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sábado, 24 de enero de 2015

1991, Mundial sub'20: El final de una era

Poco más de tres meses después de que su selección conquistara el Campeonato Mundial Juvenil de Arabia Saudita 1989, Portugal era designada sede de la siguiente edición. La candidatura lusa fue la elegida por el Comité Ejecutivo de la FIFA entre las de una docena de países, siendo la de España una de las derrotadas. Los bajos costes de organización (Coca-Cola seguía ocupándose de sufragar las estancias de las selecciones) y la cada vez mayor repercusión televisiva del evento despertaban el interés de muchas federaciones, pero la FIFA seguía prefiriendo naciones que no hubieran albergado ningún Mundial absoluto, un criterio del que únicamente se había apartado en 1983, cuando quiso llevar el campeonato juvenil a la CONCACAF y sólo encontró las candidaturas de México y Guatemala. Por tradición futbolística, tamaño y fechas, la portuguesa era la mejor alternativa; además, su elección suponía un premio añadido al título conseguido por Portugal en Arabia Saudita, que había generado un grandísimo impacto entre la afición de nuestro país vecino. Y como en el Mundial sub’16 de ese mismo 1989, en Escocia, los más jóvenes también habían protagonizado una brillante actuación al acabar terceros, en Portugal confiaban en que esa nueva generación repitiera triunfo en casa.
Perdida la opción de clasificarse automáticamente como país anfitrión, España tuvo que concentrarse en el difícil camino hacia el Mundial juvenil, que había arrancado ya en noviembre de 1988 con el primer partido de clasificación para el Campeonato de Europa sub’18 de 1990. Tras las victorias iniciales ante Dinamarca (4-2) y Austria (1-2), se perdió en la visita a los daneses (2-0), pero la igualdad entre los demás rivales no penalizó ni ese tropiezo ni el posterior empate en casa contra Rumanía (0-0). España sumó dos nuevas victorias frente a Austria (3-1) y Rumanía (1-3) y lideró el grupo con nueve puntos, por los seis de Dinamarca y Rumanía y los tres de Austria.
A finales de julio de 1990, España viajó a Hungría para disputar la fase final del Campeonato de Europa sub’18. Seguía vigente el formato de eliminatorias directas desde cuartos de final, por lo que ganar el primer partido ante Irlanda significaba garantizarse una de las cinco plazas europeas en el Mundial sub’20 de Portugal 1991 (la sexta era, lógicamente, para el país anfitrión). No tuvo España excesivos problemas para conseguir su billete: aunque no pudieron abrir la lata irlandesa hasta la segunda parte, los de Pereda se hicieron con una fácil victoria por 3-0. En semifinales esperaba precisamente Portugal, cuya buena actuación en el Europeo confirmó que llegaría a su Mundial como una de las grandes favoritas. Con varias bajas en defensa, España se mostró muy insegura y no pudo levantar el 1-2 con el que se llegó al descanso. El Campeonato de Europa juvenil seguía siendo inaccesible para la selección española, que sumaba ya más de treinta y cinco años sin conquistar el título. Al menos, pudo despedirse de esa edición con una victoria por 1-0 ante Inglaterra en el partido por el tercer puesto. Por segunda ocasión consecutiva, la URSS se proclamó campeona de Europa sub’18 al derrotar a Portugal (esta vez en los penaltis), mientras que Suecia e Irlanda completarían la representación del Viejo Continente en el Mundial juvenil de 1991.

Parte de la plantilla de España para el Mundial sub'20 de Portugal 1991
(Marca, 14/06/1991)

miércoles, 25 de diciembre de 2013

1991, Mundial sub'17: Un verano en la Toscana

Después de haber celebrado tres ediciones de categoría sub’16, la FIFA cambió sus normativas de edad y el de 1991 se programó como el primer Mundial de categoría sub’17 de la historia. Ecuador fue la sede designada inicialmente para acoger el campeonato; por desgracia, a comienzos de aquel mismo año se desató una epidemia de cólera en Sudamérica que afectó gravemente a numerosas regiones del país andino y la FIFA se vio obligada a trasladar el torneo a Europa. Aunque en un primer momento se afirmó que España sería la sede de emergencia, finalmente el gran éxito organizativo que había sido el Mundial absoluto de 1990 hizo que Italia fuera el anfitrión elegido. Superada la crisis sanitaria, Ecuador acogería el Mundial sub’17 de 1995 (curiosamente, en 1995 el Mundial sub’20 se tuvo que celebrar en Qatar por otra epidemia de cólera, esta vez en Nigeria, país que como sabemos acabó organizando el de 1999), pero el caso es que en 1991 dieciséis selecciones prejuveniles se plantaron en la Toscana dispuestas a pasar la segunda quincena de agosto en aquel incomparable marco, pues la bella región acogió el campeonato en su totalidad. Montecatini fue la base de operaciones de todos los equipos y los partidos se disputaron en dicha localidad y en Viareggio, Carrara, Massa y Livorno, quedando reservado el Comunale de Florencia como escenario de la gran final.

En la portada del Informe Técnico
se puede observar la línea que
prolongaba la frontal del área
para delimitar la zona de
aplicación del fuera de juego.
Si bien Italia’90 había sido, como ha quedado dicho, un éxito de organización, la baja calidad general del juego y, sobre todo, la escasa ambición ofensiva que habían mostrado la mayoría de selecciones participantes hizo que la FIFA se decidiera a buscar nuevas ideas que aportaran más frescura al deporte rey. Así, durante la década de los noventa los campeonatos juveniles se convirtieron en un inmejorable banco de pruebas para distintas reglas y sugerencias más o menos atrevidas. Algunas no pasaron de meros experimentos fallidos y otras consiguieron hacerse un hueco en el Reglamento, pero todas pusieron en bastantes apuros a unos chavales que apenas tenían tiempo para acostumbrarse a ellas antes de iniciar su lucha por un título mundial. En este Mundial sub’17 de 1991 se pusieron en práctica dos innovaciones reglamentarias: quedaba prohibido que el portero recogiera con las manos un pase voluntario con el pie de algún compañero, y sólo existiría el fuera de juego en los últimos dieciséis metros de campo (es decir, desde la altura del área grande hasta la línea de fondo). La primera regla, la de la cesión, acabó siendo aceptada por la International Board y puede decirse que ha cambiado profundamente la concepción del juego y, sobre todo, la del puesto de guardameta, pero la segunda fue un fracaso estrepitoso al que muchos jugadores y seleccionadores achacaron el mal papel de sus equipos en el Mundial de la Toscana. Como permitía a los delanteros situarse de forma casi fija en el borde del área, la nueva norma obligaba a los defensas a quedarse también allí, lo que o bien alargaba los equipos hasta límites insostenibles para cualquier centrocampista o bien acababa provocando una enorme concentración de jugadores en los últimos metros que embotellaba el juego y dificultaba los ataques, precisamente lo contrario de lo buscado. Las quejas fueron unánimes y la FIFA no necesitó más pruebas para descartar aquella idea, así que las líneas que prolongaban la frontal del área hasta las bandas nunca más volvieron a pintarse sobre un campo de fútbol.

España, selección debutante en un Mundial de esta categoría, llegaba como una de las máximas favoritas gracias al brillante Campeonato de Europa conquistado tres meses antes en Suiza. La inmensa mayoría de los dieciocho jugadores convocados por Juan Santisteban habían formado parte de aquella escuadra ganadora; de hecho, de los dieciséis campeones de Europa sólo el mediocentro mallorquín Gabriel Capó y el portero madridista Carlos Redondo se quedaron sin acudir a Italia. En su lugar viajaron el central Felipe Vaqueriza y el meta coruñés Álex Sánchez, mientras que Joyce Moreno y Pepe Gálvez se beneficiaron de las dos plazas extra. Estos fueron los elegidos por el seleccionador español:


Núm. - Nombre - Nacimiento -Posición - Club
--------------------------------------------------------------------
1.- Javier LÓPEZ VALLEJO – 22/09/1975 – AR – C.A. Osasuna
2.- José GÁLVEZ Estévez – 03/08/1974 – DL – R.C.D. Mallorca
3.- Carlos CASTRO Caputo – 17/12/1974 – DF – Sevilla F.C.
4.- César PALACIOS Chocarro – 19/10/1974 – DF – C.A. Osasuna
5.- Enrique MEDINA Ortega – 14/09/1974 – DF – Valencia C.F.
6.- RAMÓN González Expósito – 25/11/1974 – DF – Real Valladolid C.F.
7.- JUAN CARLOS Gutiérrez Calderón – 09/10/1974 – DF – F.C. Barcelona
8.- GERARDO García León – 07/12/1974 – MC - C.A. Osasuna
9.- Carlos Alejandro Sierra Fumero, “SANDRO” – 14/10/1974 – MC – Real Madrid C.F.
10.- Pedro VELASCO Morón – 08/10/1974 – MC – Real Madrid C.F.
11.- Antonio Segura ROBAINA – 30/11/1974 – DL – U.D. Las Palmas
12.- Juan Carlos MURGUI Pardo – 15/11/1974 – DL – F.C. Barcelona
13.- José Alejandro Sánchez García, “ÁLEX” – 30/12/1974 – AR – R.C. Deportivo
14.- José Miguel López Quevedo, “JOSEMI” – 06/08/1974 – DL – Rayo Vallecano
15.- Felipe VAQUERIZA Rodríguez – 23/01/1975 – DF – Real Madrid C.F.
16.- EMILIO José Carrasco Ortiz – 14/11/1974 – MC – U.D. Pavía
17.- Joyce Renato MORENO Venecia – 29/09/1974 – DF – Real Madrid C.F.
18.- Daniel García Lara, “DANI” – 22/12/1974 – DL – Real Madrid C.F.


Los chavales llegaron a la concentración previa tras unas largas vacaciones y apenas pudieron disputar un par de amistosos antes de viajar a Italia, por lo que a Santisteban le costó mucho devolverles el ritmo de competición. El técnico sevillano optó por usar la misma alineación tipo del Campeonato de Europa, la formada por López Vallejo; Castro, Quique Medina, Palacios, Juan Carlos; Gerardo, Sandro, Velasco, Emilio; Robaina y Murgui. Ramón, que podía jugar tanto de central como de lateral izquierdo, era la principal alternativa que el seleccionador manejaba para la defensa, y Gálvez el delantero que solía aparecer desde el banquillo. El resto de convocados tuvo un papel meramente testimonial: el portero suplente Álex y Joyce Moreno no llegaron a debutar, Josemi disputó 9 minutos repartidos en tres encuentros y Dani García Lara sólo jugó el último cuarto de hora del partido inaugural, mientras que Vaqueriza hizo su debut (aunque jugando como titular, eso sí) el día de la final, debido a la sanción de Quique Medina.

Gerardo dispara en el duelo ante Cuba.
En primer término, Murgui.
Con tres equipos de cada Confederación (salvo de Oceanía, a la que únicamente representaba Australia), los participantes se repartieron en cuatro grupos de cuatro componentes, pasando a cuartos de final los dos primeros de cada grupo. España quedó encuadrada en el Grupo D, junto a Uruguay, Cuba y Ghana. Disputó todos los partidos de esta primera fase en Livorno y arrancó su participación mundialista derrotando por 1-0 en un igualado partido a la selección charrúa, gracias a un gol de Dani en la segunda parte. Superado el primer escollo, el equipo se soltó en el duelo ante Cuba. Los caribeños sólo habían perdido 2-1 contra Ghana en su debut, aunque ese era un marcador demasiado ajustado que no hacía justicia a la enorme superioridad mostrada por los africanos. A diferencia de los ghaneses, España sí estuvo acertada de cara a puerta y el duelo acabó con un sonrojante 7-2 en el luminoso. Dos goles de Robaina y uno de Emilio Carrasco abrieron brecha antes del descanso; luego marcaron Murgui, un defensa cubano en propia puerta (aunque en un principio se le atribuyó el quinto gol a Robaina y en la web de FIFA se lo adjudican a Velasco), César Palacios y Ramón, redondeando el resultado sendos tantos de Marten Pellicier y Casamayor para Cuba. Con ambos equipos ya clasificados gracias a sus dos victorias, el duelo ante Ghana de la tercera jornada se convertía en decisivo para determinar la primera plaza del grupo y, de esa manera, evitar a Brasil en cuartos de final. A España le valía el empate y un 1-1 fue lo que obtuvo, en un atractivo choque que dejó claro que aquellos dos equipos eran, precisamente junto con Brasil, los mejores del Mundial. Eso sí, Ghana demostró estar bastante por encima de los nuestros, que se aliaron con la suerte y la mala puntería rival para conseguir el resultado deseado. Los africanos impusieron en todo momento su físico y buen juego colectivo y se adelantaron al comienzo de la segunda parte con un gol de su capitán Opoku, pero Pepe Gálvez logró la igualada veinte minutos después al rematar una falta lateral y los de Santisteban consiguieron mantener aquel marcador hasta el final.

Del Piero marró este penalti ante EE.UU.
e Italia no pasó de la primera fase.
Acabar como líder de grupo permitía a España evitar a la canarinha, pero ni mucho menos ofrecía un cruce cómodo: los caprichos de los bombos habían hecho que los principales favoritos al título tuvieran que enfrentarse en cuartos de final y España y Ghana debían medirse ahora a Alemania y Brasil, respectivamente, mientras que los cruces de los otros dos grupos deparaban un Argentina - Australia y un Qatar - Estados Unidos, partidos desde luego con mucho menos cartel que los que enfrentaban a los clasificados de los grupos C y D. No obstante, los norteamericanos eran la principal sorpresa del torneo, pues habían logrado un pleno de victorias en un grupo nada sencillo que compartían con Argentina e Italia. Los locales, entre los que destacaban los nombres de Luigi Sartor, Alessandro Birindelli y, sobre todo, Alessandro Del Piero, no habían estado en la fase final del Campeonato de Europa (Portugal les eliminó en la fase previa) y fueron derrotados en el partido inaugural por Estados Unidos, con Del Piero fallando un penalti que hubiera significado el empate; luego no fueron capaces de ganar a China y no pasaron del empate a cero contra Argentina.

Robaina en el partido de cuartos de final.
Sin embargo, pese a adelantarse al poco de comenzar su partido de cuartos, los estadounidenses no supieron aprovechar su buen momento de forma y una ordenada selección qatarí logró el pase a semifinales en la tanda de penaltis. Mientras Brasil y Ghana daban un magnífico espectáculo en Carrara, lo esperable de aquella auténtica final anticipada que se resolvió a favor de los africanos por 2-1, en la reedición de la final del Europeo Alemania sorprendió a España con un gol de Babatz al cuarto de hora. Pero, al igual que en Berna, los españoles fueron claramente superiores y merecieron remontar ya antes del descanso, aunque hubo que esperar a la segunda parte para que Murgui y Robaina dieran la vuelta al partido. En los últimos compases del encuentro, el rayista Josemi lograba el 3-1 que certificaba el pase de España a la siguiente ronda. Por su parte, Argentina no tuvo mayores problemas para deshacerse de Australia por 2-1 y sería el rival de España en las semifinales.

El capitán Juan Carlos en lucha con
un delantero argentino.
El partido contra la albiceleste, celebrado en Massa, resultó tremendamente disputado, como no podía ser menos. España salió mejor, dominando y creando ocasiones, y en el ecuador de la primera mitad Murgui aprovechó un despeje del meta argentino a disparo de Emilio Carrasco para anotar el 1-0. A partir de ahí los sudamericanos comenzaron a aproximarse cada vez más a la portería de López Vallejo, pero sus puntas, Oliveri y Comelles, no se mostraron tan acertados como en el resto del torneo y España pudo conservar esa mínima ventaja hasta el final de los 80 minutos reglamentarios. La aparición de Marcelo Gallardo en la segunda parte supuso un revulsivo para Argentina, pero faltó tiempo para que tuviera impacto en el marcador. Además del “Muñeco” Gallardo, otros jugadores de aquel equipo tendrían luego una buena trayectoria profesional, como Rodolfo Arruabarrena y Claudio Husaín, además por supuesto de un Juan Sebastián Verón que comenzó el torneo como titular pero fue perdiendo el sitio hasta el punto de no salir del banquillo en aquel partido de semifinales.

Un defensa de Qatar frena a Nii Lamptey.
El otro partido de la penúltima ronda se resolvió, sorprendentemente, en la tanda de penaltis. Como se esperaba, Ghana fue muy superior a Qatar durante todo el encuentro, pero volvió a mostrar esa preocupante falta de acierto en el remate que ya había acusado en la primera fase. Los árabes, muy disciplinados, aguantaron las acometidas africanas con orden e incluso dispusieron de alguna opción a la contra que no materializaron. El 0-0 inicial no se movió y, con sólo dos goles marcados en todo el torneo, Qatar se encontraba a un paso de plantarse en la finalísima. Sin embargo, esta vez sus lanzadores no estuvieron tan acertados como en cuartos de final y fue la selección de Ghana la que obtuvo un premio tan sufrido como merecido a tenor de lo que había mostrado en el campeonato. Los qataríes también perderían el tercer y cuarto puesto ante Argentina en los lanzamientos desde los once metros.

En la final España sólo creó peligro
a balón parado.
La final, disputada el 31 de agosto de 1991 en el Comunale de Florencia ante unos cinco mil espectadores, volvió a evidenciar la superioridad de Ghana sobre España. Se enfrentaban la selección con la media de edad más baja de todos los participantes (Ghana, 16 años y 1 mes) y la selección con la media de edad más alta (España, 16 años y 8 meses); al menos eso decían los datos oficiales, porque las sensaciones eran bien diferentes. En el equipo de Ghana había siete jugadores que ya habían disputado el Mundial sub’16 de 1989 y otros seis que todavía podrían jugar el Mundial sub’17 de 1993, pero muchos de quienes vieron a los africanos en directo sospechan aún hoy que tal vez las edades de sus pasaportes no coincidieran con las reales. En declaraciones a “Mundo Deportivo”, el mismo Juan Santisteban afirmaba tras el encuentro de la primera fase que “un chaval de 17 años no puede tener tanta experiencia, potencia física y habilidad, juraría que todos rebasan los 20 años”, crítica que repitió al concluir la final. Eterna polémica nunca resuelta que en la década de los noventa (e incluso a día de hoy) hacía navegar a muchas federaciones africanas y asiáticas entre la culpabilidad de la trampa voluntaria y el inocente victimismo derivado de la precariedad administrativa existente en sus países. En cualquier caso, lo único seguro es que aquella tarde Ghana fue mejor que España y venció merecidamente en un partido en el que sólo López Vallejo y la ya consabida mala puntería ghanesa mantuvieron a España con vida hasta los últimos instantes.

Emmanuel Duah, en la imagen, fue
el autor del único gol de la final.
Dirigida por el alemán Otto Pfister, un clásico de los banquillos africanos, y guiada en el campo por el niño prodigio Nii Odartey Lamptey, Ghana dominó en todo momento a una España que a duras penas lograba frenar los continuos ataques rivales. El gol africano parecía simple cuestión de tiempo, pero entre la gran labor del meta navarro y los errores de los atacantes el partido se mantenía con el resultado inicial bien entrado ya el segundo tiempo. Con la importante baja en defensa de Quique Medina por acumulación de amonestaciones (el central valenciano fue incluido en el Once Ideal del campeonato), Santisteban optó por dar entrada en el once titular a Vaqueriza, meter un tercer central como Ramón y colocar a Juan Carlos Gutiérrez, habitual lateral zurdo, en el centro del campo en detrimento de Pedro Velasco. La idea era acumular pulmones para perseguir a los potentes jugadores africanos y fiarlo todo a lo que pudiera cazar Robaina (el otro español presente en el Once Ideal) o a una acción a balón parado, única parcela en la que España parecía poder competir de igual a igual con sus rivales, pero fue precisamente en un córner donde llegó el gol de Ghana. A falta de escasos cinco minutos para el final del partido Duah se aprovechó de un despiste defensivo hispano y, entrando completamente solo desde el punto de penalti, batió de potente cabezazo a López Vallejo. Apenas quedaba tiempo para algo más que no fuera tirar de rabia y coraje y eso fue lo que hicieron los jóvenes españoles, encerrando a Ghana en su área en varios saques de esquina consecutivos en los que a punto estuvo de llegar el empate, sobre todo con un cabezazo de César Palacios que un defensa sacó en línea de gol. Pero el balón no quiso entrar y aquella de Florencia se convirtió en la primera de las tres finales mundialistas de categoría sub'17 que España ha jugado y perdido a lo largo de su historia (luego vendrían las de 2003 y 2007), todas con Juan Santisteban como seleccionador.




Nii Lamptey con la copa del
Mundial sub'17.
Varios jugadores de aquella selección de Ghana estarían presentes en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, cita en la que conseguirían la medalla de bronce, así como en el Mundial sub’20 de Australia 1993, cuya final perdieron ante Brasil. Sin embargo, y como suele ser habitual en las selecciones sub’17 de cualquier país, pocos llegaron luego a destacar en la élite del fútbol profesional: quizás el más conocido para todos sea Samuel Kuffour, el inolvidable central del Bayern Munich. Además de él, tan solo Mohammed Gargo (varios años en el Udinese) tuvo una sólida carrera en el primer nivel internacional. Por el camino se quedaron promesas como Emmanuel Duah, el goleador de la final, que formó parte de la plantilla del Mallorca que logró el ascenso a Primera en 1997, y sobre todo el Balón de Oro de aquel Mundial, Nii Lamptey, que a los 16 años ya era un fijo en el Anderlecht belga y al que el mismísimo Pelé había nombrado como su sucesor. Desgraciadamente, Lamptey no solo no llegaría a triunfar en el fútbol, sino que se convertiría en el paradigma de juguete roto: analfabeto y maltratado en su niñez, fue pasando por multitud de equipos para mayor gloria de su representante, que lo estafó, y acabó peleado y olvidado por su propia federación. Tampoco el máximo goleador del campeonato, el brasileño Adriano (hizo 4 dianas, las mismas que Lamptey y una más que Robaina), llegó muy lejos en su carrera profesional; ni él ni ninguno de sus compañeros de expedición pasaron de clubes de segundo nivel europeo, y eso los que salieron de su país natal.

Murgui, delantero titular de la sub'17 de 1991
Entre los españoles también ocurrió algo parecido. Jugadores como Josemi (debutó con el Rayo en Primera y luego jugó para Osasuna y Jaén), Ramón (pieza importante en el Valladolid, pasó al filial del Atlético y de ahí a Las Palmas, Córdoba o Recreativo), Vaqueriza (del Castilla pasó al Mallorca B y luego estuvo en el Murcia) o Joyce Moreno (Oviedo, Leganés, Burgos, Badajoz o Granada, entre otros equipos) se mantuvieron varios años en Segunda División con rendimientos dispares. Otros no llegaron a la élite, y de ellos sabemos que el delantero valenciano Murgui se retiró prematuramente, desencantado por la manera en que el Barcelona intentó llevar su progresión a base de cesiones; que su compañero de equipo Juan Carlos Gutiérrez, capitán de esta selección, vio truncada su carrera por un accidente de tráfico; que Carlos Castro jugó varios años en el Ceuta y en el Hércules en 2ªB antes de pasar a la secretaría técnica de Alicante y Murcia; que el portero Álex Sánchez dejó el Deportivo para enrolarse en el Atlético de Madrid B, sin demasiada suerte, y acabar en la Tercera gallega; y que Pedro Velasco salió del Castilla para iniciar una larga trayectoria en numerosos equipos de la división de bronce antes de comenzar una nueva etapa en los banquillos; mientras que del extremo zurdo Emilio Carrasco apenas encontramos un paso fugaz por el Polideportivo Almería.

Toni Robaina fue la estrella española
en el Europeo sub'16 y en el Mundial sub'17
Más fácil es seguir las carreras de López Vallejo (pretendido en su juventud por el Milan, permaneció en Osasuna antes de jugar en Villarreal, Recreativo y Zaragoza, donde una denuncia por participar supuestamente en apuestas ilegales acabó provocando su salida hacia Grecia), César Palacios (con una larga trayectoria en Osasuna y Numancia), Quique Medina (uno de los primeros mitos del Villarreal, y que pasó también por Alavés, Salamanca o Getafe), Gerardo García León (fichado por el Real Madrid para su cantera tras el Mundial, desarrolló una extensa y sólida carrera en Valencia, Málaga, Real Sociedad o Córdoba, entre otros clubes), Pepe Gálvez (del Mallorca fichó por el Valencia, y luego por el Betis antes de retirarse en el Burgos, a causa de las lesiones), Dani García Lara (Real Madrid, Zaragoza, Mallorca, F.C. Barcelona o Espanyol fueron algunos de sus equipos durante los mejores años de su carrera), Sandro (que acabó el Mundial como máximo asistente del campeonato con 6 pases de gol y que, tras debutar con el Real Madrid, destacó en Málaga y Levante), y Robaina, gran figura de esta generación en aquellos campeonatos de 1991, pretendido entonces por los dos grandes de nuestro fútbol y que vivió los mejores años del Tenerife en Europa antes de pasar al Sporting de Portugal e iniciar, con apenas 27 años, una cuesta abajo profesional que le llevó a varios clubes de 2ªB y Tercera antes de su retirada en 2009. De todos ellos, sólo Dani consiguió ser internacional absoluto: jugó cinco partidos entre 1998 y 2000 y marcó un gol en un amistoso contra Croacia.

Un bagaje demasiado gris para una generación que, como suele ocurrir, creímos que estaba llamada a hacer algo más grande. Quién sabe si el joven Toni Segura, que ha adoptado el nombre futbolístico de su padre, Toni Robaina, podrá vivir las mismas experiencias que su progenitor en las selecciones inferiores; de momento el chaval juega en la cantera del Betis (lo que le permitió a su padre dejar su trabajo en el servicio de limpieza del ayuntamiento de Las Palmas), ha estado en la órbita del Manchester City y ya ha sido convocado por Albert Celades para la selección sub’16 que en 2014 deberá ganarse su presencia en el Europeo sub’17, competición cuyo palmarés sigue dominando España pero que nuestro país no disputa nada menos que desde 2010. Por edad, el joven Robaina todavía podría acudir a la siguiente edición, la de 2015, a su vez clasificatoria para el próximo Mundial de la categoría: tras dos ediciones mundialistas sin España, en las botas del joven Toni y en las de sus compañeros de generación está la oportunidad de emular lo conseguido por aquel equipo que lideraba su padre hace ya más de veinte años. Ojalá.

Alineación de España en la final del Mundial sub'17 de Italia 1991.
Arriba: Sandro, Vaqueriza, Palacios, Ramón, López Vallejo, Juan Carlos.
Abajo: Murgui, Castro, Robaina, Emilio, Gerardo.
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Fuentes:
Martialay, Félix (2007): "Todo Sobre Todas las Selecciones", Ed. Esteban Sanz
Informe Técnico del Campeonato del Mundo sub'17 1991, disponible en FIFA.com
BDFútbol.com
Hemeroteca "Mundo Deportivo"
(Todas las imágenes han sido extraídas del Informe Técnico del campeonato)

domingo, 7 de julio de 2013

Cuartos de final: Uruguay - España


1-0

Santi Denia intenta consolar a Saúl (© FIFA)
No digo que esté bien perder, pero sí es verdad que a veces se necesita una derrota que nos recuerde lo que realmente somos, lo que éramos hasta no hace tanto y lo que, en buena lógica, volveremos a ser tarde o temprano. Caer eliminados en cuartos de final de un Mundial es parte de nuestra idiosincrasia nacional y, por fortuna, en estos tiempos trufados de éxitos y títulos casi en cada torneo, hay una categoría, precisamente aquella que empezó el camino a la gloria hace ya casi quince años, que parece haber decidido seguir fiel a esa costumbre de perder el partido que marca el límite entre los sueños y la decepción. España lleva desde 2003 sin jugar una semifinal de un Mundial sub'20 y habrá que esperar al menos dos años más para ver si cambia el guión.

Suso dispara a puerta (© FIFA)
Uruguay había sufrido en octavos de final para eliminar a una Nigeria con un hombre menos desde la primera mitad, mostrando muchos problemas a la hora de llevar el peso del partido; de hecho, su victoria más contundente en la primera fase, un 4-0 frente a Uzbekistán, se había producido a base de contragolpes bien llevados por De Arrascaeta y Nico López, así que no fue ninguna sorpresa que España se adueñara del esférico desde el pitido inicial. De cualquier manera, como ya comentamos en encuentros anteriores, esta España es un equipo relativamente vulnerable, y cerca del cuarto de hora de juego Uruguay rozó el gol en un par de cabezazos tras sendas internadas por la izquierda. España, que sólo había probado fortuna en un lejano lanzamiento de falta de Saúl, estuvo a punto de adelantarse a los veinte minutos en una genialidad de Deulofeu, cuyo intento de gol olímpico se topó con De Amores y el larguero. El partido estaba abierto, con acercamientos constantes para ambos equipos, aunque faltaba una pizca de acierto en el último toque. Una internada espectacular de Óliver Torres por el sector izquierdo dejó a Deulofeu con todo a favor para inaugurar el marcador, pero el barcelonista pifió inexplicablemente su derechazo. Pasada la media hora, Giménez arriesgó al límite para quitarle el balón a un Jesé que ya se relamía; un minuto después, Manquillo se vio completamente solo en el área pequeña pero no acertó a dirigir su remate. Los sudamericanos, por su parte, no se escondían y también iban dando avisos a la meta de Sotres, cargando la mayoría de sus ataques por banda izquierda, donde Laxalt y Nico López se unían para agobiar a Manquillo, y forzando varios saques de esquina que se botaron sin consecuencias. Sin embargo, la última ocasión antes del descanso fue para España, con un disparo esquinado de Suso, muy activo durante el primer tiempo, que resolvió bien De Amores.

Campaña persigue a Laxalt (© FIFA)
Una gran primera mitad por parte de ambos bandos, con llegadas continuas y ocasiones, dio paso a una segunda que arrancó por los mismos derroteros, con oportunidades más y más claras para España (remates de Torres y Campaña) y aproximaciones inquietantes para Uruguay, que aprovechaba las pérdidas españolas en el centro del campo para lanzar a sus atacantes. Sin embargo, y como era de esperar, el paso de los minutos fue cargando de tensión y responsabilidad a los jugadores, sabedores de que, tal y como estaba el partido, un gol podría resultar decisivo. Uruguay se echó más atrás, las llegadas comenzaron a espaciarse en el tiempo y Lopetegui decidió reactivar al equipo introduciendo a Paco Alcácer y retrasando a Suso al centro del campo. Tres minutos tardó el ariete del Getafe en rematar su primer balón, justo después de que Sotres atrapara con cierta dificultad un fuerte disparo del interista Laxalt. La entrada de Alcácer movió a un desaparecido Jesé a la zona izquierda, y enseguida volvimos a verle rondar el gol en un remate que se le escapó fuera tras un nuevo centro de Manquillo. Verzeri, seleccionador uruguayo, reaccionó con otro cambio ofensivo, introduciendo a Diego Rolán, pero España iba creciendo en el partido. A falta de doce minutos Jesé conectó con Alcácer en la frontal del área y el central Silva taponó in extremis un remate que ya casi cantábamos como gol; a partir de ahí, la proximidad del minuto 90 y las lógicas precauciones que conlleva un 0-0 en esas circunstancias limitaron la profundidad de los ataques. Uruguay tuvo la última clara, ya en el descuento, en un cabezazo de espaldas de Rolán que Sotres logró sacar cuando ya se colaba, volando hasta aterrizar junto al poste. El portero cántabro se partió la nariz en la caída y tuvo que ser sustituido por Rubén Yáñez para el tiempo extra.

Avenatti celebra su gol (© FIFA)
En la prórroga España siguió fiel a su idea de tocar y tocar, pero no era capaz de abrir la defensa rival. Denis, que había sustituido en los últimos minutos a un Deulofeu que fue de más a menos, intentó juntarse con Óliver Torres y Suso para darle más velocidad al juego, pero las piernas no respondían y la zaga uruguaya no pasaba prácticamente apuros. De cuando en cuando Uruguay intentaba estirarse, y en una de esas forzó un córner que De Arrascaeta botó magistralmente y que el gigantón Felipe Avenatti cabeceó impecablemente y sin oposición en el primer palo, batiendo a Yáñez y provocando el delirio en una grada claramente posicionada del lado celeste. Era el minuto 103 y a partir de ahí el reloj voló. Aturdida por el golpe, España intentó reponerse pero sólo creó peligro a base de centros al área y jugadas a balón parado, y así llegó la ocasión más clara, en un remate de Israel Puerto que, con todo a favor, quiso colocar demasiado su cabezazo y lo envió fuera. Luego, otro remate del otro central, Derik, que tampoco encontró portería, y un par de disparos lejanos de Suso que no pusieron en demasiados apuros a De Amores fueron las últimas balas de un equipo que se vuelve a casa incapaz de franquear la barrera maldita de los cuartos de final. Como otros muchos antes que ellos, y otros muchos que vendrán.

TODO sobre el partido en FIFA.com

lunes, 9 de noviembre de 2009

Cuartos de Final: España - Uruguay


3-3
(4-2)

El sueño sigue en pie. España ha derrotado a una correosa Uruguay y se planta en semifinales del Mundial sub'17 de Nigeria tras una nueva exhibición de juego y pundonor. En un partido marcado nuevamente por el sofocante calor y por el irregular estado del césped de Kaduna, Ginés Meléndez repitió el once inicial del partido de octavos y como era de esperar el duelo arrancó con un abrumador dominio hispano. Sarabia protagonizó un par de internadas peligrosas por la izquierda, aunque sin obtener resultado, y Muniain también lo intentó por su zona. Pero a los 10 minutos, cuando parecía que se acercaba el gol español, el uruguayo Adrián Luna adelantó a los charrúas al transformar un libre directo que tropezó en la barrera y despistó a Edgar. España acusó el golpe y durante unos minutos estuvo perdida sobre el campo, pero una acción aislada de Sarabia le devolvió a la vida. Sarraute derribó al madridista dentro del área e Isco transformó la consiguiente pena máxima. Era el minuto 17 y parecía que las cosas volvían a su cauce. Casi en la jugada siguiente el valencianista volvió a probar al meta uruguayo, y unos minutos después Sarabia, que continuaba con su exhibición, sirvió un balón que nadie acertó a rematar. Uruguay apenas inquietaba y el segundo gol se intuía próximo,  y estuvo a punto de llegar en un cabezazo al palo de Isco tras la enésima internada de Sarabia, con diferencia el mejor del partido. Al minuto siguiente el partido pareció ponerse definitivamente de cara para los nuestros. Sarabia volvía a ser objeto de penalti, forzaba la segunda amarilla para Sarraute y Sergio Roberto tenía la oportunidad de certificar la remontada, pero su flojo lanzamiento.era detenido por Ichazo y se perdía la ocasión. Era el minuto 31. Uruguay recompuso sus filas con la entrada de Avilés por el punta Brugman y España, confiada por su superioridad numérica y acusando también el desgaste físico, se tomó un respiro que casi aprovecha Barreto para adelantar a los suyos. Sarabia seguía intentándolo pero el juego ya no era igual de fluído que al comienzo del partido, y cuando parecía que llegaríamos al descanso sin más novedad Muniesa se confió en un cruce y acabó arrollando aparatosamente a Luna. El colegiado Carlos Batres no lo dudó y expulsó al central del Barça, igualando numéricamente a los contendientes.

Meléndez se vio obligado a reestructurar a su equipo en el descanso, dando entrada a Jordi Amat por Sergio Roberto. España salió dispuesta a seguir mandando y a los dos minutos Sarabia, que estaba en la banda derecha tras sacar una falta, demostró que no entiende de perfiles malos y desbordó también al lateral de aquella zona, internándose en el área y sirviendo un balón de gol a Borja que el delantero atlético no desaprovechó. Tres minutos después, una rápida acción de Dalmau nos descubrió a Borja encarando nuevamente al meta uruguayo y batiéndole de tiro cruzado. La selección charrúa estuvo noqueada diez minutos, en los que España se limitó a dejar correr el reloj mientras su rival continuaba esperando en su campo, como si no fuera consciente de la igualdad numérica y de que el tiempo se agotaba. Pero una nueva ocasión de Borja despertó a Uruguay, que pasado el minuto 60 comenzó a estirarse. El entrenador español retiró a un Muniaín que fue de más a menos para reforzar el centro del campo con Edu Ramos, y el partido se enmarañó en un cúmulo de imprecisiones y posesiones cortas que desembocó en el segundo gol uruguayo, un balón largo que la defensa hispana no supo resolver y que el recién ingresado Mezquida desvió ante la salida de EdgarSergi Gómez llegó a sacar el balón sobre la línea pero el árbitro guatemalteco no tuvo dudas y concedió un injusto gol que hizo creer a los sudamericanos en sus posibilidades. Ambos equipos jugaban a ráfagas, durante un par de minutos el acoso uruguayo era intenso y luego España parecía querer dormir el encuentro con al balón en los pies, hasta que a falta de cinco minutos Gallegos, jugador del Atlético de Madrid, culminó una gran acción individual de Barreto y colocó el empate a tres en el electrónico. Meléndez arengó a sus pupilos en el improvisado tiempo muerto que se produjo tras el gol pero Uruguay ya era claro dominador del choque y los últimos minutos fueron para la celeste, aunque tampoco tenían mucho más fuelle que España y sólo crearon una ocasión clara, en la que Edgar sacó una mano prodigiosa a un gran disparo de Laureiro. Las malas noticias caían una detrás de otra ya que luego Edu Ramos tuvo que retirarse lesionado en una rodilla, siendo reemplazado por Kamal. Lo único positivo fue que la interrupción acercó el final de los 90 minutos.

Finalizaba el tiempo reglamentario con empate en el marcador y empezaba una agónica prórroga en la que España quiso comenzar mandando, como de costumbre, pero se encontró con una clara oportunidad a la contra de Uruguay que Mezquida envió al palo. Ahí desapareció el ataque charrúa. La siguiente fue para España, en una internada de Sarabia que no acertó a culminar tras una serie de rebotes, y luego la tuvo Jordi Amat, pero su remate a centro de Isco no encontró portería. Ya cerca del intermedio, Borja disparó alto. Si alguien merecía el gol era sin duda España, y la tónica continuó en la segunda parte. A la salida de otra falta botada por Isco, Amat tuvo un doble remate que acabaron conjurando entre Ichazo y dos defensas. Faltando cinco minutos Borja tuvo dos buenas oportunidades, pero primero no llegó a un centro de Sarabia y luego un defensa taponó su remate cuando ya cantábamos el gol. Nos acercábamos inexorablemente a los penaltis y nadie, ni Sarabia ni Polenta, que tuvieron las últimas ocasiones, pudo evitarlo. Con los jugadores extenuados llegó la hora de los lanzamientos desde los once metros. Sergi Gómez transformó el primero, y Gallegos respondió. Borja marcó el segundo y Barreto mantuvo la igualada. El tercero lo convirtió Aurtenetxe y esta vez Uruguay falló por medio de Laureiro. En la cuarta ronda llegaron los nervios: Sarabia falló pero Edgar hizo su trabajo y también detuvo el disparo de Mezquida. El pase estaba en las botas de Isco y al malagueño no le tembló el pulso. Su gol vale unas semifinales. Si hay alguien que todavía no crea en los caprichos del destino, que empiece a hacerlo. Yo ya lo hago. Porque no puede ser casualidad que diez años después una selección española se haya metido en semifinales de un Mundial que se celebra en Nigeria tras un partido épico y una emocionante tanda de penaltis. No puede ser casualidad que en ambos torneos se haya comenzado con una victoria inesperada, entonces ante la todopoderosa Brasil de Ronaldinho y esta vez estando con diez jugadores y un gol en contra desde los primeros minutos. Tampoco puede ser casual que en ambos torneos los favoritos se hayan ido quedando fuera antes de tiempo, ni que el último escollo antes de la final vaya a ser otra selección africana, con la que además en este caso tendríamos la revancha de la final del último Mundial de la categoría. Son demasiadas casualidades. Estamos ante el fiel reflejo de lo que ocurrió hace diez años en el Mundial sub'20, y si alguien tiene algo en contra de esta teoría por favor que no lo diga, yo quiero seguir creyendo. España ha vuelto, y esperemos que para quedarse.

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viernes, 14 de agosto de 2009

2007, Mundial sub'20 (II): Licencia para soñar

2-2

Encuadrada en el Grupo B junto a Uruguay, Zambia y Jordania, España disputó los 3 partidos de la primera fase en la localidad de Burnaby, dentro del área metropolitana de Vancouver, al oeste del país, y la enorme distancia hizo que todos los partidos fueran en la madrugada española. Afortunadamente laSexta también ofreció redifusiones de los encuentros durante las mañanas y la propia FIFA no tardaba en colgar sus resúmenes en la red, lo que nos facilitó a muchos el poder seguir las evoluciones de los chicos de Meléndez sin perder horas de sueño. El debut no era precisamente sencillo, ante la otra gran favorita del grupo, y había dudas sobre cómo podría afectar a España la deficiente preparación que se había llevado a cabo, porque aparte de los problemas mencionados en la anterior entrada, ya en Canadá hubo que suspender varios amistosos concertados contra equipos locales por el mal estado de los terrenos de juego. Y es que Uruguay representaba el polo opuesto, puesto que sus jugadores llevaban varios meses de concentraciones periódicas y jugando partidos incluso contra la selección absoluta, que se preparaba para la Copa América. En una primera parte bastante trabada, fueron los uruguayos quienes se aproximaron con más peligro a la meta de Adán, que solventó bien las acometidas de Luis Suárez y compañía. Pero al comienzo de la segunda mitad los sudamericanos obtuvieron su premio, cuando tras una buena jugada colectiva Edinson Cavani se adelantaba a toda la defensa y remataba a gol un centro de Suárez. Menos de diez minutos después fue el talentoso mediapunta, que ese mismo verano cerró su pase al Ajax, quien culminó con un gran disparo desde la frontal otra buena combinación del ataque charrúa, poniendo en el marcador un amenazante 2-0 que no presagiaba nada bueno para España. Pero los cambios introducidos por Meléndez dieron sus frutos y con Marcos, Sunny y Adrián López en el campo el equipo se mostró más fuerte en el centro de la cancha y empezó a acercarse con peligro al área uruguaya. Las ganas de Capel, Mata y Barragán y el inesperado desplome físico de los sudamericanos hizo el resto, y así Adrián López recortó distancias a falta de veinte minutos al adelantarse al meta Goicoechea en un centro de Barragán. El último tramo fue un monólogo del combinado español, que veía como se acercaba el final sin que llegara el ansiado empate. Piqué lo intentó tirando de picardía pero el colegiado alemán Stark anuló bien su gol con la mano, hasta que ya en el descuento Diego Capel aprovechó un error de Goicoechea en su salida para colocar una vaselina perfecta que puso las tablas en el electrónico. Con ese sutil toque de calidad España salvaba un complicado partido y afrontaba con más calma los partidos ante los rivales teóricamente más flojos.

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1-2

A priori el partido contra Zambia se presentaba como la oportunidad perfecta para que el equipo obtuviera la primera victoria y refrendara con buen juego el cartel de favoritos que se nos presuponía, pero lo cierto es que el comienzo del choque nos sirvió como aviso de que a este Mundial nadie había venido para hacer turismo. Al igual que ocurriera ante los uruguayos, a España le costó entrar en el partido y vio como Adán pasaba apuros ante el animoso ataque africano, que dispuso de varias oprtunidades para marcar antes de que el renovado centro del campo español, con Sunny en el lugar de Javi García, comenzara a hacerse con el timón. Entonces cambió el rumbo del partido y no tardó en llegar el gol: Mario Suárez se internó en el área, fue derribado aparatosamente por un defensor zambiano (aunque tras la repetición la sensación fuera bien distinta) y el propio canterano del Atlético se encargó de transformar la pena máxima con mucha frialdad. Con ventaja en el marcador España por fin empezó a sentirse cómoda y en el minuto 40 Mata culminó una gran acción por banda de Diego Capel para poner el tranquilizador 2-0. La segunda parte comenzó por los mismos derroteros, con España llegando a la portería africana pero fallando muchas ocasiones, sobre todo dos clarísimas de Esteban Granero que pudieron finiquitar definitivamente el encuentro. Luego el choque fue decayendo hasta que en una acción aislada Zambia hizo su gol, gracias a la decisión de William Njobvu, que batió por bajo a Adán tras recoger una bola suelta en la frontal. Quedaba más de un cuarto de hora y el empuje africano hizo que la sombra del empate sobrevolara el estadio, pero la defensa hispana se mantuvo firme y el partido acabó con la victoria de España, que se colocaba líder de grupo aunque empatada a puntos con Uruguay, por lo que todo seguía igualado a falta de la última jornada.

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4-2

Con el pase a octavos casi asegurado al menos como tercera y un rival también en apariencia asequible, Ginés Meléndez sacó un once completamente novedoso, dando entrada a jugadores que hasta ese momento no habían disfrutado de minutos como Elustondo, Canella, Adrián González o Iriome, con el objetivo de alcanzar el primer puesto del grupo, aunque eso no garantizase precisamente un rival sencillo en octavos. La buena noticia fue que el equipo no se resintió con los cambios y de hecho comenzó dominando un partido sin demasiada tensión competitiva. El deportivista Adrián López tuvo en sus botas la oportunidad de inaugurar el marcador pero falló clamorosamente un mano a mano con el portero jordano, aunque el error, lejos de pesarle, sirvió de estímulo al delantero asturiano. Y es que en apenas diez minutos Adrián se redimió con creces de ese fallo marcando un hat-trick que dejó el choque visto para sentencia. Primero remató de cabeza un buen centro del tinerfeño Iriome, luego cazó un balón suelto tras un córner y finalmente remachó a la red una generosa dejada de Marcos. Entre medias, Jordania asustó con un lejano disparo que se estrelló en el larguero, aviso de lo que estaba por venir. Porque en la segunda parte el panorama cambió por completo, los jordanos sorprendieron en una contra perfecta que Al-Zaideh culminó con maestría a los tres minutos de la reanudación y España se vino inexplicablemente abajo. Sin Piqué, sustituido con el 3-0 para evitar una tarjeta que le hubiera acarreado suspensión, la defensa española se replegó en torno a Adán y Jordania empezó a mostrar buenos detalles. Ni diez minutos habían pasado cuando Salim transformó magistralmente un libre directo por encima de la barrera para poner el inquietante 3-2, y en medio del desconcierto español el empate estuvo a punto de llegar en un cerradísimo córner que Adán despejó desde la misma línea de gol. Hacía falta un cambio y Meléndez acertó dando entrada a Capel y Sunny. El equipo se relajó y volvió a sentirse superior, se hizo con el mando del balón y sentenció por medio de Marcos a falta de diez minutos, aprovechando una falta botada rápidamente por Adrián González. Mientras tanto, en el otro partido saltaba la sorpresa con la victoria de Zambia ante Uruguay, resultado que en cualquier caso clasificaba a ambos países y que nos aseguraba el liderato del grupo y un cruce de octavos cuando menos inesperado: Brasil.

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Y es que la canarinha había sido la sorpresa negativa de la primera fase del torneo. Había caído ante Polonia en el partido inaugural, había vencido con muchos apuros a Corea del Sur y fialmente había vuelto a ser derrotada frente a Estados Unidos en un gran partido de la pareja atacante norteamericana que formaban Freddy Adu y Jozy Altidore. Con sólo tres puntos, Brasil accedía a octavos como una de las 4 mejores terceras gracias a haber marcado más goles que Costa Rica, y entre lo poco salvable de un equipo que no carburaba se encontraban el lateral madridista Marcelo y el jovencísimo delantero Alexandre Pato. Por contra Estados Unidos se había exhibido con un Freddy Adu en estado de gracia en su tercer campeonato sub'20 (hat-trick en la goleada por 6-1 a Polonia incluído) y dos nombres que sobresalían sobre el resto: Jozy Altidore y Michael Bradley. También había brillado Argentina, que tras un titubeante empate sin goles con la República Checa se aprovechó de la endeblez de norcoreanos y panameños para coger ritmo y empezar a crecer de la mano de Agüero y Banega, aunque quizá el equipo que mejores sensaciones nos dejó fue México, con pleno de victorias y una actuación sobresaliente de Giovanni Dos Santos. La sorpresa agradable la encontrábamos en su mismo grupo, y era Gambia, que derrotó a una mermada Portugal y se coló en octavos como segunda de grupo, completando junto a Nigeria, Zambia y Congo el pleno africano en la fase de grupos. Cerraban la lista de dieciseis supervivientes Chile, que dominó con autoridad el grupo A, Austria (que acompañó a los chilenos), y Japón, que fue de la mano de Nigeria en el F.

martes, 21 de abril de 2009

Mali - España: el cielo es el límite

1-3

Faltaban sólo unos segundos para el minuto 90 cuando Xavi se hizo con un balón suelto en la frontal. Bajo una espesa cortina de agua, y con varios compañeros secundando la incursión, el pequeño genio de Terrassa avanzó con decisión ante los pocos contrarios que intentaban contener la enésima contra española y lanzó un misil desde el borde mismo del área que se coló imparable en la portería de Mali. Fue sólo una jugada, casi la última, pero simboliza casi a la perfección lo que fue el partido y quizá también el campeonato: una selección española valiente y decidida, dispuesta a superar a todos los rivales y a luchar contra los elementos si era necesario, todo con el fin de alcanzar la meta fijada: el Campeonato del Mundo. Aquella tarde del 21 de abril la selección española saltó al campo de Kaduna con una sola idea en la cabeza: ganar. Y con esa mentalidad ganadora y sus sobresalientes condiciones futbolísticas, el único límte de España era el cielo.


La primera noticia del partido fue la vuelta de Aranzubia a la titularidad. Tras el recital de Casillas ante Ghana, la decisión de Sáez centró los comentarios de los espectadores durante apenas un minuto. Porque entonces la incursión de Barkero por la izquierda focalizó la atención de nuevo en el partido, y diez segundos después, mientras celebrábamos el gol de Varela, todos nos habíamos olvidado del debate. España había golpeado a los 67 segundos, antes de que Mali fuera consciente de que estaba disputando una semifinal mundialista. Y los africanos tardaron en reaccionar, incapaces de frenar los constantes movimientos de Gabri, Varela y Barkero y de taponar al cerebro español, Xavi. Los primeros minutos fueron una exhibición de juego español del mismo nivel mostrado ante Brasil en el partido inaugural. Sobre el campo se veía un equipo perfectamente ensamblado y que trabajaba con el objetivo de encontrar una y otra vez la meta rival, así que nadie se sorprendió cuando a los 25 minutos Varela definió un perfecto pase de Gabri y subió el segundo al marcador. Ese golpe despertó por fin a Mali, que recordó por qué estaba en el campo y no tardó en actuar en consecuencia. Habían llegado a semifinales como el equipo más goleador del torneo, así que el seleccionador Coulibaly decidió quemar sus naves antes de que fuera demasiado tarde y en el minuto 35 quitó a un defensa para dar entrada a Mahamadou Dissa, el héroe del partido ante Camerún. Poco a poco las llegadas españolas se fueron espaciando más en el tiempo, y el control del balón pasó a ser de Mali, aunque sin crear demasiado peligro.

Y tras el descanso se repitió la historia. España acusó el esfuerzo físico de la primera parte y las ganas de Mali hicieron el resto. Como ante Honduras y Estados Unidos, España se fue del partido y a los 5 minutos de la reanudación llegó el tanto africano. Su autor no podía ser otro que Dissa, que sumaba así su quinto tanto y se colocaba como máximo artillero del campeonato, con el mérito añadido de haber sido suplente en todos los partidos salvo uno. Curiosamente, ese día no marcó. Después del empate, Aranzubia demostró que su presencia en el marco español estaba más que justificada y salvó un par de ocasiones de Mali. Pero esta vez nadie estaba dispuesto a sufrir más de lo debido y la defensa española se mantuvo firme, sin conceder oportunidades a los delanteros rivales. Y bajo el diluvio, con casi todo Mali volcado sobre el área contraria pero chocando una y otra vez con el muro de Marchena y Jusué, llegó la sentencia de Xavi. España disputaría su segunda final de un Mundial sub'20. En la anterior, los Unzue, Goicoechea, Nayim, Rafa Paz, Losada y compañía no pudieron superar a Brasil. Veintidós años después, casi nadie dudaba de que los de Sáez volverían con el título.

No se dudaba porque el juego desplegado por España hasta aquel momento había sido prácticamente imparable, y la única sombra de duda era el bajón físico que acusaba el equipo en las segundas partes. Y no se dudaba porque enfrente no estarían los bicampeones argentinos, ni los magos brasileños, ni los poderosos nigerianos. Ni siquiera los correosos uruguayos: en la final estaría Japón, que culminó su torneo soñado derrotando a los charrúas por 1-2 en la otra semifinal. En una buena primera parte, donde se marcaron los 3 goles, Japón dominó a los sudamericanos con una gran actuación de Motoyama, que sirvió casi en bandeja los dos goles a Takahara y Nagai. Por el lado uruguayo era Pouso quien distribuía el juego ofensivo, aunque el gol llegó en una internada de Pellegrín que remachó en boca de gol Chevantón poniendo el empate a 1 provisional. En la segunda parte Uruguay se desesperó colgando balones que continuamente eran despejados por la zaga nipona, y apenas puso a prueba al portero Minami. Con más facilidades de las previstas, Japón se plantaba contra todo pronóstico en la final del Mundial, en una de las mayores sorpresas de la historia de los torneos juveniles, de por sí bastante propensos a actuaciones inesperadas.


Ficha del Partido:
Partido correspondiente a la primera semifinal, disputado en el Estadio Amadu (Kaduna). 16.000 espectadores.
MALI 1: I.Keita (GK); D.Coulibaly (-34, Dissa), Traore, Ad.Coulibaly, Camara (C) ; S.Keyta, Diakite, Am.Coulibaly, Diarra; Bagayoko, Cisse
ESPAÑA 3: Aranzubia (GK); Coira, Bermudo, Marchena, Jusué; Orbaiz (C), Xavi, Varela, Barkero (-82, Rubén); Gabri, Pablo (-76, Yeste)
Goles: 0-1 Varela (ESP, min. 2), 0-2 Varela (ESP, min. 25), 1-2 Dissa (MLI, min. 51), 1-3 Xavi (ESP, min. 90)
Arbitro: Jun Lu (CHN)
Tarjetas: Camara (MLI, min. 29), Am.Coulibaly (MLI, min. 52)


Ficha Oficial disponible en FIFA.com
Crónica del diario El País (por Luis Gómez)

lunes, 20 de abril de 2009

Cuartos del final: el Mundial más mundial

Después del día 18 sólo quedaron cuatro equipos en liza y, al igual que ocurriera en los Mundiales de Arabia Saudí'89 y Australia'93, cada uno representaba a un continente. La palabra Mundial cobraba su máxima expresión. Cuatro equipos, cuatro países, cuatro continentes, cuatro maneras de entender el fútbol y una sóla meta: alzarse con el triunfo. Dominar el mundo. Aunque en honor a la verdad hay que decir que las cuatro selecciones compartían no solo el objetivo, sino también un mismo plan para alcanzarlo: el fútbol de ataque. Porque el primer mundial africano premió a los equipos sin miedo, a los equipos que buscaban siempre la portería rival sabedores de que gana el que mete más goles, y de que es más fácil ganar cuando se juega con el objetivo de marcar muchos tantos.

Tampoco sería justo encumbrar sólo a los cuatro semifinalistas. En el camino se quedaron otras selecciones con la misma apuesta atrevida, como Brasil, que ante Uruguay pagó caro el mal día de sus jugadores ofensivos a la hora de rematar las jugadas. Tras un comienzo igualado, los brasileños se adueñaron del balón y empezaron a rondar con peligro la portería de Fabián Carini hasta que poco antes de la media hora Fernando Baiano acertó a batir al meta charrúa. Pero los uruguayos tiraron de casta y empataron justo antes del descanso gracias a un zapatazo de Jorge Anchen, e incluso pudieron irse al vestuario con ventaja si Diego Forlán no hubiera marrado una clarísima ocasión. En la segunda parte Brasil siguió mandando pero no materializó sus oportunidades, algunas de manera casi inverosímil. También Uruguay tuvo ocasiones, y de hecho ambos equipos estrellaron sendos balones contra los postes por medio de Ronaldinho y Forlán. No parecía el día de los delanteros, así que tuvo que ser el lateral César Eduardo Pellegrín, subcampeón en Malasia'97 (y que en Nigeria batiría el récord de apariciones en un Mundial juvenil con 14 partidos, marca que todavía no ha sido igualada) quien, a falta de 5 minutos para el 90, se internó en el área carioca y fue derribado. Néstor Fabián Cannobio no desaprovechó el penalti y sentenció a Brasil. Su eliminación no podía calificarse de sorprendente, pero desde luego era una gran decepción que sumar a la de Malasia, donde también había caído en cuartos. Por su parte, Uruguay volvía a plantarse en semifinales y evidentemente el seleccionador Victor Púa no quería volver a dejar pasar la oportunidad de alzarse con el título.

En la penúltima ronda los uruguayos se las verían con la cada vez más sorprendente (o menos, según se mire) selección de Japón, a la que le habían bastado 25 minutos para doblegar a México. Los aztecas acusaron la baja de su capitán Rafa Márquez y no supieron reaccionar ante el tempranero gol nipón, logrado por Motoyama a los 2 minutos, así que los asiáticos siguieron mandando y Shinji Ono amplió la renta. La sorpresa iba tomando cuerpo, los mexicanos no encontraban el juego que les había servido para aplastar a Argentina y el partido se les fue escapando sin que lograran siquiera recortar distancias. Japón se metía en semifinales por primera vez en su historia y se convertía en el equipo preferido de los aficionados neutrales. La posibilidad de que el país del Sol Naciente ganara un Mundial de fútbol ya no existía sólo en los dibujos animados.

Los pronósticos también saltaron por los aires en el partido entre Mali y Nigeria. Los anfitriones, pese a todos los problemas internos que arrastraban (el seleccionador cesado y Haruna Babangida apartado del equipo por negarse a lanzar un penalti) debían ganar a Mali con autoridad. O al menos eso esperaban sus seguidores, y quizá la presión fue demasiado grande para los anfitriones. La presión y también el rival, que con un juego atractivo se encargó de desnudar las miserias nigerianas desde el minuto 1, cuando Mamadou Bagayoko batió por primera vez el marco local. Pese a que Nigeria logró la igualada momentánea por medio de Hashimu Barga, el tanto de Mamadou Diarra esta vez un minuto antes del descanso fue una losa ya imposible de levantar. En la segunda parte Mali se dedicó a contener el empuje sin ideas de los nigerianos y a dejar que Seydou Keita, cuya imponente figura crecía en cada partido, lanzara a sus compañeros al contragolpe. Finalmente, otra vez Bagayoko puso la puntilla a los anfitriones y certificó el pase a semifinales de la que al principio era la cuarta selección africana pero que se había quedado como la única con opciones de evitar que el título volara lejos del continente organizador. Y el primer equipo al que deberían batir para conseguirlo sería España.