Mostrando entradas con la etiqueta Nsue. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Nsue. Mostrar todas las entradas

sábado, 26 de septiembre de 2009

Partido 1: España - Tahití

8-0

Ya sabíamos que del encuentro ante Tahití no íbamos a poder sacar demasiadas conclusiones válidas, y tras ver el partido sólo cabe reafirmarse en tal idea. La diferencia entre los dos conjuntos hizo que el choque transcurriera con un ritmo más propio de un amistoso de pretemporada que de un partido de una Copa del Mundo, y España apenas tuvo que pisar el acelerador para superar a su débil rival. En realidad ayer el partido realmente importante no lo disputó España, porque cuando los nuestros saltaron al césped artificial del estadio Al Salem la noticia ya se había producido. En el primer partido del grupo Nigeria se habia visto sorprendida por la debutante Venezuela, que se impuso por 0-1. La vinotinto empieza a acariciar con la clasificación a octavos y de paso complica ligeramente el panorama del grupo, sobre todo para los africanos. Aunque el triunfo sudamericano no hacía peligrar nuestras opciones, sí que prohibía tropezar, y quizá por ello Milla prefirió no correr riesgos y apostó de inicio por su once de gala, como por otra parte se esperaba. El objetivo evidente era que el equipo se fuera acoplando y empezar con un partido cómodo siempre ayuda a calmar nervios y otorgar confianza a un equipo llamado a hacer grandes cosas en este torneo. Así, Sergio Asenjo ocupó la portería, completamente recuperado de unas molestias estomacales sufridas el día anterior. Por delante del palentino la defensa formó con Azpilicueta y Cote en las bandas y la pareja de centrales Fontàs-Botía. Marcos Gullón se situó como pivote supuestamente defensivo (supuestamente porque la actividad ofensiva tahitiana fue casi inexistente), con Fran Mérida y Parejo ocupando la posición de interiores. Aunque la idea era dibujar un 4-3-3, las características de este trío de centrocampistas y la inoperancia del rival hizo que durante muchas fases del partido viéramos algo más parecido al 4-1-4-1, con mucha movilidad de los hombres ofensivos. Jordi Alba por banda izquierda, Aarón Ñíguez por derecha y Nsue como punta de lanza completaron un once que empezó pronto a marcar la distancia futbolística que le separa del cuadro oceánico. Aunque, curiosamente, tras unos minutos de tanteo el primer acercamiento peligroso correspondió a Tahití, con una falta lateral en el minuto 9 en la que Asenjo midió mal su salida y el central Ludivion estuvo a punto de cabecear a la red. Pero la acción espoleó a una España que respondió contundentemente en la siguiente jugada, en una buena internada de Jordi Alba por la izquierda que culminó con un centro al corazón del área, por donde apareció Mérida completamente desmarcado. Su remate se topó con el meta tahitiano pero el rechace le cayó a Aarón que no perdonó, subiendo el primer tanto al electrónico. El céltico repitió apenas cinco minutos después, cuando aprovechó el error de la defensa rival tras un saque largo de Asenjo para plantarse ante Hauata y batirle con un disparo cruzado. Y el vendaval continuó tras el saque de centro: España recuperó la bola, Aarón recogió un buen pase de Marcos Gullón y cedió a Nsue, que fusiló desde dentro del área. En apenas diecisiete minutos el duelo estaba finiquitado y el equipo de Milla se dedicó a dejar correr el tiempo y buscar diagonales y balones a la espalda de los defensores polinesios, aprovechando que la zaga tahitiana, muy adelantada y más lenta que nuestros atacantes, se prestaba a ello. En el minuto 23 Nsue vio cómo le anulaban un gol por falta previa a un defensor, pero se resarció pasada la media hora cuando culminó la enésima internada de Aarón por la derecha. Después de su doblete, el mallorquín volvió a dar motivos a sus detractores al fallar dos claras ocasiones, sobre todo la primera, delante del portero. Poco más a destacar antes del descanso, sólo un disparo de Jordi Alba que se marchó fuera y una tarjeta amarilla a Aarón por desplazar el balón, una tontería que ojalá no tenga que lamentar en posteriores (y mucho más importantes) encuentros.

De momento seguro que tuvo tiempo para recapacitar sobre la acción, porque Milla decidió dejar a la estrella de la primera parte en el vestuario (por unas molestias en el tobillo) y dar la alternativa al zaragocista Ander Herrera. Cuesta decir si lo hizo bien, porque si ya en la primera parte el ritmo había sido bastante lento, en la reanudación bajó todavía un poco más. Tahití se replegó ligeramente y los minutos fueron pasando despacio, entre lentas circulaciones de balón de la zaga española y algún intento de acercamiento sin demasiado énfasis. Pese a estar jugando al tran-tran, España hiló algunas jugadas de calidad, como la que acabó con un disparo cruzado de Mérida o la que Nsue estrelló en el travesaño, todo en el primer cuarto de hora. El quinto gol se hacía de rogar y por momentos pareció que no llegaría, tal era la calma con la que discurría el partido. Pero faltando un cuarto de hora Fran Mérida lo intentó desde lejos, el guardameta tahitiano decidió colaborar con la causa y el balón entró casi por el centro de la portería. Entonces, como ocurriera en la primera parte, los demás goles llegaron en cascada. Kike, que había sustituido a Nsue, anotó los dos siguientes, el primero tras una gran jugada por banda de Azpilicueta y el segundo al culminar una buena acción individual, y ya cerca del noventa Ander Herrera redondeó la goleada al recoger un nuevo balón en largo a la espalda de los centrales y deshacerse de la desesperada salida del meta polinesio. Ocho tantos en un simulacro de partido que nos dejan un cómodo colchón de goles para resolver hipotéticos empates a puntos y de los que, como decíamos al comienzo, pocas conclusiones más podemos extraer. Para eso hace falta ver al equipo ante un rival más potente, y afortunadamente no tendremos que esperar mucho: el lunes a las 4 de la tarde nos espera una Nigeria herida que seguro que nos pondrá en más apuros que esta noble selección de Tahití, que mucho deberá mejorar si no quiere marcharse de Egipto con el dudoso honor de haber sido el peor equipo presente en un Mundial juvenil.

TODO sobre el partido en FIFA.com

jueves, 20 de agosto de 2009

2007, Europeo sub'19: Ensayo general en Austria

La inesperada eliminación del Mundial sub'20 fue un duro revés para todos por la manera de producirse y por las expectativas que se habían ido generando, pero afortunadamente la pelota no para nunca de rodar y en esta ocasión apenas hubo tiempo para lamentos. Sólo dos días después de la derrota en Edmonton ante la República Checa empezaba en Austria una nueva edición del Campeonato de Europa sub'19, torneo en el que defendíamos la corona lograda el año anterior por la mayoría de aquellos jóvenes que en esos momentos debían estar volando de vuelta a España sumidos en una profunda decepción. Algunos de los máximos exponentes de la generación del 88 y principales artífices de la clasificación para este Europeo (Mata, Bueno, Sunny o Adrián López) ya habían dado el salto y se encontraban en aquel triste vuelo procedente de Canadá, por lo que el grupo de jugadores que acudió a la cita continental era bastante heterogéneo y estaba formado tanto por el resto de habituales de esa generación (como Javi Martínez, Montoro o Felipe Ramos) como por varios de los mejores del 89 (Asenjo, Azpilicueta o Aarón Ñíguez), en una mezcla que llevaba tiempo preparándose desde la Federación ya que casi todos habían contribuido a la clasificación para esta cita, aunque fuera sólo de manera testimonial. Tras superar a Noruega, Islandia y Azerbayán en la Ronda Élite, el sorteo de la fase final nos deparó un grupo con Austria, Grecia y Portugal que, aunque no era precisamente sencillo, sí nos ofrecía más posibilidades de clasificación que el formado por Francia, Alemania, Serbia y Rusia. En todo caso la selección acudía a tierras centroeuropeas sin el cartel de favorita y más bien entre la desconfianza de unos aficionados que, haciendo honor a la verdad, no esperaban gran cosa de este equipo desprovisto del brillo de anteriores combinados. Pero como casi siempre, la realidad nos volvió a demostrar que nuestros pronósticos no sirven de nada.

El partido del debut era contra Austria, selección anfitriona que, al contrario que la española, apenas había perdido elementos por la disputa del Mundial sub'20. No dejaba de ser irónico que el país que parecía haberse centrado en el torneo continental que organizaba estuviese en condiciones de meterse en la final del Mundial mientras que quien más había apostado por la cita mundialista estuviera ya eliminado. El caso es que, bajo el asfixiante calor que marcó todo el torneo y obligó a la UEFA a permitir la interrupción del juego en el ecuador de cada parte para que los jugadores se refrescaran, en la primera parte apenas hubo nada reseñable, con el dominio muy repartido y las ocasiones brillando por su ausencia, hasta que al poco de comenzar la segunda parte Aarón decidió finiquitar el duelo: sirvió a Azpilicueta el primero tras una gran internada por su banda y apenas unos minutos después se marcó un auténtico jugadón para hacer el segundo tanto. Austria intentó reponerse a ese duro golpe pero apenas sí inquietó la meta de Felipe Ramos, y el partido acabó con una trabajada victoria que sirvió a los nuestros para coger confianza en sus posibilidades, aunque el juego fue manifiestamente mejorable.

El segundo partido, esta vez ante Portugal, comenzó de una manera similar, con los dos equipos jugando a bajas revoluciones por las altas temperaturas, pero pareció animarse cuando a los ocho minutos Javi Martínez estrelló un zapatazo en el larguero. Portugal, que en la jornada inaugural había perdido 1-0 con Grecia, se echó atrás, y España comenzó a dominar y a crear peligro ante la portería lusa, aunque las sucesivas ocasiones de Aarón, Nsue o Modrego no encontraron premio. Pasada la media hora de juego el partido volvió a calmarse y no despertó hasta otra vez el minuto ocho de la segunda mitad, cuando Aarón fue derribado dentro del área por un defensor portugués. El propio jugador valencianista se encargó de transformar la pena máxima y puso en ventaja a España, que desde ese momento vio como Portugal intentaba reaccionar y se estiraba cada vez más hasta lograr el gol del empate por medio de Carriço en el minuto 70. El partido volvió a cambiar de manos y Nsue tuvo la oportunidad de hacer el segundo, pero falló en su remate y el partido finalizó con un empate que dejaba a España a las puertas de la clasificación y a Portugal a las puertas de la eliminación.


El partido contra Grecia se prestaba a toda clase de rumores maledicentes, puesto que a ambas selecciones les valía el empate para plantarse en semifinales. Y si bien es cierto que al final ése fue el resultado definitivo, también hay que reconocer que el encuentro tuvo ocasiones de sobra como para haber roto el empate a cero inicial, aunque finalmente la lógica acabara imponiéndose. Empezó fuerte España, acorralando a una Grecia de la que tampoco esperábamos otra actitud, y pronto empezaron a llegar las ocasiones. Aarón seguía mostrándose como el jugador más desequilibrante del bando hispano y suyas fueron las acciones más peligrosas, aunque el barcelonista Coto y el mallorquinista Nsue también pudieron haber marcado antes del descanso. Tras el parón reglamentario, Grecia se estiró un poco más y trató de conectar con un hasta entonces desaparecido Sotiris Ninis, su principal estrella. En esa fase de dominio heleno llegó la jugada clave, un penalti en el área española que Mitroglou se encargó de lanzar pero que Ramos despejó con acierto. Y entonces sí, como si ambos equipos le hubieran visto las orejas al lobo, sobre el césped del estadio de Linz pareció firmarse un armisticio. España dominaba pero sin llegar demasiado y Grecia corría pero sin presionar en exceso, dejando pasar el tiempo con ese resultado tan favorable para ambos. Se llegó al final sin más sobresaltos y España accedió a semifinales como primera de grupo, un resultado con el que muchos ya nos dábamos por satisfechos pero que afortunadamente no parecía suficiente para quienes estaban en Austria.

Lo cierto es que encontrarnos en semifinales con una Francia como siempre físicamente muy potente, aunque parecía venir de más a menos en el torneo, tampoco ayudaba a sentirnos demasiado optimistas. El juego español se había mostrado muy plano y lento en el centro del campo, con un Javi Martínez que evidenciaba no ser un organizador puro, y dado que Emilio Nsue tampoco parecía estar fino de cara a gol prácticamente todas nuestras opciones parecían pasar por lo que fuera capaz de inventarse Aarón Ñíguez. El comienzo fue una buena muestra de ello, puesto que Aarón lanzó un bonito disparo al larguero y Nsue no acertó a materializar el rechace. En los primeros minutos el dominio territorial correspondió a España pero costaba crear ocasiones y cuando se lograba Nsue no era capaz de resolverlas con acierto. Luego el juego volvió a ralentizarse y ninguno de los dos equipos supo acercarse con peligro al meta rival. La segunda parte comenzó tan vibrante como la primera pero con los papeles cambiados, ya que fue Francia quien estuvo a punto de inaugurar el marcador en una contra de Monnet-Paquet, principal artillero galo, que detuvo a tiempo Felipe Ramos. El portero madridista protagonizó poco después la jugada desgraciada de la noche al caer lesionado tras una salida. El esguince de tobillo que se produjo le impedía continuar en el campo y llegó la hora de otro de los jóvenes, Sergio Asenjo, que se convertiría en el héroe del partido. Pero todavía quedaba mucho tiempo para su momento de gloria. Antes, Aarón vio como el colegiado le anulaba un gol por fuera de juego, y luego el jugador del Albacete Carletes falló una clara oportunidad a la contra. Francia apretaba con un juego más directo pero tampoco creaba peligro, y se llegó al término de los 90 minutos con el marcador inalterado. La prórroga fue un auténtico suplicio para dos equipos muy castigados físicamente y a los que la tensión por la importancia del choque pareció atenazar. Tan sólo hubo una ocasión reseñable, también para España, pero el cabezazo de Mikel San José fue bien atrapado por Carrasso. Llegaba la tanda de penaltis, y en el tercer lanzamiento francés emergió la figura del palentino Sergio Asenjo, que detuvo el disparo de Monnet-Paquet. San José transformó el cuarto para España y Asenjo volvió a atajar el cuarto, dando el pase a la final al equipo español.

Semifinal España-Francia, tanda de penaltis


Ahora sí que las expectativas estaban por todo lo alto, porque una clasificación por penaltis y con un héroe inesperado siempre da moral, y porque el rival sería Grecia, que sorprendentemente había derrotado 3-2 a la Alemania de Ozil y Ben Hatira. Aunque España tenía las bajas de Javi Martínez y Montoro (uno por acumulación de tarjetas y el otro por haber sido expulsado en los últimos instantes de las semifinales) y el equipo griego ya nos había dado un susto en la fase de grupos, casi nadie dudaba de que el título volvería a viajar a tierras españolas. El sabio Juan Santisteban tenía la difícil decisión de elegir a los sutitutos de los centrocampistas sancionados y desde luego su solución no pudo dar mejores resultados. Adelantó a Mikel San José al centro del campo y colocó junto a él al madridista Dani Parejo, quien apenas había jugado unos minutos antes de la final y que había viajado a Austria por la lesión a última hora del barcelonista Marc Crosas, y fue el madrileño quien acabó llevándose los titulares al marcar el único tanto del encuentro. Corría el minuto 38 y hasta entonces España, que había dispuesto de algunas ocasiones, no veía la forma de derribar una muralla helena que, pese a contar con la importante baja de su líder Papastathopoulos, tenía al guardameta Stratilatis como su principal soporte. Entonces Parejo acudió a sacar una falta a la banda izquierda, oteó el horizonte y chutó directamente a puerta cuando todos, incluído el meta griego y su mal colocada barrera, esperábamos un centro al corazón del área. El balón entró pegadito al primer palo y se convirtió en el único gol de un partido que España dominó casi por completo. Casi porque al comienzo de la segunda parte Grecia puso cerco a la meta de Asenjo y, aunque retiró a Ninis, estuvo a punto de alcanzar el empate en un par de jugadas en las que la suerte acompañó al meta del Valladolid, que vio como los delanteros helenos o no llegaba a rematar o disparaban fuera en situaciones prácticamente inmejorables. Afortunadamente el agobio sólo duró un cuarto de hora y luego España volvió a controlar el balón, tratando de dormir un partido que pudo sentenciar antes del final si Stratilatis no se hubiera empeñado en enmendar su error en el gol con varias paradas de mérito. Pero la situación estaba controlada y el título en el bolsillo, y mientras nuestros juveniles levantaban la copa en el verde de Linz seguro que todos pensábamos en lo bonito que sería repetir aquella modesta imagen al año siguiente, en el mismo país pero en un escenario más imponente y con un título definitivamente más ansiado: una Eurocopa absoluta. ¿Por qué no?