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sábado, 8 de agosto de 2009

2007, Europeo sub'17: El inicio de un año mágico

Si en su día comentamos que el año 2003 había sido uno de los más fructíferos para nuestras selecciones inferiores, con dos subcampeonatos mundiales y uno europeo, es de justicia decir que el 2007 lo superó con creces, puesto que nuestros chavales dominaron con autoridad el continente, consiguiendo los dos títulos juveniles (algo inédito hasta entonces), y brillaron a gran nivel en las citas mundialistas de Corea del Sur y Canadá. Como siempre, realizaremos el repaso a este magnífico año por estricto orden cronólogico, y eso nos lleva en primer lugar hasta tierras belgas para rememorar el Europeo sub'17 celebrado a principios de mayo. A esta cita los nuestros llegaban tras superar la Ronda Élite, disputada en marzo en Nerja y Almuñécar, con pleno de victorias ante Suiza, Polonia y Suecia, un equilibrado grupo en el que la mayor calidad individual de los Bojan, Fran Mérida y Camacho acabó por darnos el pase. Sin embargo, el juego desplegado no acababa de convencer y nadie sabía a ciencia cierta cuál era el techo de esta generación del 90. Así que al Europeo de Bélgica se llegaba con muchas dudas y el único objetivo claro de alcanzar la clasificación para el Mundial de Corea del Sur, a celebrar en septiembre, clasificación que obtendrían los cinco primeros del torneo. A partir de ahí, todo sería bienvenido, y ciertamente un título es algo que nunca se rechaza.
Pero, como decíamos, al principio las cosas no se veían tan claras y de hecho cuando el sorteo nos colocó junto a Alemania, Francia y Ucrania en el que sin duda era el grupo de la muerte (en el otro grupo quedaron emparejados Inglaterra, Holanda, Bélgica e Islandia), muchos pensaron que ganarse el billete a Corea ya sería suficiente premio. Sin embargo, si algo nos han enseñado las sucesivas hornadas de chavales que han defendido la camiseta de la Selección en estas categorías es que ellos nunca se dan por vencidos antes de tiempo, y que cuando el balón empieza a rodar generalmente es la clase lo que le hace girar. Y con ese espíritu, y un Bojan que tras su espectacular torneo el año anterior y su más reciente debut con el primer equipo del Barça acudía a Bélgica dispuesto a confirmar su candidatura a estrella, los de Santisteban afrontaron sin temores el debut ante Francia. En una primera parte para enmarcar, España dominó completamente a los bleus y se adelantó en el minuto 20 gracias a un gol del barcelonista Iago Falqué, que culminaba unos primeros minutos apabullantes en los que Bojan, Fran Mérida e Isma López se encargaron de llevar el peligro a la meta francesa. Tras el gol el balón cambió de dueño, aunque las llegadas de los galos tenían menos claridad que las hispanas y sólo Damien Le Tallec, hermano de aquel Anthony Le Tallec que "sufrió" a Fernando Torres en el Europeo de 2001, parecía capaz de meternos el miedo en el cuerpo. Pero en la segunda parte el físico francés se impuso y llegó la hora de David De Gea, que salvó el empate en varias ocasiones antes de que Fran Mérida (ya reclutado por Wenger, cómo no) aprovechara un buen servicio del murcianista Dani Aquino para hacer el 2-0 que sería definitivo.
Tras esa buena victoria se esperaba que el equipo siguiera creciendo y certificara ante Ucrania el pase a semifinales y por tanto la clasificación para el Mundial, y los nuestros no fallaron. Con la confianza por las nubes, España se adueñó del balón aunque encontró más dificultades para acercarse a la portería ucraniana, y tuvo que esperar media hora y a una jugada a balón parado para inaugurar el marcador: Ignacio Camacho abrió la lata con un buen cabezazo, con el que el capitán celebraba de manera inmejorable su decimoséptimo cumpleaños. En la segunda parte el partido siguió con la misma tónica de dominio infructuoso de España, pero los huecos empezaban a aparecer y a los veinte minutos Iago Falqué envió a la red un buen centro del extremo del Athletic Isma López. Con el 2-0 Santisteban optó por dar descanso a Bojan y su sustituto Dani Aquino no quiso perder la oportunidad de reivindicarse marcando el tercer tanto a los cinco minutos de entrar al campo. Ya en el descuento, Shevchuk hizo el gol del honor con un bello disparo, perfecto para cerrar una plácida tarde primaveral.
En el tercer partido España, pese a tener la clasificación prácticamente asegurada (sólo una contundente derrota nos podía privar del pase), saltó al campo dispuesta a dar guerra a una Alemania que después de perder contra Francia necesitaba imperiosamente la victoria si quería garantizarse una plaza en semifinales, y con ello el choque se convirtió en un bonito duelo en el que ambos equipos buscaron la portería rival como si les fuera la vida en ello. Santisteban introdujo algunas novedades en el once pero la consistencia de la línea defensiva permaneció inalterada y eso impidió que los ansiosos alemanes inquietaran con la frecuencia esperada a un De Gea que además se mostró tremendamente seguro en todas sus intervenciones. Los minutos pasaban y el partido se iba rompiendo mientras Alemania sufría con las noticias que llegaban del otro partido, en el que Francia dilapidaba una ventaja de dos goles dejando su clasificación en manos teutonas. Un gol alemán hubiera bastado, pero no era el día de sus estrellas Toni Kroos y Richard Sukuta-Pasu y poco a poco las fuerzas fueron abandonando a un equipo que además tuvo que sufrir la incómoda presencia de Bojan en unos últimos minutos en los que el gol que estuvo a punto de llegar tenía claro color español. Finalmente el resultado permaneció inalterado y Francia respiró con alivio, viendo que su tropiezo ante Ucrania no tenía más consecuencias que conseguir el pase a semifinales sólo por la diferencia de goles.
La semifinal nos enfrentaría a la selección anfitriona, Bélgica, que se había clasificado segunda de grupo por detrás de una Inglaterra que asumía con justicia el papel de favorita. El partido fue tenso, propio de lo que estaba en juego, pero siempre con la sensación de que el guión discurría según lo planteado por los belgas. España no encontraba su juego y Bélgica se limitaba a dejar pasar el tiempo mientras tejía una maraña defensiva en torno a los mejores jugadores hispanos. El primer tiempo pasó sin apenas ocasiones, y en la segunda parte las cosas se complicaron pronto ya que a los diez minutos el central del Atlético Atienza era expulsado por doble amarilla, dejando a los nuestros con diez jugadores. Entonces llegó el arreón de los belgas, que espoleados por su público y guiados por un excelente Eden Hazard se hicieron con los mandos del encuentro y obtuvieron el premio del gol justo en el ecuador del segundo periodo, cuando el propio Hazard culminó una contra con un suave disparo que Rochela, en su agónico esfuerzo por evitar el tanto, acabó introduciendo en la portería de un batido De Gea. No se podían poner peor las cosas para España, que sin embargo sacó fuerzas de flaqueza y se encomendó a un Bojan que por fin dio su auténtica medida. El delantero del Barça avisó primero con un disparo al poste y a falta de diez minutos largó otro espectacular disparo lejano que batió al adelantado portero belga. El empate nos llevó a una prórroga de claro dominio local en la que tanto Camacho como Ximo Forner redoblaron su espectacular trabajo en la media para sostener a un equipo casi fundido y que vio como el balón traspasaba la línea de gol defendida por De Gea en dos ocasiones, aunque ambos tantos fueron anulados. Así se llegó a una tanda de penaltis en la que nuevamente hubo que sufrir hasta el final, ya que el jugador del Athletic Ander Vitoria marró el primer disparo y España fue a remolque hasta el quinto lanzamiento, en el que Bélgica tuvo la oportunidad de ganar pero falló. En la muerte súbita no hubo más errores hasta la tercera ronda, en la que el capitán Camacho marcó y De Gea detuvo el lanzamiento decisivo, poniendo a España en una final más que sufrida.
En el partido por el título estaría Inglaterra, que como era de esperar había superado a Francia en la otra semifinal, y el duelo no defraudó. Con la lección aprendida tras el sufrimiento ante los belgas, España salió dispuesta a marcar su impronta en el partido desde el pitido inicial, aunque la fortaleza física de los ingleses no facilitaba las cosas. En estos primeros minutos era Iago Falqué el que se echaba el equipo a las espaldas, aunque las mejores ocasiones estuvieron en las botas de Fran Mérida y Ximo. En cualquier caso el juego no era fluído, como en cualquier final que se precie, y al descanso se llegó con el marcador inicial y sin que ninguno de los dos equipos hiciera claros méritos para ir por delante. Pero el panorama cambió radicalmente al comienzo de la segunda mitad. España salió a por todas y a los tres minutos encontró el gol: en una indecisión de la defensa inglesa el balón llegó a Fran Mérida, que no supo batir al meta Steele, pero Bojan estuvo atento para cazar su depeje y puso el 1-0 en el electrónico. Entonces Inglaterra se fue hacia arriba y gozó de unas cuantas ocasiones, sobre todo en jugadas a balón parado en las que trataron de imponer su mayor poderío físico, pero España aguantó bien e incluso pudo aumentar las diferencias. No sucedió y hubo que esperar hasta el final para poder respirar tranquilos ante una Inglaterra sin demasiadas ideas pero que convertía cada jugada a balón parado en una guerra sin cuartel. Sin embargo, la tropa española resultó vencedora y consiguió un botín que se nos negaba desde el ya lejano 2001, cuando todavía se disputaba como torneo sub'16 y Fernando Torres comenzaba a arrasar los campos ingleses.

domingo, 12 de abril de 2009

La primera criba

El telón de la primera fase se cerró sin demasiadas sorpresas, pero sí con muchas sensaciones sorprendentes. Las únicas selecciones que hicieron las maletas antes de lo previsto fueron dos potencias europeas, Alemania e Inglaterra. Los alemanes habían llegado como favoritos en virtud de su condición de subcampeones de Europa, y tras su cómoda victoria en la primera jornada (4-0 ante Paraguay) parecían refrendar su candidatura al título. Sin embargo, la derrota por 2-0 en la segunda jornada ante los anfitriones hizo que el partido contra Costa Rica se convirtiera en decisivo, y entonces los nervios pudieron a los jóvenes teutones, que cayeron derrotados por 2-1 y concluyeron en la última posición de su grupo. El mismo camino que Alemania tomó Inglaterra, con la deshonra añadida de marcharse de Nigeria sin puntuar y sin marcar un solo gol en un grupo a priori sin demasiados rivales de entidad: Camerún, Japón y Estados Unidos vencieron a los pross sin excesiva dificultad. En su descargo, hay que decir que tanto Alemania como Inglaterra acudieron a Nigeria sin varios de sus mejores hombres, que no fueron liberados por sus clubes. Junto a alemanes e ingleses, las otras selecciones que se marcharon a casa últimas de sus grupos fueron Kazajstán, Arabia Saudí, República de Corea y Honduras.

Pero si hasta ese momento el campeonato no estaba siendo especialmente pródigo en eliminaciones sorprendentes, sí estaba dejando detalles que presagiaban posibles descalabros de algún otro favorito. Argentina, campeón en Malasia'97, tuvo que agradecer a sus archienemigos brasileños la goleada que éstos infligieron a Zambia en la última jornada, puesto que al acabar en la tercera posición de su grupo con 4 puntos (los mismos que Costa Rica, Uruguay y Zambia, que también fueron terceros en sus respectivos grupos), hubo que esperar a que el gol-average decidiera qué selección acompañaba a Australia (3 puntos) como una de las dos peores terceras. Al final, la victoria canarinha por 5-1 fue clave y los zambianos se quedaron fuera de unos octavos que habían acariciado con la punta de los dedos.

Otras selecciones que dejaron dudas sobre su rendimiento fueron Portugal y Uruguay (aunque ambas compartían con Mali el que probablemente fuera el grupo más potente), así como la propia Brasil o Nigeria. Los sudamericanos parecían letales en ataque pero su defensa era extremadamente lenta y el trabajo defensivo de sus centrocampistas brillaba por su ausencia; mientras que el anfitrión parecía acusar la presión de jugar en casa y no daba muestras de ser el equipo temible que se esperaba. En cambio, otros equipos africanos como Ghana o Mali empezaban a meter miedo, y se postulaban como serios aspirantes al título en un grupo de favoritos en el que también había que incluir a España por méritos propios.

Entre las sorpresas agradables, México presentaba un juego rápido y vistoso que le hacía encabezar el segundo grupo de aspirantes, un grupeto en el que se incluían a las ya mencionadas selecciones que partían como favoritas pero que no estaban dando su nivel y también a las revelaciones del torneo como Croacia, Costa Rica, Estados Unidos o Japón. Todas ellas practicaban un fútbol eminentemente ofensivo, cada una con sus peculiaridades, pero que las convertía en rivales a tener en cuenta.

En cuanto a los nombres propios de la fase de grupos, el alemán Enrico Kern fue el primero en destacar con su hat-trick ante Paraguay en la primera jornada. Peter Ofori Quaye (GHA) también tomó la responsabilidad anotadora de su selección, al igual que Damien Duff en Irlanda y Simao Sabrosa en Portugal. Otros referentes ofensivos para sus respectivos equipos eran Taylor Twellman (USA) o Naohiro Takahara (JPN), mientras que Esteban Cambiasso (ARG) era el líder que intentaba tirar del carro argentino (no en vano era el tercer mundial juvenil que disputaba el por aquel entonces canterano del Real Madrid). Rafa Márquez hacía lo propio en la selección azteca, además de sumar un par de goles gracias a su potente disparo y a su buen juego aéreo. Obviamente, los españoles también estaban brillando, y los dos goles de Gabri ante Brasil no habían pasado desapercibidos, como tampoco las dotes de organización de Xavi o las cabalgadas de Varela.

Tras una brillante primera fase en la que se marcaron 102 goles en 36 partidos, los cruces de octavos de final quedaron establecidos de la siguiente forma:

República de Irlanda - Nigeria
Mali - Camerún
España - Estados Unidos
Ghana - Costa Rica
México - Argentina
Japón - Portugal
Paraguay - Uruguay
Brasil - Croacia

Las eliminatorias estrella eran los dos duelos entre equipos de la máxima rivalidad (Paraguay-Uruguay y Mali-Camerún), y el choque entre Argentina y México. La suerte estaba echada, y el día 14 de abril comenzaría la fase decisiva del campeonato.