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domingo, 18 de marzo de 2012

1996, Europeo sub'21: Lágrimas en Montjuic

Pocos torneos se mantienen aún tan frescos en la retina de los aficionados como aquel Europeo sub’21 de 1996. Como apuntamos al repasar el Mundial sub’20 de Qatar 1995, la irrupción de dos chavales llamados a comerse el mundo, uno en cada uno de los dos grandes de nuestro fútbol, y rodeados además por todo un grupo de grandes jugadores que en la era pre-Bosman disfrutaban de muchos minutos en Primera, hacía que el público siguiese con más interés del habitual las andanzas de esta generación. Y obviamente el amargo final de este sueño, en casa y con el fallo precisamente de las dos grandes estrellas del equipo, hace que no podamos olvidarlo. Pero como siempre, empecemos por el principio.

Y en este caso el principio está casi dos años antes. Como durante tantos años fue costumbre de la UEFA, la fase clasificatoria del X Campeonato de Europa sub’21 discurría paralela a la que llevaría a la Selección Absoluta a la Eurocopa de Inglaterra: mismos rivales y mismo orden de partidos para optimizar los desplazamientos de las selecciones. Así, en septiembre de 1994 arrancaba en Chipre un viaje que acabaría en los Juegos Olímpicos de Atlanta, con escala (por entonces desconocida) en Barcelona. Los de Andoni Goikoetxea goleaban 0-6 en Larnaca con triplete del valencianista Pepe Gálvez, y luego sendos goles de Óscar García Junyent servían para derrotar por la mínima a Macedonia y Dinamarca. Además de los goleadores citados, los Karanka, Santi Denia, Mendieta, Sandro, Marcos Vales, José Ignacio, Dani, Morales, Roberto Fresnedoso, Jordi Lardín o Javi De Pedro hacían de las suyas en cada partido y evidenciaban por qué casi todos ellos eran ya, pese a su juventud, habituales en Primera. Sin embargo, la cosa se complicó en el siguiente encuentro en Bélgica: los locales llegaban también con pleno de victorias, Dani García Lara estaba en el ojo del huracán por su positivo por efedrina y, para colmo de males, Gaizka Mendieta debía ser operado de urgencia en Bruselas de una apendicitis. Pese a todo, España solventó el choque con un 3-3, doblete de Dani incluido, y acabó el año 94 empatada a puntos con los belgas en el liderato del grupo. Una igualdad que se mantuvo en el siguiente duelo, ya en marzo de 1995, y que volvió a enfrentar a ambas selecciones en La Rosaleda. Empate a uno y la clasificación más reñida que nunca, pero con un pequeño gran detalle para la historia: aquel 28 de marzo se produjo el debut de Raúl González Blanco con la sub’21. Raúl, que por entonces contaba con apenas 17 años, marcó de cabeza el único gol hispano.

El Mundial sub’20 de Qatar impidió a la emergente estrella blanca acudir al siguiente encuentro clasificatorio, resuelto con un cómodo 0-3 en Armenia, pero desde entonces se encargó de liderar al equipo mientras pedía a gritos una oportunidad en la absoluta. Los caucásicos no ofrecieron demasiada resistencia en Granada y volvieron a caer derrotados por 4-0, lo que sumado a la sorprendente derrota belga en tierras macedonias dejaba a los nuestros en franca posición para seguir peleando por su billete a Atlanta. La temporada 95/96 arrancó con la incorporación al grupo del mago Iván De la Peña y con otra victoria sobre Chipre, 3-1. Para entonces Bélgica se había desinflado y ni siquiera la contundente derrota en Dinamarca (5-1) hizo peligrar el pase español a cuartos de final, rubricado con otra goleada por 4-0 a Macedonia gracias a un hat-trick de Raúl.

Santi, De la Peña y Raúl, líderes del equipo
Con ocho equipos clasificados para cuartos de final, uno de ellos perteneciente a Reino Unido (Escocia) y que por tanto no acudiría a Atlanta (cosas de los británicos), quedaban 7 selecciones para jugarse las 5 plazas olímpicas europeas. Eso era lo importante y así lo demostraba el hecho de que ni siquiera a estas alturas del campeonato se supiera todavía dónde iba a disputarse la fase final del Europeo: sólo se sabía que se jugaría en uno de los países que lograran acceder a semifinales. El sorteo de cuartos pareció benévolo con España al evitarnos a potencias como Portugal, Italia, Francia o Alemania. O eso creíamos entonces, claro, porque la República Checa nos era totalmente desconocida; sin embargo, en unos pocos meses cambiaría nuestra impresión. En la ida disputada el 13 de marzo del 1996 en Granada, España se colocó con un 2-0 antes del descanso (goles de Dani y Roberto Fresnedoso), pero en la segunda parte los checos recortaron distancias por medio de Vladimir Smicer. El mal estado del campo, muy pesado y encharcado en muchas zonas, y la gran presión de un fuerte conjunto checo en el que figuraban hombres como Tomas Repka, Tomas Galasek o Vratislav Lokvenc no permitieron a España desarrollar su fútbol y el partido acabó con ese peligroso 2-1 que convertía la vuelta en Praga en una durísima prueba de madurez para una generación llamada a hacer grandes cosas.

Catorce días después Goikoetxea creyó haber dado con la tecla: para derrotar a Chequia hacía falta músculo y por eso sacó a tres centrales (Santi, Javi Navarro y Corino) y optó por incluir a Iñigo Idiákez en el once, dejando fuera a Lardín y De la Peña. Pero la cosa no funcionó demasiado bien y en el minuto 54 los checos, que estaban con 10 por expulsión de Repka, lograron el gol que les clasificaba virtualmente para los JJ.OO. Ese fue el punto de inflexión del partido: a partir de ahí España se sacudió los nervios y con la entrada de “lo pelat“ el campo se inclinó hacia el área local. En el minuto 70 el zaragocista Fernando Morientes, que acababa de entrar, asistió a Raúl para hacer el empate; los checos bajaron entonces los brazos y el encuentro bien pudo acabar en goleada, aunque hubo que esperar a que Raúl, ya al borde del 90, aprovechara un pase de De la Peña para colocar el 1-2 definitivo, desatando así la fiesta española. La selección podría defender la medalla de Oro lograda en Barcelona 4 años antes, pero primero todavía quedaba un importante objetivo: proclamarse campeones de Europa de la categoría.

Italia (que en el global derrotó 3-0 a Portugal), Francia (4-1 a Alemania) y Escocia (4-3 a Hungría) completaban el cuadro de semifinales y, ante la gran expectación que levantaba en todo el país esta generación de futbolistas, España pujó por conseguir la organización de la fase final. Sin demasiada lucha Barcelona fue la sede elegida y el Estadio Olímpico de Montjuic sería el escenario en el que se dilucidaría el campeón del X Europeo Sub’21. Pero los dos meses escasos que faltaban hasta la fase final no fueron precisamente tranquilos. Por si no hubiera tenido bastante con desoír la continua y creciente demanda popular de ver ya a Raúl y De la Peña en la absoluta, Javier Clemente tomó el mando de la sub’21, relegando a Andoni Goikoetxea (decisión que acabaría provocando la salida de este último de la RFEF tras el torneo), y fue el rubio de Barakaldo quien decidió la convocatoria final y dirigió al equipo desde el banquillo.

Los 18 convocados por Clemente fueron Juan Luis Mora (Oviedo), Jorge Aizkorreta y Aitor Karanka (Athletic Club), Sergio Corino (Mérida) Agustín Aranzábal, Iñigo Idiákez y Javier De Pedro (Real Sociedad), Santi Denia y Roberto Fresnedoso (Atlético de Madrid), Óscar García Junyent e Iván De la Peña (F.C. Barcelona), Gaizka Mendieta, José Ignacio, Sietes y Javi Navarro (Valencia), Jordi Lardín (Espanyol), Fernando Morientes (Real Zaragoza) y Raúl (Real Madrid). Respecto a la base del equipo que había logrado la clasificación destacaba la ausencia de Dani García Lara, que arrastraba una sanción de la UEFA tras haber sido expulsado en los últimos minutos del partido de Praga.

España celebra el gol de De la Peña a Escocia
España volvió a verse favorecida en el sorteo y se enfrentó en semifinales a la Escocia de Christian Dailly, Allan Johnston, Charlie Miller y Simon Donelly, evitando a los cocos italianos y franceses. Sin embargo, nada iba a ser fácil y al cabezazo de Óscar que puso por delante a los nuestros en el minuto 25 replicó Escocia con un tanto de Scott Marshall apenas cinco minutos después. Otros cinco más tarde, De la Peña clavaba una falta en la red escocesa y volvía a adelantar a España, que esta vez ya no se dejaría sorprender por el limitado conjunto británico. Sin ritmo y sin brillantez, pese a los nombres que había sobre el campo, España se limitaba a cumplir el trámite y se plantaba en una final en la que esperaba Italia, defensora del título y que había derrotado con un solitario gol de Francesco Totti a la potente Francia de Raymond Domenech, que contaba con Pires, Bonnissel, Candela, Vieira, Makelele, Dacourt y Wiltord, entre otros.

Italia posa antes de la final
Era esta una Italia verdaderamente fuerte, como todas las de los 90 (no en vano los transalpinos cerrarían la década con 4 de los 5 títulos de la categoría), pero la condición de local de España y la sensación comúnmente aceptada de que el juego que podía desarrollar el equipo hispano era netamente superior al que ofrecían los discípulos de Cesare Maldini hacía que prácticamente todos consideráramos favorita a la selección de Clemente. El equipo español formó con Mora en portería, Santi, Corino, Mendieta y Aranzábal en defensa, José Ignacio, Roberto, De la Peña, Idiákez y Lardín en el centro del campo y arriba Raúl como único punta; mientras que Italia presentó a Angelo Pagotto, Salvatore Fresi, Fabio Cannavaro, Fabio Galante, Alessandro Nesta, Christian Panucci, Raffaele Ametrano, Damiano Tommasi, Massimo Brambilla, Francesco Totti y Nicola Amoruso, dejando en el banquillo a un jovencísimo Gianluigi Buffon y a los conocidos Alessio Tacchinardi, Luigi Sartor, Domenico Morfeo o Marco Delvecchio. Y a pesar de las expectativas, desde el principio se vio que Italia parecía que pisaba Montjuic para algo mucho más importante que un simple partido de fútbol. En los primeros minutos la fuerza, velocidad y mejor disposición sobre el campo de los azzurri acorralaron a los locales, confusos por el dibujo táctico planteado por Clemente, y fruto de ese dominio llegó el gol de Idiákez en propia puerta, al despejar mal una falta sin aparente peligro. Era el minuto 12 y para entonces ya reinaba la sensación de estar viendo un partido de hombres contra niños.

Los niños eran los nuestros, claro, pero eran unos niños francamente buenos. Poco a poco, entre falta italiana y falta italiana, fueron cogiéndole el aire al partido y todo pareció despejarse cuando el austriaco Günter Benko expulsó a Nicola Amoruso por una falta que en realidad fue de Nesta. Era el minuto 35 y siete después llegaría el gol del empate, una auténtica obra de arte de Raúl, quien de forma inesperada (por lo poco que se prodigaba en esas lides) clavó en la escuadra una falta en la frontal del área. La segunda parte se preveía como una operación de acoso y derribo a la muralla italiana y la misión sólo se cumplió a medias: hubo acoso pero nadie fue capaz de derribar a Angelo Pagotto. Espoleados por la superioridad numérica y los metros concedidos por su rival, España se lanzó al ataque con Raúl, De la Peña, Lardín y los recién ingresados Óscar y De Pedro, pero una y otra vez las ocasiones eran desbaratadas por el meta Pagotto o alguno de sus numerosos y aplicados zagueros. La frustración iba en aumento y era imposible no retrotraerse dos años en el tiempo hasta aquella maldita tarde de julio en el Foxboro Stadium de Boston, ante el mismo rival y con casi idéntico desarrollo. Sólo que esta vez no había ningún Baggio sobre el campo, sino un Totti completamente desasistido y abandonado a su suerte.

Acabaron los 90 minutos y empezó la prórroga pero nada más cambió: ni las intenciones de unos y otros ni, por desgracia, el marcador. Hubo ocasiones de sobra, hasta Morientes entró al campo, pero ni por esas, y ni siquiera la expulsión de Raffaele Ametrano por doble amarilla ayudó a que España desequilibrara la balanza. Con nueve hombres Italia aguantó de pie, fiel a su estilo, y alcanzó la meta que se propuso desde que encajara el gol de Raúl. Y entonces llegó el momento que todos recordamos, una tanda de penaltis en la que el dios del fútbol volvió a burlarse de las estrellas que osaron probar fortuna desde los once metros. Tras el fallo inicial de Panucci, De la Peña pifió un disparo que Pagotto atajó sin apuros, y luego Fresi, De Pedro, Pistone, Aranzábal y Nesta convirtieron sus lanzamientos. Con 3-2 para Italia llegaba el turno de la otra gran estrella española, Raúl. Y Raúl falló. Pagotto adivinó sus intenciones y Domenico Morfeo puso la puntilla. Desolados mientras Cannavaro celebraba su premio como mejor jugador de la fase final, los estandartes de la nueva generación hispana, los nuevos ídolos de Madrid y Barça, le daban involuntariamente la razón a un Clemente que los consideraba aún demasiado inmaduros para una Eurocopa absoluta.

Pero el caprichoso destino siempre está dispuesto a dar otra vuelta de tuerca: semanas más tarde, en Wembley serían Nadal y Hierro (cualquier cosa menos jóvenes inexpertos y/o inmaduros) los que desearan que se los tragara la tierra. Los derrotados de Barcelona acudirían luego a Atlanta, donde a las órdenes de Clemente volverían a rendir por debajo de sus posibilidades, siendo barridos en cuartos de final por Argentina. El árbitro de aquel día, que no tuvo influencia en el 4-0 final, fue un tal Gamal Al-Ghandour. El fútbol es un pañuelo, y su dios un duendecillo burlón.


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Fuentes consultadas: 
http://www.rsssf.com
Hemerotecas de El País, ABC y Mundo Deportivo
Imágenes: http://hallofameperico.wordpress.com, http://www.giallorossi.it, http://www.marca.com

jueves, 21 de abril de 2011

1999, Europeo sub'16: El eslabón perdido

Debo comenzar esta entrada con una confesión: He mentido. Llevo año y medio haciéndolo. Y es algo que me reconcome. No sé si después de dos años (el último bastante rácano en posts), tendré muchos seguidores fieles, pero siento que los he engañado a todos ellos, a los que siguen ahí y a los que se cansaron de esperarme. Porque hace año y medio di por finalizado el repaso a los mayores éxitos de las categorías inferiores de la Selección Española desde el Mundial sub'20 de Nigeria 1999, asegurando que en esas numerosas entradas estaban todos y cada uno de los momentos más importantes de nuestras selecciones juveniles en esos últimos 10 años. Pero no era cierto, y lo peor de todo es que lo sabía. Que todos, lo que se dice todos, no estaban. De hecho, en esa cadena de éxitos faltaba uno de los primeros eslabones. El segundo, para más señas. Y por fin ha llegado la hora de recordar a una generación injustamente olvidada en estas páginas. Sirva esta entrada para, esta vez sí, cerrar el recorrido que va del Mundial sub'20 de Nigeria a la Eurocopa de Austria y Suiza y al Mundial de Sudáfrica.

Y hay que hacer justicia porque, además, en esos equipos campeones en 2008 y 2010 también hay una representación de este grupo sub'16 de 1999: nada menos que Pepe Reina, presente (y suplente) en ambas citas, acerca de quien sobra cualquier comentario que yo pueda hacer. Además, en esa convocatoria cadete de 1999 destaca otro gran jugador también formado en la cantera azulgrana, alguien que aprendió pronto a hacer las maletas y al que la vida le ha llevado, casualmente, a ser vecino y enemigo deportivo de Reina, y que ya debería haber tenido su oportunidad en la absoluta: Mikel Arteta. Pero también figuran en esa lista sub'16 otros futbolistas que han disfrutado de un paso más o menos largo y más o menos afortunado en el fútbol profesional. Así, vemos en la defensa a los entonces canteranos madridistas Rubén González y Enrique Corrales (ambos hoy en el Mallorca), a Mario Álvarez (central canario del Getafe que militó en el Valladolid y el Barça) y al lateral valenciano Diego Alegre (que pasó por Sporting, Ciudad de Murcia y Albacete, hoy en el Ontinyent); en el centro del campo aparecen Libero Parri (que jugó en el Valencia y en el Albacete, entre otros), Jonathan Aspas (la perla celtiña) y Nano Macedo (aquel extremo gallego que apareció fulgurantemente como sucesor de Rivaldo en el Barça y que sin embargo después no llegó a despuntar en Getafe, Atlético o Racing de Ferrol, y que ahora milita en el Numancia); y en la nómina de atacantes nos encontramos con Albert Crusat (criado en el Espanyol, hoy brilla en el Almería) y Jorge Perona (un clásico de las selecciones inferiores: formado en la cantera del Valencia y el Barça, pasó por el Lorca y hoy milita en el Oviedo).

Muchos nombres conocidos para casi todos, amén de otros que, como siempre ocurre en estas seleciones, se nos quedaron por el camino. Sin embargo, en este caso hay que reconocer que casi todos lograron dedicarse al fútbol, aunque fuera en categorías menores. Bernabé Ballester, Berna, jugaba en los juveniles del Real Madrid, pero una grave lesión cortó su trayectoria y le impidió, por ejemplo, acudir al Mundial sub'17 de ese mismo año. Luego regresó a Valencia para enrolarse en el Mestalla, donde protagonizó una curiosa anécdota como doble de acción de otro jugador que se coronó en ese memorable 1999, Carlos Marchena, y más tarde pasó por el Mouscron belga y el Alcoyano. Compañero de Berna en la Ciudad Deportiva blanca era Juan Carlos Duque, lateral que tras lograr el ascenso a Segunda con el Castilla fichó por el Zamora y que también ha pasado por Pontevedra y Poli Ejido. El jienense David Relaño, perteneciente al Betis, era el suplente de Reina, y aunque en 2004 llegó a debutar en Primera con el club verdiblanco, su carrera posterior le ha llevado por diversos clubes de 2ªB y Tercera como el Terrassa o el Baza, hasta recalar en la portería del Alcalá de Guadaira. Y del resto iremos hablando cuando toque, porque tuvieron algún momento de protagonismo durante el Europeo que hoy recordamos.

Pero vayamos ya al campeonato, y empecemos por el principio. La selección logró su clasificación para la fase final, a celebrar en la República Checa, en un triangular disputado en Malta en marzo de 1999, en el que arrasó a la débil selección local por 0-6 y venció con ciertos apuros a la siempre rocosa Escocia por 1-0. Como quedó dicho cuando recordamos los Europeos Sub'16 de 1997 y de 2001, la fase final de este campeonato se disputaba entonces con el mismo formato que la Eurocopa Absoluta, es decir, con 4 grupos de 4 componentes. España quedó encuadrada en el Grupo C con Croacia, Rusia y Polonia, y el destino, caprichoso él, hizo coincidir el debut en este Europeo con la inolvidable final del Mundial sub'20 de Nigeria. Ese mágico 24 de abril de 1999, a miles de kilómetros de Lagos, un joven Massimo Busacca fue el encargado de impartir justicia ante los croatas (entre los que se encontraba Darjo Srna como nombre más reconocible), mientras que el imberbe Arteta se ocupó de comandar la primera victoria hispana en el torneo, anotando el primer gol al cuarto de hora. Luego, con el partido agonizando, Jon Sancet Ezpeleta (delantero perteneciente a Osasuna) marcó el gol de la tranquilidad. El segundo partido, ante la Rusia de los gemelos Berezutsky, fue también complicado, y se resolvió gracias a un solitario tanto de Perona a los 3 minutos. La clasificación estaba asegurada y en el último duelo ante Polonia el equipo comandado por Santisteban y Ufarte se dio una alegría goleando por 3-0, tantos de Perona, Jonathan Aspas y Aitor Gómez Cifuentes (entonces perteneciente al Amorós madrileño y que ha desarrollado casi toda su carrera entre 2ªB y Tercera, pasando por clubes como el Talavera, Gandía, Balompédica Linense, Moralo o Torpedo 66), que fue quien abrió el marcador.

Sin sorpresas en los demás grupos, en los que Portugal, Inglaterra, Alemania y la República Checa pasaron ronda sin demasiados apuros, el campeonato llegó a su momento culminante. Y si en la primera fase España ya se había mostrado como un bloque sólido y brillante, en las eliminatorias dio lo mejor de sí. Primero se deshizo con facilidad de Israel, a la que goleó 5-1 (marcaron Parri, Perona, Diego Alegre y Nano, este en dos ocasiones), y luego llegó la exhibición en semifinales ante la Alemania de Hinkel y Hitzlsperger: un incontestable 4-0 que dejó bien claro quiénes eran los máximos favoritos a llevarse el trofeo. Arteta, con dos tantos, volvió a liderar al equipo en un brillante encuentro en el que también mojaron Perona y Diego Alegre. Con 15 goles anotados y sólo 1 recibido, nadie en Olomouc dudaba de que España se llevaría el título. Que el convencimiento fuera tan grande se debía en gran medida a que Polonia se había cargado en semifinales a la selección anfitriona, única que podría haber equilibrado la balanza del favoritismo. Sin embargo, la final no fue sencilla y durante muchos minutos los polacos maniataron a los nuestros, hasta que se desfondaron en la segunda parte. Perona, máximo goleador del campeonato, había adelantado a España, pero Grzelak puso el empate antes del descanso. Nada que no pudieran arreglar Arteta y compañía: primero un misil de Mario Álvarez y después un testarazo de Ernesto Gómez (otro canterano del Real Madrid, actualmente en Grecia) abrieron una brecha definitiva. Ya sobre la hora, Elías Molina (formado en el Atlético Madrileño, luego ha pasado por Numancia, Albacete o Cartagena, entre otros muchos equipos) se encargó de finiquitar la goleada a la salida de un córner. Dos semanas después de que Pablo Orbaiz levantara el primer Mundial para nuestras selecciones, la cantera española lograba su quinto título continental de la categoría sub'16, y de ahí en adelante ocurrió lo que ya todos conocemos. El engranaje que nos llevó a lo más alto en Sudáfrica se puso en marcha en Nigeria, pero también pasó por la República Checa cuando todavía estaba empezando a rodar. Queda dicho.


Epílogo.- Unos meses más tarde, este grupo (con el hoy sevillista Fernando Navarro como principal novedad) viajó a las antípodas para disputar el Mundial sub'17, un torneo que acabaría llevándose la Brasil del "emperador" Adriano y que vería la eclosión de un talentoso estadounidense de nombre Landon Donovan. Sin embargo, en Nueva Zelanda los nuestros no tuvieron suerte y se volvieron a casa a las primeras de cambio, incapaces de superar un grupo en el que figuraban Ghana, México y Thailandia. Otro borrón en nuestro torneo maldito, el único que todavía no hemos ganado y por el que deberemos seguir esperando al menos dos años más, puesto que la actual Sub'17 no logró clasificarse para la fase final del Europeo de este año y por tanto se perderá el Mundial de México. Una verdadera lástima para un grupo lleno de talento pero que se topó con una gran Inglaterra. Todo llegará, seguro.