 1-1 fue lo que obtuvo, en un atractivo choque que dejó claro que aquellos dos equipos eran, precisamente junto con Brasil, los mejores del Mundial. Eso sí, Ghana demostró estar bastante por encima de los nuestros, que se aliaron con la suerte y la mala puntería rival para conseguir el resultado deseado. Los africanos impusieron en todo momento su físico y buen juego colectivo y se adelantaron al comienzo de la segunda parte con un gol de su capitán Opoku, pero Pepe Gálvez logró la igualada veinte minutos después al rematar una falta lateral y los de Santisteban consiguieron mantener aquel marcador hasta el final.

Del Piero marró este penalti ante EE.UU.
e Italia no pasó de la primera fase.
Acabar como líder de grupo permitía a España evitar a la canarinha, pero ni mucho menos ofrecía un cruce cómodo: los caprichos de los bombos habían hecho que los principales favoritos al título tuvieran que enfrentarse en cuartos de final y España y Ghana debían medirse ahora a Alemania y Brasil, respectivamente, mientras que los cruces de los otros dos grupos deparaban un Argentina - Australia y un Qatar - Estados Unidos, partidos desde luego con mucho menos cartel que los que enfrentaban a los clasificados de los grupos C y D. No obstante, los norteamericanos eran la principal sorpresa del torneo, pues habían logrado un pleno de victorias en un grupo nada sencillo que compartían con Argentina e Italia. Los locales, entre los que destacaban los nombres de Luigi Sartor, Alessandro Birindelli y, sobre todo, Alessandro Del Piero, no habían estado en la fase final del Campeonato de Europa (Portugal les eliminó en la fase previa) y fueron derrotados en el partido inaugural por Estados Unidos, con Del Piero fallando un penalti que hubiera significado el empate; luego no fueron capaces de ganar a China y no pasaron del empate a cero contra Argentina.

Robaina en el partido de cuartos de final.
Sin embargo, pese a adelantarse al poco de comenzar su partido de cuartos, los estadounidenses no supieron aprovechar su buen momento de forma y una ordenada selección qatarí logró el pase a semifinales en la tanda de penaltis. Mientras Brasil y Ghana daban un magnífico espectáculo en Carrara, lo esperable de aquella auténtica final anticipada que se resolvió a favor de los africanos por 2-1, en la reedición de la final del Europeo Alemania sorprendió a España con un gol de Babatz al cuarto de hora. Pero, al igual que en Berna, los españoles fueron claramente superiores y merecieron remontar ya antes del descanso, aunque hubo que esperar a la segunda parte para que Murgui y Robaina dieran la vuelta al partido. En los últimos compases del encuentro, el rayista Josemi lograba el 3-1 que certificaba el pase de España a la siguiente ronda. Por su parte, Argentina no tuvo mayores problemas para deshacerse de Australia por 2-1 y sería el rival de España en las semifinales.

El capitán Juan Carlos en lucha con
un delantero argentino.
El partido contra la albiceleste, celebrado en Massa, resultó tremendamente disputado, como no podía ser menos. España salió mejor, dominando y creando ocasiones, y en el ecuador de la primera mitad Murgui aprovechó un despeje del meta argentino a disparo de Emilio Carrasco para anotar el 1-0. A partir de ahí los sudamericanos comenzaron a aproximarse cada vez más a la portería de López Vallejo, pero sus puntas, Oliveri y Comelles, no se mostraron tan acertados como en el resto del torneo y España pudo conservar esa mínima ventaja hasta el final de los 80 minutos reglamentarios. La aparición de Marcelo Gallardo en la segunda parte supuso un revulsivo para Argentina, pero faltó tiempo para que tuviera impacto en el marcador. Además del “Muñeco” Gallardo, otros jugadores de aquel equipo tendrían luego una buena trayectoria profesional, como Rodolfo Arruabarrena y Claudio Husaín, además por supuesto de un Juan Sebastián Verón que comenzó el torneo como titular pero fue perdiendo el sitio hasta el punto de no salir del banquillo en aquel partido de semifinales.

Un defensa de Qatar frena a Nii Lamptey.
El otro partido de la penúltima ronda se resolvió, sorprendentemente, en la tanda de penaltis. Como se esperaba, Ghana fue muy superior a Qatar durante todo el encuentro, pero volvió a mostrar esa preocupante falta de acierto en el remate que ya había acusado en la primera fase. Los árabes, muy disciplinados, aguantaron las acometidas africanas con orden e incluso dispusieron de alguna opción a la contra que no materializaron. El 0-0 inicial no se movió y, con sólo dos goles marcados en todo el torneo, Qatar se encontraba a un paso de plantarse en la finalísima. Sin embargo, esta vez sus lanzadores no estuvieron tan acertados como en cuartos de final y fue la selección de Ghana la que obtuvo un premio tan sufrido como merecido a tenor de lo que había mostrado en el campeonato. Los qataríes también perderían el tercer y cuarto puesto ante Argentina en los lanzamientos desde los once metros.

En la final España sólo creó peligro
a balón parado.
La final, disputada el 31 de agosto de 1991 en el Comunale de Florencia ante unos cinco mil espectadores, volvió a evidenciar la superioridad de Ghana sobre España. Se enfrentaban la selección con la media de edad más baja de todos los participantes (Ghana, 16 años y 1 mes) y la selección con la media de edad más alta (España, 16 años y 8 meses); al menos eso decían los datos oficiales, porque las sensaciones eran bien diferentes. En el equipo de Ghana había siete jugadores que ya habían disputado el Mundial sub’16 de 1989 y otros seis que todavía podrían jugar el Mundial sub’17 de 1993, pero muchos de quienes vieron a los africanos en directo sospechan aún hoy que tal vez las edades de sus pasaportes no coincidieran con las reales. En declaraciones a “Mundo Deportivo”, el mismo Juan Santisteban afirmaba tras el encuentro de la primera fase que “un chaval de 17 años no puede tener tanta experiencia, potencia física y habilidad, juraría que todos rebasan los 20 años”, crítica que repitió al concluir la final. Eterna polémica nunca resuelta que en la década de los noventa (e incluso a día de hoy) hacía navegar a muchas federaciones africanas y asiáticas entre la culpabilidad de la trampa voluntaria y el inocente victimismo derivado de la precariedad administrativa existente en sus países. En cualquier caso, lo único seguro es que aquella tarde Ghana fue mejor que España y venció merecidamente en un partido en el que sólo López Vallejo y la ya consabida mala puntería ghanesa mantuvieron a España con vida hasta los últimos instantes.

Emmanuel Duah, en la imagen, fue
el autor del único gol de la final.
Dirigida por el alemán Otto Pfister, un clásico de los banquillos africanos, y guiada en el campo por el niño prodigio Nii Odartey Lamptey, Ghana dominó en todo momento a una España que a duras penas lograba frenar los continuos ataques rivales. El gol africano parecía simple cuestión de tiempo, pero entre la gran labor del meta navarro y los errores de los atacantes el partido se mantenía con el resultado inicial bien entrado ya el segundo tiempo. Con la importante baja en defensa de Quique Medina por acumulación de amonestaciones (el central valenciano fue incluido en el Once Ideal del campeonato), Santisteban optó por dar entrada en el once titular a Vaqueriza, meter un tercer central como Ramón y colocar a Juan Carlos Gutiérrez, habitual lateral zurdo, en el centro del campo en detrimento de Pedro Velasco. La idea era acumular pulmones para perseguir a los potentes jugadores africanos y fiarlo todo a lo que pudiera cazar Robaina (el otro español presente en el Once Ideal) o a una acción a balón parado, única parcela en la que España parecía poder competir de igual a igual con sus rivales, pero fue precisamente en un córner donde llegó el gol de Ghana. A falta de escasos cinco minutos para el final del partido Duah se aprovechó de un despiste defensivo hispano y, entrando completamente solo desde el punto de penalti, batió de potente cabezazo a López Vallejo. Apenas quedaba tiempo para algo más que no fuera tirar de rabia y coraje y eso fue lo que hicieron los jóvenes españoles, encerrando a Ghana en su área en varios saques de esquina consecutivos en los que a punto estuvo de llegar el empate, sobre todo con un cabezazo de César Palacios que un defensa sacó en línea de gol. Pero el balón no quiso entrar y aquella de Florencia se convirtió en la primera de las tres finales mundialistas de categoría sub'17 que España ha jugado y perdido a lo largo de su historia (luego vendrían las de 2003 y 2007), todas con Juan Santisteban como seleccionador.




Nii Lamptey con la copa del
Mundial sub'17.
Varios jugadores de aquella selección de Ghana estarían presentes en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, cita en la que conseguirían la medalla de bronce, así como en el Mundial sub’20 de Australia 1993, cuya final perdieron ante Brasil. Sin embargo, y como suele ser habitual en las selecciones sub’17 de cualquier país, pocos llegaron luego a destacar en la élite del fútbol profesional: quizás el más conocido para todos sea Samuel Kuffour, el inolvidable central del Bayern Munich. Además de él, tan solo Mohammed Gargo (varios años en el Udinese) tuvo una sólida carrera en el primer nivel internacional. Por el camino se quedaron promesas como Emmanuel Duah, el goleador de la final, que formó parte de la plantilla del Mallorca que logró el ascenso a Primera en 1997, y sobre todo el Balón de Oro de aquel Mundial, Nii Lamptey, que a los 16 años ya era un fijo en el Anderlecht belga y al que el mismísimo Pelé había nombrado como su sucesor. Desgraciadamente, Lamptey no solo no llegaría a triunfar en el fútbol, sino que se convertiría en el paradigma de juguete roto: analfabeto y maltratado en su niñez, fue pasando por multitud de equipos para mayor gloria de su representante, que lo estafó, y acabó peleado y olvidado por su propia federación. Tampoco el máximo goleador del campeonato, el brasileño Adriano (hizo 4 dianas, las mismas que Lamptey y una más que Robaina), llegó muy lejos en su carrera profesional; ni él ni ninguno de sus compañeros de expedición pasaron de clubes de segundo nivel europeo, y eso los que salieron de su país natal.

Murgui, delantero titular de la sub'17 de 1991
Entre los españoles también ocurrió algo parecido. Jugadores como Josemi (debutó con el Rayo en Primera y luego jugó para Osasuna y Jaén), Ramón (pieza importante en el Valladolid, pasó al filial del Atlético y de ahí a Las Palmas, Córdoba o Recreativo), Vaqueriza (del Castilla pasó al Mallorca B y luego estuvo en el Murcia) o Joyce Moreno (Oviedo, Leganés, Burgos, Badajoz o Granada, entre otros equipos) se mantuvieron varios años en Segunda División con rendimientos dispares. Otros no llegaron a la élite, y de ellos sabemos que el delantero valenciano Murgui se retiró prematuramente, desencantado por la manera en que el Barcelona intentó llevar su progresión a base de cesiones; que su compañero de equipo Juan Carlos Gutiérrez, capitán de esta selección, vio truncada su carrera por un accidente de tráfico; que Carlos Castro jugó varios años en el Ceuta y en el Hércules en 2ªB antes de pasar a la secretaría técnica de Alicante y Murcia; que el portero Álex Sánchez dejó el Deportivo para enrolarse en el Atlético de Madrid B, sin demasiada suerte, y acabar en la Tercera gallega; y que Pedro Velasco salió del Castilla para iniciar una larga trayectoria en numerosos equipos de la división de bronce antes de comenzar una nueva etapa en los banquillos; mientras que del extremo zurdo Emilio Carrasco apenas encontramos un paso fugaz por el Polideportivo Almería.

Toni Robaina fue la estrella española
en el Europeo sub'16 y en el Mundial sub'17
Más fácil es seguir las carreras de López Vallejo (pretendido en su juventud por el Milan, permaneció en Osasuna antes de jugar en Villarreal, Recreativo y Zaragoza, donde una denuncia por participar supuestamente en apuestas ilegales acabó provocando su salida hacia Grecia), César Palacios (con una larga trayectoria en Osasuna y Numancia), Quique Medina (uno de los primeros mitos del Villarreal, y que pasó también por Alavés, Salamanca o Getafe), Gerardo García León (fichado por el Real Madrid para su cantera tras el Mundial, desarrolló una extensa y sólida carrera en Valencia, Málaga, Real Sociedad o Córdoba, entre otros clubes), Pepe Gálvez (del Mallorca fichó por el Valencia, y luego por el Betis antes de retirarse en el Burgos, a causa de las lesiones), Dani García Lara (Real Madrid, Zaragoza, Mallorca, F.C. Barcelona o Espanyol fueron algunos de sus equipos durante los mejores años de su carrera), Sandro (que acabó el Mundial como máximo asistente del campeonato con 6 pases de gol y que, tras debutar con el Real Madrid, destacó en Málaga y Levante), y Robaina, gran figura de esta generación en aquellos campeonatos de 1991, pretendido entonces por los dos grandes de nuestro fútbol y que vivió los mejores años del Tenerife en Europa antes de pasar al Sporting de Portugal e iniciar, con apenas 27 años, una cuesta abajo profesional que le llevó a varios clubes de 2ªB y Tercera antes de su retirada en 2009. De todos ellos, sólo Dani consiguió ser internacional absoluto: jugó cinco partidos entre 1998 y 2000 y marcó un gol en un amistoso contra Croacia.

Un bagaje demasiado gris para una generación que, como suele ocurrir, creímos que estaba llamada a hacer algo más grande. Quién sabe si el joven Toni Segura, que ha adoptado el nombre futbolístico de su padre, Toni Robaina, podrá vivir las mismas experiencias que su progenitor en las selecciones inferiores; de momento el chaval juega en la cantera del Betis (lo que le permitió a su padre dejar su trabajo en el servicio de limpieza del ayuntamiento de Las Palmas), ha estado en la órbita del Manchester City y ya ha sido convocado por Albert Celades para la selección sub’16 que en 2014 deberá ganarse su presencia en el Europeo sub’17, competición cuyo palmarés sigue dominando España pero que nuestro país no disputa nada menos que desde 2010. Por edad, el joven Robaina todavía podría acudir a la siguiente edición, la de 2015, a su vez clasificatoria para el próximo Mundial de la categoría: tras dos ediciones mundialistas sin España, en las botas del joven Toni y en las de sus compañeros de generación está la oportunidad de emular lo conseguido por aquel equipo que lideraba su padre hace ya más de veinte años. Ojalá.

Alineación de España en la final del Mundial sub'17 de Italia 1991.
Arriba: Sandro, Vaqueriza, Palacios, Ramón, López Vallejo, Juan Carlos.
Abajo: Murgui, Castro, Robaina, Emilio, Gerardo.
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Fuentes:
Martialay, Félix (2007): "Todo Sobre Todas las Selecciones", Ed. Esteban Sanz
Informe Técnico del Campeonato del Mundo sub'17 1991, disponible en FIFA.com
BDFútbol.com
Hemeroteca "Mundo Deportivo"
(Todas las imágenes han sido extraídas del Informe Técnico del campeonato)

domingo, 18 de marzo de 2012

1996, Europeo sub'21: Lágrimas en Montjuic

Pocos torneos se mantienen aún tan frescos en la retina de los aficionados como aquel Europeo sub’21 de 1996. Como apuntamos al repasar el Mundial sub’20 de Qatar 1995, la irrupción de dos chavales llamados a comerse el mundo, uno en cada uno de los dos grandes de nuestro fútbol, y rodeados además por todo un grupo de grandes jugadores que en la era pre-Bosman disfrutaban de muchos minutos en Primera, hacía que el público siguiese con más interés del habitual las andanzas de esta generación. Y obviamente el amargo final de este sueño, en casa y con el fallo precisamente de las dos grandes estrellas del equipo, hace que no podamos olvidarlo. Pero como siempre, empecemos por el principio.

Y en este caso el principio está casi dos años antes. Como durante tantos años fue costumbre de la UEFA, la fase clasificatoria del X Campeonato de Europa sub’21 discurría paralela a la que llevaría a la Selección Absoluta a la Eurocopa de Inglaterra: mismos rivales y mismo orden de partidos para optimizar los desplazamientos de las selecciones. Así, en septiembre de 1994 arrancaba en Chipre un viaje que acabaría en los Juegos Olímpicos de Atlanta, con escala (por entonces desconocida) en Barcelona. Los de Andoni Goikoetxea goleaban 0-6 en Larnaca con triplete del valencianista Pepe Gálvez, y luego sendos goles de Óscar García Junyent servían para derrotar por la mínima a Macedonia y Dinamarca. Además de los goleadores citados, los Karanka, Santi Denia, Mendieta, Sandro, Marcos Vales, José Ignacio, Dani, Morales, Roberto Fresnedoso, Jordi Lardín o Javi De Pedro hacían de las suyas en cada partido y evidenciaban por qué casi todos ellos eran ya, pese a su juventud, habituales en Primera. Sin embargo, la cosa se complicó en el siguiente encuentro en Bélgica: los locales llegaban también con pleno de victorias, Dani García Lara estaba en el ojo del huracán por su positivo por efedrina y, para colmo de males, Gaizka Mendieta debía ser operado de urgencia en Bruselas de una apendicitis. Pese a todo, España solventó el choque con un 3-3, doblete de Dani incluido, y acabó el año 94 empatada a puntos con los belgas en el liderato del grupo. Una igualdad que se mantuvo en el siguiente duelo, ya en marzo de 1995, y que volvió a enfrentar a ambas selecciones en La Rosaleda. Empate a uno y la clasificación más reñida que nunca, pero con un pequeño gran detalle para la historia: aquel 28 de marzo se produjo el debut de Raúl González Blanco con la sub’21. Raúl, que por entonces contaba con apenas 17 años, marcó de cabeza el único gol hispano.

El Mundial sub’20 de Qatar impidió a la emergente estrella blanca acudir al siguiente encuentro clasificatorio, resuelto con un cómodo 0-3 en Armenia, pero desde entonces se encargó de liderar al equipo mientras pedía a gritos una oportunidad en la absoluta. Los caucásicos no ofrecieron demasiada resistencia en Granada y volvieron a caer derrotados por 4-0, lo que sumado a la sorprendente derrota belga en tierras macedonias dejaba a los nuestros en franca posición para seguir peleando por su billete a Atlanta. La temporada 95/96 arrancó con la incorporación al grupo del mago Iván De la Peña y con otra victoria sobre Chipre, 3-1. Para entonces Bélgica se había desinflado y ni siquiera la contundente derrota en Dinamarca (5-1) hizo peligrar el pase español a cuartos de final, rubricado con otra goleada por 4-0 a Macedonia gracias a un hat-trick de Raúl.

Santi, De la Peña y Raúl, líderes del equipo
Con ocho equipos clasificados para cuartos de final, uno de ellos perteneciente a Reino Unido (Escocia) y que por tanto no acudiría a Atlanta (cosas de los británicos), quedaban 7 selecciones para jugarse las 5 plazas olímpicas europeas. Eso era lo importante y así lo demostraba el hecho de que ni siquiera a estas alturas del campeonato se supiera todavía dónde iba a disputarse la fase final del Europeo: sólo se sabía que se jugaría en uno de los países que lograran acceder a semifinales. El sorteo de cuartos pareció benévolo con España al evitarnos a potencias como Portugal, Italia, Francia o Alemania. O eso creíamos entonces, claro, porque la República Checa nos era totalmente desconocida; sin embargo, en unos pocos meses cambiaría nuestra impresión. En la ida disputada el 13 de marzo del 1996 en Granada, España se colocó con un 2-0 antes del descanso (goles de Dani y Roberto Fresnedoso), pero en la segunda parte los checos recortaron distancias por medio de Vladimir Smicer. El mal estado del campo, muy pesado y encharcado en muchas zonas, y la gran presión de un fuerte conjunto checo en el que figuraban hombres como Tomas Repka, Tomas Galasek o Vratislav Lokvenc no permitieron a España desarrollar su fútbol y el partido acabó con ese peligroso 2-1 que convertía la vuelta en Praga en una durísima prueba de madurez para una generación llamada a hacer grandes cosas.

Catorce días después Goikoetxea creyó haber dado con la tecla: para derrotar a Chequia hacía falta músculo y por eso sacó a tres centrales (Santi, Javi Navarro y Corino) y optó por incluir a Iñigo Idiákez en el once, dejando fuera a Lardín y De la Peña. Pero la cosa no funcionó demasiado bien y en el minuto 54 los checos, que estaban con 10 por expulsión de Repka, lograron el gol que les clasificaba virtualmente para los JJ.OO. Ese fue el punto de inflexión del partido: a partir de ahí España se sacudió los nervios y con la entrada de “lo pelat“ el campo se inclinó hacia el área local. En el minuto 70 el zaragocista Fernando Morientes, que acababa de entrar, asistió a Raúl para hacer el empate; los checos bajaron entonces los brazos y el encuentro bien pudo acabar en goleada, aunque hubo que esperar a que Raúl, ya al borde del 90, aprovechara un pase de De la Peña para colocar el 1-2 definitivo, desatando así la fiesta española. La selección podría defender la medalla de Oro lograda en Barcelona 4 años antes, pero primero todavía quedaba un importante objetivo: proclamarse campeones de Europa de la categoría.

Italia (que en el global derrotó 3-0 a Portugal), Francia (4-1 a Alemania) y Escocia (4-3 a Hungría) completaban el cuadro de semifinales y, ante la gran expectación que levantaba en todo el país esta generación de futbolistas, España pujó por conseguir la organización de la fase final. Sin demasiada lucha Barcelona fue la sede elegida y el Estadio Olímpico de Montjuic sería el escenario en el que se dilucidaría el campeón del X Europeo Sub’21. Pero los dos meses escasos que faltaban hasta la fase final no fueron precisamente tranquilos. Por si no hubiera tenido bastante con desoír la continua y creciente demanda popular de ver ya a Raúl y De la Peña en la absoluta, Javier Clemente tomó el mando de la sub’21, relegando a Andoni Goikoetxea (decisión que acabaría provocando la salida de este último de la RFEF tras el torneo), y fue el rubio de Barakaldo quien decidió la convocatoria final y dirigió al equipo desde el banquillo.

Los 18 convocados por Clemente fueron Juan Luis Mora (Oviedo), Jorge Aizkorreta y Aitor Karanka (Athletic Club), Sergio Corino (Mérida) Agustín Aranzábal, Iñigo Idiákez y Javier De Pedro (Real Sociedad), Santi Denia y Roberto Fresnedoso (Atlético de Madrid), Óscar García Junyent e Iván De la Peña (F.C. Barcelona), Gaizka Mendieta, José Ignacio, Sietes y Javi Navarro (Valencia), Jordi Lardín (Espanyol), Fernando Morientes (Real Zaragoza) y Raúl (Real Madrid). Respecto a la base del equipo que había logrado la clasificación destacaba la ausencia de Dani García Lara, que arrastraba una sanción de la UEFA tras haber sido expulsado en los últimos minutos del partido de Praga.

España celebra el gol de De la Peña a Escocia
España volvió a verse favorecida en el sorteo y se enfrentó en semifinales a la Escocia de Christian Dailly, Allan Johnston, Charlie Miller y Simon Donelly, evitando a los cocos italianos y franceses. Sin embargo, nada iba a ser fácil y al cabezazo de Óscar que puso por delante a los nuestros en el minuto 25 replicó Escocia con un tanto de Scott Marshall apenas cinco minutos después. Otros cinco más tarde, De la Peña clavaba una falta en la red escocesa y volvía a adelantar a España, que esta vez ya no se dejaría sorprender por el limitado conjunto británico. Sin ritmo y sin brillantez, pese a los nombres que había sobre el campo, España se limitaba a cumplir el trámite y se plantaba en una final en la que esperaba Italia, defensora del título y que había derrotado con un solitario gol de Francesco Totti a la potente Francia de Raymond Domenech, que contaba con Pires, Bonnissel, Candela, Vieira, Makelele, Dacourt y Wiltord, entre otros.

Italia posa antes de la final
Era esta una Italia verdaderamente fuerte, como todas las de los 90 (no en vano los transalpinos cerrarían la década con 4 de los 5 títulos de la categoría), pero la condición de local de España y la sensación comúnmente aceptada de que el juego que podía desarrollar el equipo hispano era netamente superior al que ofrecían los discípulos de Cesare Maldini hacía que prácticamente todos consideráramos favorita a la selección de Clemente. El equipo español formó con Mora en portería, Santi, Corino, Mendieta y Aranzábal en defensa, José Ignacio, Roberto, De la Peña, Idiákez y Lardín en el centro del campo y arriba Raúl como único punta; mientras que Italia presentó a Angelo Pagotto, Salvatore Fresi, Fabio Cannavaro, Fabio Galante, Alessandro Nesta, Christian Panucci, Raffaele Ametrano, Damiano Tommasi, Massimo Brambilla, Francesco Totti y Nicola Amoruso, dejando en el banquillo a un jovencísimo Gianluigi Buffon y a los conocidos Alessio Tacchinardi, Luigi Sartor, Domenico Morfeo o Marco Delvecchio. Y a pesar de las expectativas, desde el principio se vio que Italia parecía que pisaba Montjuic para algo mucho más importante que un simple partido de fútbol. En los primeros minutos la fuerza, velocidad y mejor disposición sobre el campo de los azzurri acorralaron a los locales, confusos por el dibujo táctico planteado por Clemente, y fruto de ese dominio llegó el gol de Idiákez en propia puerta, al despejar mal una falta sin aparente peligro. Era el minuto 12 y para entonces ya reinaba la sensación de estar viendo un partido de hombres contra niños.

Los niños eran los nuestros, claro, pero eran unos niños francamente buenos. Poco a poco, entre falta italiana y falta italiana, fueron cogiéndole el aire al partido y todo pareció despejarse cuando el austriaco Günter Benko expulsó a Nicola Amoruso por una falta que en realidad fue de Nesta. Era el minuto 35 y siete después llegaría el gol del empate, una auténtica obra de arte de Raúl, quien de forma inesperada (por lo poco que se prodigaba en esas lides) clavó en la escuadra una falta en la frontal del área. La segunda parte se preveía como una operación de acoso y derribo a la muralla italiana y la misión sólo se cumplió a medias: hubo acoso pero nadie fue capaz de derribar a Angelo Pagotto. Espoleados por la superioridad numérica y los metros concedidos por su rival, España se lanzó al ataque con Raúl, De la Peña, Lardín y los recién ingresados Óscar y De Pedro, pero una y otra vez las ocasiones eran desbaratadas por el meta Pagotto o alguno de sus numerosos y aplicados zagueros. La frustración iba en aumento y era imposible no retrotraerse dos años en el tiempo hasta aquella maldita tarde de julio en el Foxboro Stadium de Boston, ante el mismo rival y con casi idéntico desarrollo. Sólo que esta vez no había ningún Baggio sobre el campo, sino un Totti completamente desasistido y abandonado a su suerte.

Acabaron los 90 minutos y empezó la prórroga pero nada más cambió: ni las intenciones de unos y otros ni, por desgracia, el marcador. Hubo ocasiones de sobra, hasta Morientes entró al campo, pero ni por esas, y ni siquiera la expulsión de Raffaele Ametrano por doble amarilla ayudó a que España desequilibrara la balanza. Con nueve hombres Italia aguantó de pie, fiel a su estilo, y alcanzó la meta que se propuso desde que encajara el gol de Raúl. Y entonces llegó el momento que todos recordamos, una tanda de penaltis en la que el dios del fútbol volvió a burlarse de las estrellas que osaron probar fortuna desde los once metros. Tras el fallo inicial de Panucci, De la Peña pifió un disparo que Pagotto atajó sin apuros, y luego Fresi, De Pedro, Pistone, Aranzábal y Nesta convirtieron sus lanzamientos. Con 3-2 para Italia llegaba el turno de la otra gran estrella española, Raúl. Y Raúl falló. Pagotto adivinó sus intenciones y Domenico Morfeo puso la puntilla. Desolados mientras Cannavaro celebraba su premio como mejor jugador de la fase final, los estandartes de la nueva generación hispana, los nuevos ídolos de Madrid y Barça, le daban involuntariamente la razón a un Clemente que los consideraba aún demasiado inmaduros para una Eurocopa absoluta.

Pero el caprichoso destino siempre está dispuesto a dar otra vuelta de tuerca: semanas más tarde, en Wembley serían Nadal y Hierro (cualquier cosa menos jóvenes inexpertos y/o inmaduros) los que desearan que se los tragara la tierra. Los derrotados de Barcelona acudirían luego a Atlanta, donde a las órdenes de Clemente volverían a rendir por debajo de sus posibilidades, siendo barridos en cuartos de final por Argentina. El árbitro de aquel día, que no tuvo influencia en el 4-0 final, fue un tal Gamal Al-Ghandour. El fútbol es un pañuelo, y su dios un duendecillo burlón.


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Fuentes consultadas: 
http://www.rsssf.com
Hemerotecas de El País, ABC y Mundo Deportivo
Imágenes: http://hallofameperico.wordpress.com, http://www.giallorossi.it, http://www.marca.com

lunes, 5 de octubre de 2009

Octavos de final: España - Italia

1-3

Italia ha puesto fin a las esperanzas españolas de reeditar viejos laureles en el Mundial sub'20 de Egipto al imponerse por 3-1 en el primer partido de octavos de final. La selección italiana ha aprovechado mejor sus ocasiones y se ha visto favorecida por la expulsión de Botía en el minuto 28, una acción que sin duda ha marcado el partido y lo ha puesto de cara para una Italia que, visto lo visto, ha alcanzado más premio de lo que como equipo parece merecer. Antes del comienzo, España se presentaba como clara favorita a llevarse el duelo: había ganado sus tres partidos de la primera fase (única selección en conseguirlo), mantenía imbatida su portería y, pese a que no había alcanzado todavía un nivel de juego acorde a lo esperado, su rival había dejado aún más dudas. Privada de varios de sus mejores jugadores, Italia había sufrido para clasificarse en el grupo A: un empate a cero ante Paraguay en un partido igualado pero en el que las ocasiones más claras fueron para los sudamericanos, una sufrida victoria por 2-1 ante Trinidad y Tobago y una clara derrota por 4-2 ante Egipto en la última jornada reflejaban perfectamente el nivel de un equipo que no acababa de mostrarse sólido atrás, cometía errores garrafales en casi todos los partidos y tenía bastantes problemas a la hora de crear juego. Ante un equipo que presumiblemente buscaría replegarse y entregar la pelota a España, Milla dio la alternativa en el once a Oriol Romeu, que había dejado buenas sensaciones en el partido frente a Venezuela, en el puesto de Marcos Gullón. Pero ya desde el comienzo se vio que el cambio no iba a solucionar el principal problema que ha venido padeciendo España durante todo el campeonato, y que era la escasa participación en el juego de Parejo y Fran Mérida, los dos hombres destinados a llevar el peso del ataque hispano y que sin embargo apenas han tenido continuidad en sus acciones. Pese a que para España era el cuarto partido sobre la moqueta del estadio Al Salam, fue Italia quien pareció mejor adaptada desde el primer miunto a la hierba sintética y con una intensa presión en campo rival comenzó a llegar con peligro a la meta de Asenjo. Mattia Mustacchio, que acabaría siendo nuestro verdugo en la segunda parte, ya era entonces el jugador más activo, entrando una y otra vez por banda izquierda. En los primeros diez minutos, una acción suya y un disparo desde el borde del área de Sciacca que salió cerca del poste evidenciaron que habría que sudar mucho para doblegar al cuadro transalpino. Por parte española, sólo Aarón y Jordi Alba intentaban crear algo en ataque, aunque con poca fortuna. Mientras tanto, Italia continuaba obteniendo réditos de su presión y así a los 28 minutos, tras la enésima pérdida española, Botía llegó tarde al cruce y cazó a Andrea Mazzarani. El colegiado argentino Héctor Baldassi no dudó y mostró la cartulina roja al central del Sporting, quizá de manera algo rigurosa. España tuvo que recomponer filas, retrasando a Oriol para colocarlo de central junto al zaragocista Laguardia y formando un doble pivote con Mérida y Parejo. El del Getafe tomó la iniciativa organizadora y comenzó a entrar más en juego, pero el equipo no le acompañaba e Italia se sentía muy cómoda ante la escasa presencia ofensiva de Nsue. Pese a estar con un hombre más no intentó dominar el juego, sino que se mantuvo en su papel de contención, esperando una nueva pérdida de España para lanzar el contragolpe.

En el descanso Milla movió ficha y sustituyó a un desafortunado Jordi Alba por Ander Herrera, que tapó un poco las incursiones del lateral zurdo Mazzotta y aportó algo más de lucidez al juego español, como ha hecho en todas sus apariciones en este Mundial. España se hizo con el control del esférico pero Italia no se sentía ni mucho menos incómoda, y dio un zarpazo letal a los diez minutos. Después de un buen trabajo de presión recuperó el balón en el centro del campo y en apenas dos toques Mazzarani le dejó el balón franco a Mustacchio, que bordeaba el fuera de juego. El extremo golpeó casi con el tobillo y consiguió cruzar el balón ante la tardía salida de Asenjo, subiendo el primer gol al marcador. La reacción no se hizo esperar, y casi en la jugada siguiente Aarón se revolvió bien en banda izquierda, avanzó en diagonal y soltó un derechazo que se estrelló en el larguero tras haberlo rozado el meta Fiorillo. Luego Nsue remató alto un buen centro del propio Aarón, y cuando parecía que el empate se acercaba llegó el segundo mazazo. Los nervios y la falta de compenetración entre la inédita pareja de centrales que habían asomado en la jugada del primer gol quedaron evidenciados cinco minutos después, cuando un balón largo sin aparente peligro pasó por encima de Oriol, Laguardia se comió el bote y ni Azpilicueta ni Asenjo estuvieron atentos para quitarle la bola a un Mazzarani que no desaprovechó el regalo y batió desde dentro del área pequeña la meta española. El partido se ponía tremendamente cuesta arriba y parecía que sólo un milagro podía permitir a España acceder a los cuartos de final. Sin embargo, lejos de rendirse el equipo de Milla tiró de orgullo e hilvanó varios minutos de dominio y buen juego, durante los que era difícil saber qué selección contaba con un efectivo menos sobre el campo. Así, tras una buena jugada de ataque, Ander Herrera le robó la cartera al central Albertazzi, que no tuvo más remedio que agarrarle del pantalón. Penalti claro que Aarón Ñíguez transformó con mucha sangre fría, la misma que demostró Fran Mérida ante Nigeria, al lanzar también a lo Panenka. La inercia era positiva y con casi media hora por delante el empate parecía más que posible. Milla se la jugó retirando a un desaparecido (y amonestado) Mérida para dar entrada a Kike, con el que ganamos presencia en ataque pero perdimos fuerza en el centro del campo, convirtiendo el choque en un partido de ida y vuelta en el que la balanza acabaría decantándose del lado italiano. Durante esos minutos de toma y daca Asenjo salvó los muebles en un par de ocasiones, desviando un remate de Mustacchio y cortando providencialmente una contra del incisivo jugador transalpino, además de ver en primera fila como un remate cruzado de Mazzotta golpeaba el poste y se perdía lejos de las redes. España acusaba el cansancio y pedía a gritos un tercer cambio que inexplicablemente no llegó nunca, pero incluso asfixiada pudo haber cambiado el signo del partido en el minuto 85, cuando Aarón, sin duda el jugador más entonado de los nuestros, fue derribado en el área por Bruscagin. El jugador del Celta tomó la responsabilidad de lanzar su segundo penalti de la tarde pero lamentablemente Fiorillo adivinó su intención y rechazó su disparo raso. despejando también los nubarrones que se cernían sobre el cielo azzurro. Apenas dos minutos después, el incansable Mustacchio se escapó por velocidad y con un zurdazo cruzado terminó de enterrar nuestras ilusiones bajo la arena de Egipto.

TODO sobre el partido en FIFA.com

sábado, 23 de mayo de 2009

Sidney 2000: El camino a la Final

0-1

En la mejor ronda posible, y ante el mejor rival posible, España presentó oficialmente su candidatura al Oro Olímpico en un duro choque en el que los de Sáez sacaron el espíritu guerrero que necesita todo equipo campeón. Y más si enfrente está Italia, considerada en aquel momento como la mejor selección sub'23 del Mundo después de más de dos años sin encajar una derrota y con jugadores de la talla de Christian Abbiati, Gennaro Gattuso, Nicola Ventola, Cristiano Zanetti, Massimo Ambrosini y, por encima de todos ellos, el genial Andrea Pirlo. Bajo las órdenes del mítico Marco Tardelli, Italia se había encargado de proclamar a los cuatro vientos su intención de colgarse el Oro. No hacerlo sólo podría considerarse un fracaso, decían antes de comenzar el partido. Al acabar, sus declaraciones habían tomado otro cariz: "España debe estar en la final", dijo Tardelli. Con la novedad de Puyol por Capdevila en defensa y la suplencia de Gabri, España saltó al césped del Sidney Soccer Stadium sabedora de que aquel no era día para florituras. Albelda y Marchena se encargaron de secar a Pirlo y de paso descabezar el ataque italiano, encomendado entonces al acierto del cazagoles Ventola. Por el lado transalpino, Gattuso y Ambrosini se centraron en parar a Xavi, aunque sin tanto éxito. Con los dos cerebros encerrados casi bajo llave, tener una ocasión de gol era ya todo un triunfo. La batalla táctica estaba planteada en el centro del campo y sólo faltaba que algún héroe apareciera para perforar la meta rival. Pudo ser Tamudo pero se entretuvo demasiado, pudo ser Ventola pero Aranzubia le ganó la partida, pudo ser Angulo pero el colegiado brasileño decidió desentenderse de lo que ocurría en las áreas. Y cuando el 0-0 parecía abocarnos a una dramática prórroga, apareció Gabri, que había sustituído a Tamudo en el minuto 70, para cruzar un balón magistral de Xavi y marcar el tanto de la victoria. Era el minuto 86, y otra vez el espíritu incansable de los jóvenes españoles daba sus frutos en el mismo momento en el que a los mayores siempre se les venía el mundo encima. Definitivamente algo estaba cambiando.

Ficha Oficial disponible en FIFA.com
También: Crónica del diario El Mundo (por Alejandro Delmás)




Pero no sólo Italia tuvo que hacer las maletas antes de lo esperado. Los cuartos de final también fueron la tumba para otros favoritos y demostraron quiénes eran realmente los candidatos al título. Así, Brasil fue eliminado por Camerún con un gol de oro de Modeste Mbami. Los cameruneses se habían adelantado pronto con un gol de falta de Patrick Mboma pero Brasil aprovechó uno de los muchos errores defensivos africanos para empatar ya en el descuento por medio de Ronaldinho. Para entonces Camerún se encontraba con 9 jugadores y la prórroga parecía que iba a ser un paseo para la canarinha, pero la fuerza y convicción demostrada por los cameruneses tuvo su recompensa y lograron el pase a semifinales. También cayó la defensora del título, Nigeria, que apenas pudo oponer resistencia al vendaval chileno y fue claramente derrotada por 4-1 con otra gran actuación de Zamorano y Navia. Chile era ya el máximo candidato al Oro después de sus exhibiciones ofensivas, aunque primero debería superar el duro escollo camerunés. Y el partido entre las dos cenicientas de los cuartos cayó del lado estadounidense en la tanda de penaltis después de que se llegara con empate a 2 al final del tiempo extra. Estados Unidos había ido siempre a remolque de Japón, que se había adelantado dos veces en el marcador con goles de Yanagisawa y Takahara, pero Josh Wolff primero y Peter Vagenas después, transformando una pena máxima en el descuento, llevaron el choque a una prórroga en la que nadie acertó a marcar. En los lanzamientos desde los once metros, el error del jugador de la Roma Hidetoshi Nakata fue decisivo y los norteamericanos se convirtieron así en el último obstáculo para los de Sáez antes de la final.



3-1

Una semifinal siempre es una semifinal, pero la abismal diferencia futbolística existente entre España y Estados Unidos no dejaba lugar a dudas: España debía pasar al partido por el Oro. Convencidos de ello, los chicos de Sáez saltaron al campo decididos a hacer lo que mejor sabían, ganar desde el minuto 1, y con el mismo once que había derrotado a Italia 3 días antes pasaron por encima de los estadounidenses como nos tenían acostumbrados, con una salida arrolladora. A los 16 minutos Tamudo inauguró el marcador al rematar una buena jugada de Jose Mari, sin duda el mejor hombre del partido, y a los 24 fue Angulo quien batió por segunda vez a Brad Friedel culminando otra acción del sevillano. El delantero del Milan era una auténtica pesadilla para la defensa norteamericana que, pese a contar en esa línea con sus 3 jugadores mayores de 23 años (Friedel, Frankie Hejduk y Jeff Agoos), era incapaz de controlar los inteligentes movimientos del ataque español, perfectamente coordinado. El seleccionador de Estados Unidos movió ficha rápidamente dando entrada en el minuto 39 a Landon Donovan y Sacha Victorine para potenciar su ataque, y a base de garra logró recortar distancias antes del descanso gracias a Peter Vagenas, que transformó un penalti cometido sobre Hejduk. Durante varios minutos de la segunda parte nos vinieron a la cabeza los nervios que los sub'20 nos habían hecho pasar el año anterior contra el mismo rival, pero esta vez la zaga española controló mejor la situación y pese a enfrentarse a 3 delanteros natos (Wolff, Casey y Donovan) las mejores oportunidades fueron para España, que en una de sus peligrosas contras acertó a sentenciar. Jose Mari aprovechó un error de Friedel y culminó su mejor actuación en el torneo con el gol que certificaba el pase a la final y aseguraba el tercer metal olímpico para el fútbol español. Para "desgracia" de los futbolistas españoles (y alivio de los seguidores, por qué no decirlo), en la final no se produciría la esperada revancha contra Chile. Pese a haber sido claramente inferior al cuadro chileno, en un dramático final de partido Camerún se repuso a un gol de Abanda en propia puerta a falta de poco más de diez minutos y consiguió dar la vuelta al marcador gracias al tanto del veterano Mboma y a un más que dudoso penalti transformado por Lauren en el minuto 89. La final estaba servida, la gloria esperaba en la hierba del Estadio Olímpico.

Ficha Oficial disponible en FIFA.com
También: Crónica del diario El Mundo (por Alejandro Delmás)